A las ocho de la mañana, 15 buzos de la Asociación de Pescadores Artesanales Cristóbal Colón se reúnen en la playa Carrizales, en el distrito de San Juan de Marcona, en la costa sur del Perú. Amarran unas mallas alrededor de sus cinturas e ingresan al mar. Una hora después, logran recolectar 750 kilos de erizos rojos. Las mujeres toman a los animales, los colocan en unas jabas y los entregan a los acopiadores. Ellos retiran de los erizos el aparato reproductor, conocido como gónada, lo congelan y lo envían a Asia donde el kilo de este producto, usado en platos gourmet, puede llegar a costar 100 dólares.
El erizo rojo (Loxechinus albus) es uno de los principales recursos marinos explotados por la pesquería artesanal del sur de Perú, cuyas áreas de extracción se ubican entre Pisco y la frontera sur del país, a profundidades que van de los cinco hasta los 35 metros. A diferencia de otras asociaciones, los pescadores de Cristóbal Colón usan la técnica de inmersión a pulmón, es decir, no usan tanque de oxígeno para realizar su trabajo, sino solo su capacidad de mantener el aire a más de 10 metros de profundidad.
Edgar Coqhi Quispe, es uno de los buzos de esta asociación y trabaja solo con su traje de agua, unos lentes, un par de aletas y un tubo respirador. Su primera inmersión fue a los 14 años. Recuerda que su padre lo introdujo al mar. “Ya en los 90 mi familia recolectaba los erizos a pulmón. En esa época no había tantos recursos económicos y los pescadores usaban sus pulmones para sacar a los animales del mar”, cuenta.
Hoy, Edgar Coqhi tiene 32 años y mantiene la tradición de su familia: extrae el erizo rojo y también algas, chanque, lapa y pulpo, únicamente con la técnica de inmersión a pulmón.
Algo sí ha cambiado respecto de otras épocas. Él, junto a los otros 35 pescadores de su asociación, se dedican al repoblamiento del erizo rojo para conservarlo y proteger el equilibrio biológico que perdieron en los años 90 por la sobreexplotación.
Actualmente, son 15 las asociaciones de pescadores artesanales representados por la Comunidad Pesquera Artesanal de Marcona (Copmar) que trabajan, desde el 2005, en la recuperación de los sistemas acuáticos a través de un programa piloto demostrativo.
El proyecto abarca 2000 hectáreas de borde costero y tiene como finalidad hacer sustentable la pesca artesanal a través del ordenamiento territorial —donde las asociaciones tienen espacios determinados para la pesca y conservación del erizo—, el establecimiento de vedas, cuotas de pesca y tallas mínimas para la extracción, la vigilancia de las playas y la aplicación de la técnica del confinamiento para la reproducción de la especie.
Estrategias de conservación que dieron resultados
En 1973, cuando tenía 14 años, Washington Espinoza se hizo buzo. “Ya para esa época se extraía el erizo rojo, pero no a grandes cantidades. El auge llegó a mediados de los 80 con la exportación de las gónadas”, recuerda.
El ahora presidente de la organización de pescadores más importante de la región Ica, Copmar, cuenta que entre 1991 y 1992, los pescadores implementaron la primera veda del erizo. La medida permitió un repoblamiento de la especie nueve meses después, sin embargo, tras el incremento del erizo, “llegaron más de 50 embarcaciones marisqueras foráneas a Marcona, iniciando la depredación a gran escala”.
Washington Espinoza recuerda que entonces, a partir del 2000, los pescadores realizaron numerosas reuniones con el gobierno para discutir cómo se trabajaría en la recuperación del erizo. “Fueron muchas discusiones hasta que se conformó en el 2003 una comisión especial para la recuperación del ecosistema acuático”, cuenta. Dos años después, en 2005, mediante un Decreto Supremo, el gobierno peruano creó el “Programa piloto demostrativo para la recuperación de los ecosistemas acuáticos y uso sostenible de su biodiversidad”.
Este programa estuvo integrado por representantes del gobierno, asociaciones de pescadores, organizaciones civiles que promueven la conservación de especies y la municipalidad distrital de Marcona. Todos ellos trabajaron en conjunto para encontrar una solución al problema de la desaparición de la especie.
Para el dirigente pesquero, ‘la reforma del mar’, como llaman a la sectorización del borde costero para que cada asociación pueda pescar en un solo sector y no se concentre toda la extracción de un solo lugar, fue la principal estrategia para recuperar la especie.
“La idea de lotizar el mar surgió en 2002, porque la sobreexplotación de los recursos, debido a la gran cantidad de pescadores, estaba afectando a algunas áreas. Es así que la Copmar decidió en el 2003 que a cada pescador le corresponderían dos hectáreas de borde costero”, explica. Actualmente, cada organización maneja entre 78 y 249 hectáreas.
En 2006, sin embargo, se decidió establecer una medida más drástica: una veda total del erizo rojo que duró hasta el 2015.
Cuando la extracción se reanudó, mantener la lotización del mar permitió a las asociaciones tener el control y vigilancia de las playas para evitar que ingresen pescadores ilegales. Pero además, se establecieron cuotas de extracción que se reparten en cifras iguales entre las asociaciones de pescadores y una talla mínima. Según explica Rafael Cocchi, presidente de la asociación de pescadores artesanales Cristóbal Colón, el erizo solo se puede extraer cuando su caparazón alcanza los siete centímetros de diámetro. De esa manera, los pescadores se aseguran de que los juveniles alcancen su etapa adulta y puedan reproducirse.
