Antes de encontrar un hogar, ‘Ringo’ fue devuelto al albergue en el que se encontraba. Para su primera familia adoptante, fue muy difícil lidiar con sus problemas de comportamiento y, por ello, lo retornaron.
“La familia que lo adoptó tenía dos niñas pequeñas. Parece que Ringo, en su desesperación por no saber lidiar con sus emociones, mordía”, explica Karina Miranda, su adoptante.
Dos meses después de retornar al albergue, la historia de Ringo tuvo un desenlace feliz, ya que conoció a su amor más incondicional: Karina Miranda.
“Lo más sorprendente es que, la primera vez que fui al albergue, él no estaba ahí… Recién cuando volví, en diciembre, lo vi. Fue una conexión inmediata: se tiró al piso para que le hiciera cariño”, recuerda.
Para la profesional en sistemas, ha sido un enorme reto cuidar a ‘Ringo’, ya que el pequeño se negaba a caminar y entrar al parque. Además, ladraba muchísimo y, en algunos casos, mordía.
“No entendía qué le pasaba, pero, felizmente, tuve el apoyo de una señora que me dio varias pautas para que él aprendiera a canalizar sus emociones y sus miedos”, cuenta. “Al inicio, él no quería ni cruzar la avenida… Pero, poco a poco avanzamos, y cada día siente más seguridad”.
Gracias al apoyo y la información que recibió, Miranda descubrió que lo que más relajaba a su engreído era olfatear. “Su punto clave es el olfateo… Con eso se desestresa un montón. Además, también interactúa con juegos de búsqueda y alfombras olfaticas”, revela.
La clave en su rutina junto a Ringo ha sido el amor y, sobre todo, la paciencia para entender que un perro de albergue llega con una historia de vida detrás.
“Desconozco qué le pasó antes, pero intuyo que no fue algo bueno… Él llegó con muchas actitudes rabiosas, especialmente contra los hombres. Y en su cuerpito, casi al final, tiene unas cicatrices. En la veterinaria me dijeron que fueron producto de una herida que tuvo”.
“Cuando él vino, parecía un perrito mayor, y no el cachorro que recogí en el albergue: tenía el ceño fruncido y los ojos rojizos. Ahora tú lo ves, y tiene unos ojos grandes y expresivos, y se siente más relajado y tranquilo… Eso porque al fin tiene su espacio”, recalca.
Más allá de todo lo que ha tenido que trabajar para lograr que su Wuf venza sus miedos y sea un perro más feliz, Miranda está 100 % segura de que su querido ‘Ringo’ le ha dejado varias lecciones de vida.
“No hace mucho vino una persona a visitarme, y le dije: Ringo me ha hecho cambiar… Me ha enseñado a ser más paciente. Además, ahora hasta conozco a mis vecinos, ya que ellos también tienen perritos, y compartimos lindas experiencias y anécdotas”, expresa.
Si tú también quieres darle un final feliz a una mascota, ¡adopta! Ingresa a wuf.pe/adopta, y conoce los requisitos para adoptar un perro de albergue.