¡Buen día, estimado lector! Faltan todavía dos meses, pero apunten desde ya esta fecha en el calendario del próximo año: 20 de enero. Ese día vuelve a la Casa Blanca Donald Trump, y desde que tome posesión del cargo presidencial habrá que empezar la cuenta regresiva de una de sus más ambiciosas promesas de campaña: acabar en 24 horas con la guerra entre Rusia y Ucrania.
Sin necesariamente tomar al pie del reloj la propuesta del presidente electo de EE.UU., intriga saber cómo hará para poner fin a un conflicto que ha cumplido ya mil días. Y que acaba de entrar en un terreno más complejo aún con la autorización de Washington a Ucrania para usar misiles estadounidenses de largo alcance dentro de la región rusa de Kursk, un anhelo largamente esperado por el país invadido.
El gobierno saliente de Joe Biden ha justificado la medida como respuesta al envío de Corea del Norte de soldados para apoyar a Rusia. En los estertores de su mandato, Biden ha acudido en los últimos días a foros importantes como los de APEC y el G20 con una idea clara: intentar proteger la ayuda al gobierno de Volodimir Zelenski y la red de alianzas que tejió desde que empezó la guerra para salvar su política exterior.
El primero en reaccionar, muy iracundo por cierto, fue Donald Trump Jr. El primogénito del líder republicano acusó a Biden y a la industria militar de querer comenzar la Tercera Guerra Mundial “antes de que mi padre tenga la oportunidad de crear la paz y salvar vidas”. Como jugando en pared, casi en simultáneo, la legisladora rusa María Bútina mostró su esperanza en que Trump revierta una decisión que alienta el “grave riesgo de que empiece la Tercera Guerra Mundial”.
Está claro que cualquier decisión de última hora de Biden no va a atar de manos a su sucesor, pues él podrá revertir dichas decisiones, pero el interés demócrata es colocar a Ucrania en una mejor posición para una eventual negociación que suponga sacrificar territorio. Todo esto añade más morbo a comprobar cómo actuará Trump ante su homólogo ruso Vladimir Putin y frente a la mirada inquieta de sus socios europeos de la OTAN, ¡Nos reencontramos el martes que viene!