JOSÉ ALBERTO MOJICA (El Tiempo de Colombia/ GDA)
Tengo 39 años. Soy el hermano mayor de tres hermanas e hijo de unos padres de clase media de Xicontécatl, un pueblito del estado de Tamaulipas. Voy a misa y rezo el rosario todos los días. Intento cumplir los diez mandamientos. Trabajo muy duro para limpiar esta estela de humo negro que dejé en el pasado, cuando les rompí el corazón a tantas mujeres. El próximo año filmaré una película sobre el bullying (Little Boy) y una que trata sobre Cristo (El Hijo de Dios) con el productor de
Eduardo Verástegui viaja por el mundo, apoyando las organizaciones que luchan contra el aborto, solo utiliza su talento –y su imagen– en producciones artísticas que promuevan la vida y la fe católica. Y completa 11 años de varias promesas que le hizo a Dios, una de ellas,la más contundente: no tener intimidad con ninguna mujer hasta cuando conozca a la que será su esposa, la madre de sus hijos. Sí, once años de castidad.
Renunció a ser un galán, pero sigue pareciendo un galán… Antes, mi imagen era lo único que me preocupaba. Ahora me importa: ¡Claro! Sigo en la industria del cine, no puedo andar despeinado ni mal vestido. Pero cuando usas tus talentos para ayudar a los demás, sobre todo a los más necesitados, es ahí donde está la belleza de una persona.
¿Cómo da un cambio tan radical? Luego de muchos años de querer lograr todo lo que la sociedad te exige para ser feliz a los 28 años –ya tengo 39– me di cuenta de que lo tenía todo, pero realmente no tenía nada. (En el 2002 conoció a una profesora de idiomas, Jasmine O’Donnell, que le enseñaba a perder su acento mexicano para su primera película en Hollywood, junto a Sofía Vergara. Era un ‘latin lover’ que tenía tres novias a la vez). Me hacía muchas preguntas, sin juzgarme: ¿cuál es el propósito de tu vida?, ¿qué te motiva a levantarte todos los días?, ¿por quién vives y por quién mueres?, ¿qué representa Dios en tu vida?. Eso me ayudó a entender que estaba lleno de contradicciones. Mi fe no era el centro de mi vida, no porque no quisiera sino porque no la conocía.
Se leyó el Nuevo Testamento y prometió nunca volver a trabajar en un proyecto que ofendiera su fe. Se quedó sin trabajo 4 años. Nació una confianza absoluta y ciega en la Iglesia Católica, que no sabría cómo explicar, en medio de los escándalos que la desprestigiaban.
Eso de renunciar a la sexualidad es difícil de creer… Muchas personas piensan que el sexo es una necesidad física, y eso no es cierto. ¡Necesidad física es respirar, comer! Si no respiras o no comes, te mueres. Hasta ahora no he escuchado que alguna persona haya muerto por abstinencia. No es que el sexo sea malo: es sagrado, grandioso, y precisamente por eso uno lo cuida y lo protege, para compartirlo con esa persona que debe ser la más importante de tu vida. El amor, si no es para siempre, no sirve.
Pero vivir en castidad no significa que no le gusten las mujeres… Todos los días tengo que luchar contra tentaciones y provocaciones, y más en la industria del cine, en Los Ángeles y viajando por el mundo.
En el 2007 protagonizó la película “Bella”. Cuando se preparaba para la película fue a una clínica en Los Ángeles y una joven decidida a abortar le pidió un autógrafo. La convenció de cambiar de decisión. Tenía cuatro meses de embarazo. Cinco meses después llamó a decirme que su bebe acababa de nacer y que le había puesto mi nombre: Eduardo. Me pidió que fuera su padrino de bautismo y acepté. Tener en mis brazos a Eduardito es una de las cosas más bellas que he me han pasado en la vida.
Luego montó una fundación de clínicas bajo el nombre de El Manto de Guadalupe que orientan y dan atención médica a mujeres embarazadas para que desistan de abortar. Usted dice que al año hay 45 millones de abortos… Para entender la cultura de la muerte que está intoxicando al mundo entero hay que ir a la raíz: ¿Cuándo comienza la vida? ¿Qué es la vida y cuándo termina? La vida comienza en el momento de la concepción, no es un accidente, es sagrada. No hay una vida que valga más que otra”,
¿Y qué decirle a una mujer que quedó embarazada tras una violación? Primero, que metan en la cárcel al violador. Nadie habla del violador, el bebe es el que debe pagar los platos rotos. El hecho de que aborte no significa que olvide: va a recordar la violación y va a recordar que mató a su hijo. Va a sumar una nueva memoria de dolor. A esa mujer hay que orientarla, acogerla, pero el aborto nunca debería ser una opción.
¿Qué sigue? ¿Casarse, tener hijos? Tal vez termine en un convento de clausura o convertido en sacerdote. Son dos cosas que ha querido, pero no se le han dado. Ud. ya dijo que no es el dueño de su vida… Es muy difícil, es morir a ti mismo y eso duele. Pero ahí está la paz, en la cruz; que te claven clavitos duele, pero es la verdad. Hay que saber abrir las manos y decir: aquí estoy. (Y extiende los brazos, como si lo fueran a crucificar).