Desde hace algún tiempo Adolfo Chuiman dejó de albergar bebidas majestuosas en el bar que tiene en un recodo de su casa en Surco. En ese espacio, al que acude cada vez que siente la necesidad de reconectarse con buenos momentos del pasado, actualmente aloja sus trofeos, diplomas, recortes periodísticos y fotografías de sus obras más connotadas. Cuatro estatuillas de los Premios Luces prevalecen en el lugar. Allí, el actor nos recibe para hablar de sus cinco décadas de dilatada y fructífera trayectoria artística, de la novena entrega de “Al fondo hay sitio” y de la serie con la que le gustaría despedirse de los escenarios.
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Apenas pasados los 20 años, ingresó a la facultad de Sociología de la universidad Inca Garcilaso de la Vega solo para complacer a su madre. Poco tiempo después, teniendo a García Lorca, Pirandello y Bertolt Brecht, como sus mejores aliados, se incorporó al Teatro de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (TUSM) y luego al Instituto Nacional Superior de Arte Dramático (INSAC). Participó en innumerables obras clásicas. En aquel entontes miraba con cierto desdén a la comedia y se limitaba a contemplarla de lejos “por respeto al teatro”.
“Cuando egresé de la universidad, formé con Óscar Vega y Pepe Pereyra el grupo Los Polifacéticos, con el que recorrimos colegios llevando teatro de títeres. También hice radionovelas, como 120. Así pasaron cinco años. Luego comenzaron a llamarme para hacer teatro. Uno de los papeles más bravos que tuve en las tablas fue Judas, un personaje fuerte, intenso, con una gran carga emocional”, rememora el artista nacional.
Cerca a cumplir 30 años, Chuiman ingresó a la TV. Lo primero que hizo en la pantalla chica fue un fragmento de teatro universal, “Bodas de sangre”, con la gran Elvira Travesí, Gloria María y Liz Ureta. “Era muchachito, delgado, para tener la estatura de Gloria María y parecer más imponente, me ponían doble camisa y pantalón”, cuenta. Por esos años, el actor hizo el ciclo de teatro universal para la TV y las Tradiciones Peruanas de Ricardo Palma.
“No sé cómo hice obras dramáticas, ahorita no podría hacerlas. Se requiere de mucha intensidad y fuerza. Admiro a los actores de teatro más que a los de TV porque tienes que tener buena voz, hay que saber impostar, te tienen que escuchar desde la primera fila hasta la última”, destaca.
—¿Cuál es el papel más importante que ha hecho en teatro?
Todos son importantes y con Pepe Vilar hice como 200 obras, todos los lunes.
—¿Cómo da el salto del teatro dramático a la comedia en televisión?
Me resistía a ser actor cómico, prácticamente me llevaron a la fuerza, me secuestraron. Efraín Aguilar, uno de mis mejores amigos, estaba desesperado por convencerme. “Estás perdiendo plata”, me decía. Un día Pepe Velásquez me pidió que lo espere en la puerta de Panamericana para que lo ayude a hacer un encargo. Bueno, yo lo esperé y con la ayuda de Efraín me hicieron subir hasta el tercer piso. En un descuido me escapé, pero me encontraron, me agarraron del cuello y no me dejaron tranquilo hasta hacerme firmar.
—¿Por qué no quería hacer comedia?
Por respeto al teatro. No me sentía cómodo haciendo humor hasta que entré de lleno a “¿Quién soy yo? Papá” y al “Guachimán Pacheco”.
—¿Y la comedia lo llegó a conquistar?
Me conquistó y me quedé.
—¿Es verdad que los actores de “Risas y salsa” se opusieron a que usted, un actor que empezaba en el humor, aparezca como figura principal, cantando y bailando, en la intro del programa?
En ese programa todos tenían más carrera que yo, pero no creo que alguien se haya opuesto porque desde el principio les caí simpático. Mi tío Álex Valle, por ejemplo, era como mi hijo porque lo cuidaba, nos queríamos mucho.
—¿Cómo nació la frase “¿Quién soy yo? Papá”?
Nació con ‘Machucao’ (Elmer Alfaro), quien era mi alumno en Grupo Histrión. Soy muy amigo de salirme del libreto, aprendí de Pepe Vilar a improvisar porque él siempre me apagaba el micro por donde me daban el libreto y se mataba de risa. Qué no habremos hecho juntos. Un día grabando, ‘Machucao’ se equivocó pero pudimos salir del paso gracias a mis ocurrencias. Al final, le pregunté: “¿Quién soy yo?”, y él me respondió: “Papá”.
