ENRIQUE PLANAS
Siendo el lugar donde se toman las decisiones políticas de la Unión Europea, puede creerse que Bruselas es una ciudad fría, seria y burocrática. Pero basta caminar por su centro para advertir, dibujado en sus paredes, un patrimonio que nos revela la personalidad de una ciudad cosmopolita, abierta, de intensa y alternativa actividad cultural.
La capital belga es también una de las capitales del cómic en el mundo, o ‘bande dessinée’, como se dice en buen francés. Esta larga tradición, representada por personajes como Tintín o Marsupilami, le otorga un toque especial a la urbe. Una pincelada que puede verse en todos sus rincones y fachadas.
Como un libro abierto, el viajero puede recorrer la calle, atento a murales que reproducen viñetas de los personajes más célebres del cómic europeo. La ciudad nos sumerge en las historias de Tintín, de Lucky Luke o del galo Astérix doblando las esquinas del centro histórico, en el número 33 de la Rue de l’Etuve o a lo largo de la calle de la Buanderie, por citar algunos ejemplos.
Este gráfico homenaje al noveno arte partió de la necesidad de la ciudad por subsanar urgentes problemas de rehabilitación de muchos edificios del antiguo centro. Fue en 1991, por iniciativa de las autoridades en colaboración con el Centro Belga del Cómic, cuando se propuso pintar con aquellas originales viñetas las paredes que quedaban al descubierto, tras los derribos para las alineaciones de fachadas, que modificaron las calles de la capital belga. En su inicio, el proyecto original del artista belga Frank Pé solo abarcó las paredes vacías en la ciudad. Progresivamente, se convirtió en una oportunidad para homenajear a los dibujantes de mayor renombre, sobre las fachadas de los más variados edificios.
LA RUTA DE TINTÍN Hoy, la Ruta del cómic de Bruselas es un camino compuesto por 53 murales de grandes dimensiones desplegados en todo el interior de la ciudad de Bruselas (conocido como el Pentágono por su particular forma geométrica), así como los populares barrios de Laeken y Auderghem. Parte de uno de sus íconos más turísticos, el Manneken Pis, donde se puede ver a Tintín en una de las viñetas del libro “El caso Tornasol”, cubriendo una pared de 36 metros cuadrados. Muy cerca, otro mural se extiende al lado de una de las tiendas más famosas de fuegos artificiales de Bruselas.
Caminando hacia el barrio gay, vemos a Broussaille, el personaje creado en 1978 por Frank Pé en la revista “Spirou”, paseando con su novia en el mural de la calle Marché-au-Charbon, entre cafeterías y tiendas de segunda mano. Y al frente de esta pareja, pasado el crucero peatonal, otro mural nos transporta a la Primera Guerra mundial con Víctor Sackville, el héroe creado por el guionista François Rivière y el dibujante Francis Carlin.
Por todo el centro de Bruselas se pueden encontrar más fachadas sorprendentes. Pasando por St. Gery, frente al histórico mercado de Les Halles, se puede ver un mural de Nero, el cómic de Marc Sleen, hasta llegar a la calle de la Buanderie, donde los entrañables Ásterix y Óbelix creados por Goscinny y Uderzo se preparan para enfrentarse contra los romanos en 145 metros cuadrados de divertida batalla.
Pero no solo las calles están animadas con estos impresionantes frescos. También algunas estaciones del metro ofrecen refugio a los protagonistas de los cómics más famosos de Bélgica, mientras que un mural dedicado a la aventura de “Tintín en América” se muestra en la Estación del tren del sur, el lugar donde nos despedimos de una mágica ciudad que con sus espléndidos frescos no solo animó un paseo turístico, sino que nos llevó a caminar por los senderos de nuestra infancia.