Dormir en una prisión de mujeres ahora ya es una posibilidad con la reciente apertura del hotel Wilmina en Berlín, que es una antigua penitenciaría para mujeres transformada en alojamiento de lujo. Este lugar invita a vivir una experiencia como la que existe en Helsinki, Liubliana, Boston, Londres o Ámsterdam.
Este hotel albergó hasta 1985 una cárcel exclusiva para mujeres, donde fueron encerradas las primeras mujeres en los años cuarenta por oponerse al régimen nazi. Ahora está pintado de blanco y con florituras en la fachada, el antiguo alambre de espino que serpenteaba los arcos del patio ha dado paso a un acogedor jardín que da la bienvenida a las luces colgantes y la imponente balaustrada del hotel Wilmina.
Aunque permaneció oculto, este lugar se encontraba en una de las calles más concurridas del Berlín Oeste, cerca a los restaurantes asiáticos de moda y hoteles boutique que proliferan a su alrededor.
Los encargados de su reforma fue el estudio Grüntuch Ernst, que asegura que la historia del edificio por muy contradictoria que suene ha guiado la transformación para convertirlo en lo que es hoy en día: un lujoso alojamiento con todo tipo de comodidades y un restaurante llamado Lovis.
“La obra implicó invertir toda la estructura del espacio y su significado, al pasar de un espacio antisocial como es una cárcel hasta convertirse en un lugar acogedor donde emprender un retiro elegido deliberadamente”, citan en su página web sobre este lugar.
De cárcel a hotel cinco estrellas
Este lugar funcionó como juzgado y cárcel, pero ha tenido diferentes usos a lo largo de la historia incluido el de archivo, Instituto Estatal de Química y el registro de la propiedad de Charlottenburg-Wilmersdorf hasta su cierre definitivo en 2010.
El principal reto al que se enfrentaron los arquitectos al diseñarlo fue el de invertir la configuración espacial y su significado para que un espacio tan antisocial como es una cárcel pudiera transformarse en un lugar acogedor para los huéspedes.
Armand Grüntuch y Almut Grüntuch-Ernst, los arquitectos responsables del diseño del hotel cinco estrellas, idearon algunas aperturas, superposiciones, ampliaciones o reubicaciones de las estructuras. Así, por ejemplo, en las habitaciones alojadas a lo largo del corredor de las viejas celdas se ampliaron en lo posible las ventanas, pero se mantuvieron los barrotes característicos de las cárceles.
El restaurante del hotel, Lovis, ubicado en uno de los antiguos patios, se alza en una nueva construcción para la que se emplearon ladrillos originales retirados de otros lugares durante la transformación del edificio. A cargo de la chef Sophia Rudolph, su carta se define como de cocina alemana contemporánea, reinterpretando platos tradicionales en base a productos regionales y de temporada, con un marcado énfasis en los vegetales.
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