Cuando Jessica Soto adoptó a Tempi, su roomate le contó que su hermana también también había adoptado a una perrita hace unos cuantos meses.
Conforme fueron conversando, ambas encontraron varias similitudes: las dos perritas habían vivido en el mismo albergue y habían sido adoptadas a través de WUF. “¿Por qué no la traes un día?”, le preguntó Jessica.
La tarde en que Tempi y Martina se reencontraron, ambas se reconocieron de inmediato. “Era como si se hubieran conocido toda una vida”, recuerda Jessica. “Desde el primer momento en que se vieron, se trataron como amigas. Ella ignora a otros perros, pero a su amiga no”, añade Vanessa Balcázar, madre de Martina.
Aunque las entrañables compañeras no viven en el mismo techo, sus madres buscan que mantengan contacto muy seguido. “Nos encontramos en el parque para que jueguen juntas. Felizmente, estamos a pocas cuadras de distancia”, comenta Vanessa. Incluso, cuando ella tiene un viaje, llevan a Martina a casa de Tempi para que no se quede sola.
La misión de Temperance
Jessica Soto se negaba a la idea de tener un perro: tenía 9 años cuando fue mordida por uno y, para rematar el trauma, a los 13 años volvió a pasar por un episodio similar. Por eso, cuando su novia, la fotógrafa Noelia Bejarano, le dijo para traer una mascota a casa, se opuso a la idea. Hasta que un día le entró “la chispa”, como ella misma le llama al día en que ingresó a su computadora para buscar perros en adopción. Así dio con WUF y con Canela.
“Nos llamó la atención porque era una perrita adulta y estaba entrenada. Para nosotras eso era perfecto porque en la casa también vivimos con un gato”, cuenta Jessica. Cuando llegó a su nuevo hogar, Canela fue bautizada como Temperance. “Es el personaje de una serie que me gusta mucho: una mujer inteligente, independiente y que también fue abandonada. Además, el nombre significa templanza”.
Antes de ser adoptada, Tempi fue atropellada. Sus dueños la dejaron en un albergue y nunca más regresaron por ella. A pesar de ser una perrita juguetona y feliz, le teme a las escobas y las correas. Felizmente, hoy tiene una vida feliz al lado de sus dos madres.
Sale a pasear tres veces al día, tiene un montón de amigos en el parque e, incluso, suele acompañar a Jessica al trabajo cuando no hay nadie con quien dejarla en casa. “Tiene la vida social que nosotras no tenemos”, expresa su madre.
Hoy no solo ha llegado para completar el bienestar del hogar, sino también para enseñarle a Jessica que los perros están llenos de amor. “Me demostró que los perros no hacen daño, pero que hay perros que han sido educados de manera inadecuada y sufren por dentro. Creo que lo mejor de todo este proceso es que ya no le temo a los canes”, confiesa, como si Tempi hubiera llegado con una noble misión.
La pieza que faltaba en el hogar
Vanessa Balcázar y su novio decidieron no tener hijos. Si bien ambos estaban tranquilos con la decisión, sabían que les hacía falta algo -o alguien- para hacer más grande su felicidad. Así se animaron a adoptar una mascota y llegaron a WUF. “Cuando conocimos a Martina, no se quería separar de nosotros y eso nos conmovió un montón. Al día siguiente, la adoptamos”, revela la comunicadora.
Martina vivió la mayor parte de sus 7 años en un albergue y, fruto de su vida en las calles, tiene una pequeña cojera en una de sus patas. Para sus padres, esa es su “patita feliz” porque la hace caminar con elegancia. Y, de hecho, esa fue una de las razones que también los llevó a adoptarla: no querían un perrito perfecto, sino una perrita con historia.
A pesar de haberle dado una familia, Vanessa y su novio no creen que le han cambiado la vida a Martina, sino que ella llegó para cambiarle la vida a los dos. Y es que, desde su llegada, ambos han empezado a salir a la calle más seguido y a regalarse más tiempo libre fuera de la computadora.
“Por ella nos levantamos de la silla y salimos a caminar. Nos obliga a tener un espacio en nuestro día para estar juntos y compartir los tres. Es súper juguetona”, recalca.
Incluso, aseguran que la perrita los ha apoyado en tiempos difíciles durante la pandemia. Vanessa recuerda el día en que un familiar estaba grave debido al COVID-19. Ella se recostó porque se sentía muy triste. Inmediatamente, Martina se subió a la cama y la abrazó poniendo una pata encima de su cuerpo. “Recordar eso me da mucha ternura. Fue un momento muy especial porque ella me hizo sonreír”.
Hoy Martina y Tempi no solo tienen un hogar, sino también se tienen la una a la otra para encontrarse en el parque y jugar como alguna vez lo hicieron en el albergue que las acogió durante tanto tiempo.
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