Por otra parte, cada asociación destina cinco hectáreas del área que tiene asignada para aplicar la técnica del confinamiento, que consiste en agrupar a varios individuos de la especie en un mismo espacio para mejorar sus oportunidades de reproducción. En esas cinco hectáreas, “ningún pescador tiene permitido extraer erizos ya que son cuidadas únicamente para permitir el incremento de la especie”, explica Cocchi.
Si bien faltan más estudios científicos para probar que la técnica del confinamiento de erizos funciona efectivamente, la aplicación del conjunto de estrategias ha tenido resultados favorables.
El último informe del Instituto del Mar del Perú (Imarpe) de 2023, sobre la evaluación biológica poblacional del erizo rojo en Marcona, señala que en las áreas que cuidan los pescadores existe mayor cantidad de juveniles, es decir, de erizos pequeños que aún no alcanzan su maduración sexual.
Así mismo, el Ministerio de la Producción reconoce en una resolución del 2020, en la que asigna la cuota de pesca de ese año, un incremento en las capturas, lo que “representa mayor abundancia y disponibilidad del erizo en esa zona”. El Ministerio destaca que el esfuerzo de los pescadores de San Juan de Marcona contribuyó a esto.
Aunque muchas veces las necesidades de la población hacen que las vedas no se cumplan, el caso de Marcona ha sido diferente, asegura el biólogo Víctor Narro, experto en especies bentónicas. “La Copmar tiene medidas de autogestión para regular la pesca del erizo: respeto a la veda, comités de autovigilancia, aplicación de sanciones a los que incumplen con la veda y otras. Este trabajo permitió la recuperación del erizo”, señala.
Aparte de las 15 asociaciones de la Copmar, que trabajan desde la playa Pingüinera hasta la playa Yanyarina en el proyecto piloto demostrativo, hay otras dos asociaciones ubicadas en la zona denominada Kilómetros, al sur de Marcona, que replican estas técnicas. En total, son 880 pescadores que cumplen con el ordenamiento territorial y la vigilancia del cumplimiento de las cuotas de extracción y talla mínima.
El método ha funcionado tan bien, que catorce de las asociaciones de la organización tienen permitido, incluso, realizar el aprovechamiento sostenible de los recursos dentro de la Reserva Marítima San Fernando.
“Somos la única organización que tiene un ordenamiento territorial pesquero y la municipalidad distrital puede gestionar e invertir en pesca debido a que existe un decreto supremo que nos avala”, resalta el dirigente pesquero Washington Espinoza.
“Los pescadores de Marcona junto con el gobierno han desarrollado un modelo de gestión que ha permitido recuperar las poblaciones del erizo rojo, que es clave en la economía local y la canasta básica”, asegura Brian Oblitas, coordinador de proyectos de la ong Fondemar.
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Alternativa durante la veda: las macroalgas
Espinoza cuenta que cuando el erizo rojo empezó a escasear en 1998, los pescadores buscaron otras formas de sustentarse económicamente. En 2005, el Ministerio de la Producción autorizó la extracción de las algas que tuvieran un diámetro mayor a los 20 centímetros. Los pescadores afectados por la sobreexplotación del erizo encontraron entonces la solución en la comercialización de algas (Macrocystis Pyrifera y LessoniaTrabeculata).
La extracción de esta planta acuática, que picada y secada es exportada a China, le permitió a los pescadores de Marcona sustentarse económicamente mientras se cumplía la veda del erizo rojo que duró desde 2006 hasta el 2015.
Sin embargo, con el correr del tiempo, los pescadores se dieron cuenta de que cortar las algas desde el fondo marino perjudicaba al erizo rojo puesto que esta especie habita, justamente, en los bosques marinos.
Washington Espinoza recuerda que para el 2006 cada embarcación sacaba una tonelada diaria del fondo marino que podía venderse en 1200 soles (unos 320 dólares). “Los bosques de algas marinas estaban siendo depredados. Sin saber estábamos destruyendo el hábitat de los erizos”, cuenta.
El Ministerio de la Producción estableció entonces una corta veda, de diciembre del 2008 a febrero del 2009, y a partir del mes siguiente se implementó la colecta pasiva de algas varadas que se realiza hasta el día de hoy. La técnica, explica Espinoza, consiste en recoger únicamente lo que el mar desprende naturalmente.
“Cada pescador puede alcanzar ingresos mensuales por los 3000 soles (810 dólares) con la venta de algas, algunos más otros menos, todo depende de la venta que alcance la asociación”, explica Oblitas Gallardo.
Laboratorios de reproducción
Dado que aún no hay evidencia científica de que el confinamiento de erizos rojos sea un método efectivo, la Copmar busca implementar un laboratorio de cultivo y manejo de esta especie. El objetivo es obtener semillas de erizo y cuidarlas hasta que tengan el tamaño adecuado para ser trasladadas al mar.
Según un estudio que financió la misma Copmar, se necesitan 300 000 soles para implementar un laboratorio pequeño a baja escala que les permitiría producir 8000 semillas de erizo al mes. Hasta este momento, la Municipalidad Distrital de Marcona se comprometió a implementar el proyecto en los próximos dos años con sus propios recursos.
Para que el proyecto funcione, se necesitan técnicos que se dediquen a la reproducción de la especie. “Por eso apostamos a que sean los mismos pescadores, en su mayoría jóvenes, quienes aprendan a manejar el laboratorio”, dice Washington Espinoza. La idea, agrega, es que el proyecto continúe por muchos años pasando de padres a hijos, así como nosotros aprendimos a bucear de nuestros padres”.
Imagen Principal: Los pescadores de Marcona realizan el aprovechamiento del erizo rojo desde 1980. Foto: Cortesía Fondemar
El artículo original fue publicado por Geraldine Santos en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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