No tengo qué ponerme. Más que un pensamiento o una cantaleta, es una trampa que me paraliza con cierta frecuencia. En realidad todo depende de cuán estable me encuentre esa mañana emocionalmente. Y digo más que un pensamiento, porque toma forma monstruosa y no deja ver más allá. Es como cuando a un bebe le viene un cólico: no hay nada que puedas hacer hasta que le pase y deje de llorar.
Lo mismo sucede con esa frustración que te arrastra a sacar toda tu ropa del clóset. Lo haces primero en orden, poniendo, incluso estirando, la ropa primorosamente sobre tu cama; pero mientras la desesperación crece, el asunto va perdiendo forma y dimensión hasta que encuentras una torre de prendas, desordenada, creada al capricho de tu rabia y locura. Fenómeno 100% femenino. Jamás he visto a un hombre proceder de esa forma si no encuentra el polo que busca para el pantalón que ha decidido ponerse.
Cuando eso pasa, es decir, cuando llegas al borde, todo te queda terrible. No hay «espejito, espejito quién es la más bonita» que valga. Después de ese momento, todo el día va cuesta abajo. No importa, además, que sí tengas que ponerte, que la semana anterior hayas ido de ‘shopping’, que un día antes caminabas por la calle y terminaste comprando de nuevo. No importa que la puerta de tu clóset se atasque con tanta ropa. Nada vale. No hay qué ponerse y punto.
El panorama suena desolador, pero ante cualquier crisis, no hay mejor remedio que la prevención. Así que, ensayaré aquí lo que debemos hacer para evitar ese desbalance químico que nos produce a nivel cerebral el hecho de no encontrar un ‘look’ que nos satisfaga.
Paso 1. Ordenar el clóset: Vamos, no es difícil. Hay varias formas. La más obvia es por categoría de ropa, es decir: vestidos juntos, blusas colgadas juntas, polos en un cajón, calzones en otro.
Segunda opción: Convirtamos el clóset en el mundo de los ositos cariñositos. Es decir, ordenémoslo por colores. Así buscarán su ropa dependiendo del tono que se quieran poner en el día. Negro para las no tan creativas; amarillo para las que se sintieron retadoras, y así.
Paso 2. Comprar básicos y tenerlos siempre a mano. Es la mejor manera de saber que siempre contarán con aliados para esos días donde la creatividad nos abandona. ¿No saben cuáles son? Tomen nota: una blusa blanca, un pantalón negro, un vestido negro, unos zapatos negros de tacos, unas balerinas, un polo de algodón blanco…Suenan muchos, pero no se preocupen: son inversiones para toda la vida.
Paso 3. Armar sus ‘looks’ con tiempo. Sí, bueno, qué falta de improvisación y salsa en sus días, pero recuerden: siempre pueden hacerlo antes de acostarse, mientras cantan: «Voy a reír, voy a bailar, vivir mi vida, la la la la».
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