Un nuevo hallazgo vuelve a confirmar que los antiguos egipcios fueron los primeros grandes amantes de los gatos. Un equipo de arqueólogos encontró en la necrópolis de Saqqara (cerca de El Cairo) decenas de restos momificados de gatos y unas 100 estatuillas felinas de madera. Hoy, el apogeo gatuno sigue vigente. Sin embargo, su significado y relevancia ha variado ampliamente con el tiempo.
—Deidades—
De acuerdo con la creencia persa, el gato tiene un origen mágico. Se cuenta que el héroe Rutsum salvó a un mago de una banda de ladrones. Como agradecimiento, el brujo cogió humo, fuego y dos estrellas muy brillantes para crear el gato persa.
Para la ciencia, el gato tal como lo conocemos proviene del salvaje africano ‘Felis silvestris lybica’. Las primeras evidencias de domesticación se remontan a 10.000 años atrás, de la mano de los primeros granjeros. No obstante, indica la Ancient History Encyclopedia, no fue hasta 4.000 años atrás, con los egipcios, que comenzó a documentarse ampliamente la convivencia entre gatos y humanos.
Esta antigua civilización consideraba a dicha especie como un ser mágico, capaz de atraer la suerte. Por eso no sorprende que una de sus deidades más populares, Bastet –guardiana del corazón, el hogar y los secretos de las mujeres–, fuese representada con el rostro de este animal.
El valor que tenían era tal que el historiador griego Herodoto se sorprendió al ver que, al morir un gato, los dueños se depilaban las cejas en símbolo de aflicción. Es más, una leyenda señala que los persas pudieron invadir Egipto, en parte, porque llevaron gatos al campo de batalla. Los egipcios prefirieron retirarse que herir a los pequeños felinos.
—Expansión—
El sacar a un gato de Egipto no era tarea sencilla, pues estaba prohibido. La Ancient History Encyclopedia indica que se formó un grupo encargado de buscar y retornar a los animales contrabandeados. Aun así, no se pudo evitar su rápida expansión por África y Euroasia.
Este esparcimiento gatuno incluso llegó a los vikingos, en el norte de Europa. Un estudio liderado por los investigadores Claudio Ottoni, Thierry Grange y Eva-Maria Geigl identificó ADN de un gato de linaje egipcio en un puerto vikingo de entre el siglo VIII y XI.
Lo llamativo –resalta Smithsonian.com– es que este pueblo tenía gran respeto por los gatos, a quienes llevaban a sus largos viajes de exploración y conquista. Esta relación puede verse también en su mitología. Por ejemplo, la diosa Freya –una de las más importantes– tenía un carruaje jalado por dos gatos (Bygul y Trjegul). En honor a esta deidad, se dio la tradición de regalar gatos a las jóvenes novias.
Pero todo cambio a mediados del siglo XIII. En esa época –detalla el libro “Cat Sense”, de John Bradshaw– el papa Gregorio IX vinculó a los gatos, especialmente a los negros, con Satanás. Por varios cientos de años, estos animales fueron vinculados a la brujería y la mala suerte.
La reivindicación llegaría en el siglo XVIII, de la mano de la reina María de Francia, esposa de Luis XV. Ella empezó a hacer popular a este animal en la alta sociedad, revela Bradshaw. Luego, un siglo más tarde, el escritor Harrison Weir siguió ese trabajo al organizar el primer show de gatos.
Y aunque ahí comenzó a extenderse la moda de tener un gato, su principal propósito aún era el de erradicar plagas. El portal Gizmodo estima que 500.000 gatos fueron llevados a buques de guerra y a trincheras durante la Primera Guerra Mundial para solucionar dicho problema.
La concepción del gato como animal de compañía llegó con el siglo XX y la desaparición de la necesidad de usarlos como cazadores. Y con el siglo XXI estos animales encontraron una nueva plataforma para hacerse notar: Internet.
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