Como muchas mamás que tienen hijos pequeños busco cada fin de semana tener un plan que incluya columpios, sube y baja, resbaladeras y rica comida. Un lugar que mantenga entretenido a Fabio y también satisfacer los antojos de mamá. Es así como terminamos en un restaurante nuevo en la Panamericana Sur. Cuando mi hijo vio un sol de color azul en lo alto de un juego se fue corriendo a treparlo y su papá y yo nos ubicamos justo frente al área de juegos. Entonces fue un día perfecto.
Ya les he contado que cuando estoy en jeans, sin maquillaje y sin abrir la boca es difícil que la gente reconozca que soy la que da las noticias en la mañana.
A mitad de la tarde se sentaron junto a nosotros dos chicas. Una de ellas llevaba unos lentes negros gigantes, una cola a la altura de la coronilla, leggins de colores, zapatillas blancas y un polo ceñido. La otra llevaba ropa más holgada. Nuestras mesas estaban tan pegadas que era inevitable escuchar lo que hablaban.
Nosotros no parábamos de comentar la última gracia de nuestro hijo: se tiró a la piscina, imita a los chamanes, ya monta bicicleta, hizo su lista a Papá Noel, etc. Así que imagino que las dos jóvenes no estaban muy interesadas a nuestra charla. Tampoco es que yo ande husmeando al resto, pero cuando escuché que mencionaron a un amigo no pude dejar de parar la oreja.
Según lo que entendí, la chica de lentes grandes era modelo o aspirante a serlo y estaba preparando con su productora cómo sería la difusión de su primer calendario de fotos que se realizaría en unos días. No planeaban hacerlo en un lindo hotel o aparecer en un programa muy sintonizado para promocionarlo. Lo que estas jóvenes estaban haciendo era armar un ampay y uno de los protagonistas –sin saberlo- iba a ser mi amigo, cuya relación con la madre de sus hijos es aún incierta.
La productora le proponía a la aspirante a modelo insinuársele hasta que este cayera rendido antes sus encantos y luego ser captados por una cámara o un impertinente celular. “Total: ese cae con todas”, decía la que parecía ser la jefa. ¡Qué rabia me da admitir que tiene razón, ha caído con varias. En resumen, ellas querían sembrarlo para armar un escándalo y así conseguir portadas y vender su calendario.
Hace una veintena de años, el solo hecho de sacar un calendario era noticia. Yo misma recuerdo haber hecho un informe del calendario de las “Chicas de impacto” pero imagino que ahora que el tema está tan extendido, debe ser más difícil conseguir la atención de los medios de comunicación.
Siempre había escuchado que algunos ampays no son tan casuales como se muestran, pero de ahí a escuchar cómo se hacen, impacta. Por supuesto que me parece asqueroso este aprovechamiento de la gente. Peor aun si uno de los involucrados no sabe lo que se está gestando. Pero no comparto la idea de poner a los hombres como pobres víctimas y echarles toda la culpa a esas mujeres ‘perversas’ que sin medir las consecuencias se aprovechan de ellos para ganar dinero. Por favor. Mi amigo es un adulto, padre de familia y con una ex pareja que aún no ha cerrado alguna posibilidad e reconciliación. Así que debe hacerse responsable de sus actos.
Sé que todavía estamos muy lejos de cambiar los estereotipos de la “mala mujer versus el pobre hombre que se deja llevar”. “Los bacanes versus las cualquiera”. Pero creo que todas debemos sumar esfuerzos para cambiar esos clichés. Sin demanda no hay oferta, son dos los responsables y no uno solo.
Así que estoy en duda de advertirle a mi amigo que no baile con cualquiera o que no acepte tomarse un trago con alguien que recién conoce. Tal vez sea mejor que crea que está con jale, que es su noche de suerte y haga otra vez un papelón. Que le dé vergüenza salir en las portadas de los diarios chichas no por su talento sino por sus ampays.