IÑIGO MANEIRO
El arqueólogo responsable del Santuario Histórico Bosque de Pómac, Carlos Elera, se encuentra en la parte alta de la huaca La Merced. Desde este lugar se contempla toda la majestuosidad del bosque. Por un lado están los cerros de Chaparrí y por otro el valle del río La Leche. Hacia la cordillera está el gran complejo arqueometalúrgico donde se encontraban las grandes reservas de oro y cobre que las culturas locales usaban para sus representaciones. Elera señala hacia todos los puntos cardinales. A lo largo de ellos se observan, rodeadas de algarrobos, faiques y zapotes, unas 30 huacas que forman el complejo de pirámides más importante del país y el más numeroso de Sudamérica.
El Bosque de Pómac se declaró santuario histórico en el 2001 sobre casi seis mil hectáreas, y forma parte de un gran corredor lleno de vida que va desde Tumbes hasta Laquipampa.
LAS MOMIAS MIRAN AL MAR Como explica Carlos Elera desde su atalaya de barro, este santuario histórico es la muestra más representativa del bosque seco ecuatorial, un ecosistema único en el mundo que se encuentra en el norte del Perú y el sur de Ecuador. En el Santuario encontramos, además de una exuberante vegetación que vive de las aguas filtradas y de las esporádicas lluvias de marzo y abril, casi 90 especies de aves de las que 16 son endémicas, siete de mamíferos y 20 de reptiles.
El Bosque de Pómac fue el epicentro de la cultura Lambayeque, que lo ocupó entre el 700 y el 1150 d.C., cuando el fenómeno de El Niño obligó a la población a desplazarse a Túcume, la gran pirámide que domina todo el horizonte que contemplamos desde la huaca La Merced. Además de los lambayeques, la presencia cultural abarca un amplio abanico que va desde el formativo, como la huaca Chólope, los moches, con la huaca Soledad, o el imperio inca, conservándose una parte del Qhapaq Ñan. De la época de las grandes haciendas quedan los cercos de algarrobo a lo largo de las extensas áreas de bosque.
El santuario está cruzado por diferentes pistas de tierra que conducen a huacas como El Oro, Las Ventanas, Las Botijas, Colorada o la imponente Lercanlech, lugares de enterramientos fastuosos cuyas momias siempre se ubicaban mirando al mar.
Los aproximadamente 25 mil visitantes que todos los años llegan al bosque, lo hacen acampando en lugares acondicionados, o acomodándose en los hoteles que hay en Lambayeque y Túcume Desde ellos recorren esas huacas, el cerro Zapamé, –un mirador natural que se encuentra junto a una comunidad campesina del mismo nombre–, el centro apícola Karl Weiss o simplemente se introducen en el bosque para descansar de todo.
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