RUDY JORDÁN ESPEJO

Desde hace cientos de años, las vivencias huancaínas perduran en unas calabazas doradas y redondas. La siembra de maíz, la preparación de la papa a la huancaína, las fiestas, los huaylas y hasta las colosales bodas huancas. Ninguna costumbre queda fuera de los mates burilados.

Al este del ajetreado centro de Huancayo, tras elegantes eucaliptos, se levanta el apacible pueblo de Cochas Chico. Allí los Veliz son una de las familias que con mayor maestría ejercita esta técnica. Su fino trabajo de artesanía, sus temáticas costumbristas y el oficio hereditario que practican desde hace más de un siglo han sabido ganarse el respeto de locales y extranjeros.

Prueba de este legado es que en su vitrina de trabajos destaca un bello mate color miel que sus ancestros hicieron en 1905. Ciento ocho años después, en el 2013, quien (en vano) intenta que nuestras torpes manos limeñas logren burilar un mate, es Amelia: una chiquilla perita en el arte que aprendió de sus abuelos cuando tenía apenas cinco años.

“Aprendí a burilar antes que a leer y escribir”, asegura.

El Centro Artesanal Huaytapallana es el lugar donde transforman los deformes mates que llegan de Chiclayo y Trujillo en verdaderas piezas de colección. El espacio es además su centro de ventas y ahora también aprovechan su amplio jardín que adornan naturalmente las nubes para animar a los turistas a que hagan sus propios trabajos.

“Hay algunos buenos”, dice Ipólita Medina Cabrera, la dueña del negocio. “Quizás hasta podamos venderlos”, bromea. Y es que “el turismo vivencial es uno de los más importantes ingresos para los lugareños”, acota Judith, nuestra guía turística.

Pero los Veliz no son los únicos destacados artesanos en este pueblo ubicado a 3,491 m.s.n.m. Los Huaringa, los Alaya, los Rojas, los Hurtado son otras de las familias que han logrado llevar este arte más allá de las ferias dominicales de Huancayo y la feria anual de Achkamarca.

MATE A LA REINA En 2005 una invitación llegó desde España a Cochas Chico. En Madrid se congregarían artesanos de todo el mundo y los europeos querían conocer los mates burilados. Los Veliz fueron los elegidos para representar a todo el Perú. Metieron los mates en la maleta y viajaron sin saber que, al otro lado del charco, su trabajo conquistaría a Sofía: la mismísima reina de España.

“La reina estuvo en la exposición. Quedó encantada, nos dijo que sigamos adelante y se llevó un mate de un paisaje de Huancayo”, recuerda Ipólita. Y lo cuenta con naturalidad, con encantadora candidez, como si la deslumbrada no hubiese sido la reina de España sino una anónima vecina que compra un mate en el lejano pueblo de Cochas Chico.