NORA SUGOBONO SOMOS
Anahí no es chinche. Pero hasta ella tiene que reconocer que le sale bien el personaje. Le salió bien en Esta Sociedad. Le salió bien en Dioses. Y le salió particularmente bien en Asu Mare. Hay algo en ese aire de pituquería que transmite con cada pestañeo que la convierte en un objeto fascinante de observar. Inalcanzable. Los chicos la quieren de novia. Las chicas, de mejor amiga. Tomarte una chela con ella, preguntarle por su esmalte de uñas. Seguirla en Twitter.
Linda, regia. Pero también una de las intérpretes más encasilladas del espectáculo local. Sabe de sobra que el papel de reinita es suyo si así lo quiere, pero esta vez es diferente. Hoy, la actriz por fin ha encontrado la oportunidad para ser ella misma. Está lejos de la imagen de modelo de catálogo, jean a la cadera y polo-enseña-ombligo. Está más cerca al conflicto, a la mujer con garra.
Lamentablemente, por un tipo físico siempre voy a estar un poco asociada a un determinado perfil de chica. Pero no me molesta, porque hay versiones. Fabiola, mi personaje en Mi amor el wachimán, pertenece a un nivel socioeconómico alto, pero no es ninguna sonsa. Es una empresaria, quiere ayudar a que su país salga adelante. No me preocupo por eso. Pero sí me gustaría hacer algo totalmente diferente. Algo como… ser una súper heroína, tal vez.
Luciría la capa como ninguna, pero Anahí de Cárdenas no necesita de poderes mágicos para convertirse en un ídolo. Necesita, en principio, de un smartphone. Sus casi 200 mil seguidores en la red social del pajarito así lo demandan. Eso, a pesar de que habla de problemas digestivos con la misma pasión con la que cita letras de musicales. El Twitter para mí es simplemente un medio de diversión. Así lo tomo. Cuando estoy aburrida me meto y converso con la gente. Y creo que les devuelvo a las personas que me siguen un poco del amor que me dan, confiesa. A quienes no les guste lo que escribe, ella misma explica lo que pueden hacer al respecto. Léalo en @anahidec.
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