—¿Y esa frase terminó convirtiéndose en un programa de TV?
Así es y tuvo gran éxito.
—¿Quién le puso ‘Machucao’ a Elmer Alfaro?
Se lo puse yo en honor a un raspado de hielo trujillano. Era muy amigo de poner chapas, como ‘Guachimán Pacheco, el que no le aguanta a nadie ni un queco’. Les ponía chapas a todos los trabajadores nuevos.
—“1000 oficios”, una serie creada con bajo presupuesto y mínimas expectativas, funcionó muy bien. Cambió la forma de hacer ficción en el Perú, marcó el inicio de las teleseries...
Y fue un golazo. Yo mismo, como actor, me quedé admirado cuando vi el ráting.
—¿Es verdad que los actores exigieron la salida de Michael Finseth alegando que retrasaba las grabaciones porque no sabía actuar?
No quería contarte eso, pero ahora que me lo preguntas te puedo decir que sí, es cierto. Fue un grupo de actores nuevos los que se quejaron.
—¿Por qué “1000 oficios” no tuvo el final que merecía?
Porque Efraín (productor del programa) y algunos actores se fueron cuando cambió la administración de Panamericana. Fue difícil sacar adelante un programa así, con tantas bajas.
—¿Y a usted qué lo retuvo en Panamericana TV?
Genaro Delgado Párker (dueño de Canal 5) era muy amigo mío. Cada firma con él era un carro, aparte del sueldo. Lo quería mucho. Un mes antes de que muera, me buscó, ya estaba en silla de ruedas. Cuando lo vi, no podía creer que era él, me sorprendió. Nos abrazamos y lloramos tanto que no podíamos hablar. Fue un golpe fuerte.
—Después de “1000 oficios” vino “Así es la vida” y “Al fondo hay sitio” en América TV. Esta última serie hizo historia en la televisión peruana. El capítulo final de su octava temporada superó los 30 puntos de ráting...
Por eso precisamente no estuve de acuerdo en que terminara. Cuando me enteré que se pasaron a Pachacamac, les dije: “¿Qué han hecho, cómo van a cortar ‘Al fondo hay sitio’, si fácil tiene para dos años más”. No me hicieron caso. Les grité, me dio cólera. Y ahora la vida me da la razón.
—¿Cree que la novena temporada tenga el éxito de sintonía de sus antecesoras?
No sé qué decirte. De funcionar va a funcionar, pero no creo que ocho años más. La verdad es que yo no quería hacerla porque había dejado de actuar por la pandemia, pero uno de los directivos me dijo que tenía que hacerla. Y sí, tengo que hacerla, aunque sea por un año más, pero cuidándome porque esta enfermedad es terrible. Mi hermano murió a las dos semanas de que el virus llegó al Perú. En ese tiempo yo decía que nunca iba a estar encerrado, luego entendí que la mejor forma de cuidarnos es quedándonos en casa. Es una enfermedad que mata. (Nota del editor: En todo momento de la entrevista, salvo para las fotos, el actor utilizó mascarilla).
—¿Le teme a la muerte?
Claro que le tengo miedo, me aterra.
—¿Es verdad que al principio no quería interpretar a Peter?
A Peter no lo quería. A Efraín le dije que estaba loco, que cómo me iba a dar ese personaje. Pero él insistió en que era un gran papel. Y no se equivocó. Y hay algo que no sabes, Peter nació con bigotes, parecía Laurence Olivier. Me gustaba. Pero el mastic, el pegamento que se utiliza para pegar el bigote a la cara daña la piel. Se puede utilizar un par de días, máximo una semana. Por una cuestión de salud, preferí no tenerlo.
—¿Y con el tiempo llegó a querer a Peter?
Claro que sí, ahora le tengo un enorme cariño.
—¿Cree que en la novena temporada concrete su romance con ‘Madame’ (Yvonne Frayssinet)?
No sé, de eso se encargan los creativos, ellos son expertos creando historias.
—¿Alguna vez ha contemplado la idea de dejar los escenarios?
Esa idea la contemplo desde que llegó la pandemia. De concretarse, me gustaría que sea con “El reciclador”, mi propio proyecto. Sería un fin de ciclo soñado. También me gustaría concretar las dos propuestas que tengo pendientes para volver a hacer cine.
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