El bosque de pinos del ejido Tonalaco es tan frondoso que nadie pensaría que hace 24 años un incendio forestal lo devastó. Los ejidatarios de esta comunidad que limita con el Parque Nacional Cofre de Perote, en Xico, Veracruz, lograron la recuperación de su bosque con la organización comunitaria, reforestación y la reconversión de terrenos agrícolas y ganaderos.
El año 1998 marcó la historia del ejido Tonalaco, ubicado en la zona centro de Veracruz y que tiene parte de sus tierras comunales dentro del Parque Nacional Cofre de Perote. Ese año el fuego arrasó con su bosque. “Cuando pasó, daban ganas de llorar”, recuerda Mario Gálvez Morales, comisariado ejidal de Tonalaco. “No pudimos atajar el incendio, aunque todo el pueblo trabajó; fueron varios días y cuando todo terminó, había árboles quemados, otros secos que ya no sirvieron. Los animales habían muerto, otros habían huido. Hasta nuestros arroyos disminuyeron”.
La temporada de incendios forestales de 1998 fue una de las peores en México: 840 mil hectáreas resultaron afectadas. Tan solo en el estado de Veracruz, la Comisión Nacional Forestal (Conafor) contabilizó 539 incendios, el más grave se presentó en el Parque Nacional Cofre de Perote, donde se perdieron 3 mil hectáreas de bosque de coníferas.
En el ejido Tonalco, el fuego terminó con, por lo menos, 300 hectáreas de bosque.
Revalorar al bosque
Cuando se presentó el incendio, los ejidatarios de Tonalco ya realizaban aprovechamiento forestal en las 208 hectáreas que tienen de uso común. A pesar de ello, no habían logrado detener la tala clandestina ni el pastoreo de ganado sin control. Esas condiciones contribuyeron a que el bosque fuera aún más vulnerable a la expansión del fuego.
El incendio enfrentó a los poco más de mil habitantes de Tonalco a una realidad compleja: sin el bosque, la economía decayó. Por la falta de empleos, mucha gente del pueblo migró; otros buscaron nuevas opciones económicas en la región.
Los habitantes que no se fueron, los que se quedaron, se lanzaron a la hazaña de recuperar la zona forestal. “Nos dimos cuenta de que el bosque era un patrimonio, que nos hacía falta. La gente lo empezó a ver con otros ojos. Empezamos a reforestar cada año hasta que se cubrió todo”, recuerda Darío Gálvez, uno de los ejidatarios.
“Después del incendio, como en el 2000, la asamblea (ejidal) decidió prohibir el pastoreo en el bosque, porque antes el ganado entraba y se comía los renuevos de los árboles. Haga de cuenta que dejaba los palos pelones y no crecía el bosque, se prohibió y el monte empezó a crecer”, cuenta el comisario ejidal.
Mario Gálvez reconoce que, al inicio, varios ejidatarios y habitantes de la comunidad mostraron su descontento por las medidas restrictivas que se tomaron para el uso del bosque. La asamblea ejidal no cedió.
La llegada del programa federal ProÁrbol, en 2007, también ayudó en impulsar la reforestación de las tierras comunitarias del ejido. Los resultados de esos esfuerzos se comprueban al visitar el bosque de Pinus patula recuperado y ubicado a unos 49 kilómetros del Parque Nacional Cofre de Perote.
Lee más | Los guardianes del bosque que da agua a la ciudad de Xalapa, en México
Apostar a la siembra de árboles
José Ruíz Elox, quien fue promotor forestal del ejido, recuerda que desde 2005 la comunidad comenzó la reconversión de 400 hectáreas catalogadas como agropastoriles, para transformarlas en zona forestal.
“La gente de la comunidad —explica Ruíz— percibió que el bosque podía ser una forma económica de vida, igual que la siembra o el ganado, entonces comenzaron a reforestar en sus parcelas. Incluso, algunos ya tienen permisos particulares de aprovechamiento (forestal), estamos hablando de árboles que se sembraron hace 20 años”.
El ejidatario Darío Gálvez no olvida que otros ejidatarios lo calificaron de loco cuando dijo que cambiaría su hectárea de maíz para sembrar árboles. Su apuesta funcionó: ya obtuvo recursos por el primer corte de madera que realizó como parte del aprovechamiento de árboles que tiene en su parcela.
“El año pasado lo aproveché. Dicen que los bienes sirven para remediar los males: se enfermó mi nieto y tuve que echar mano del bosque para llevarlo al médico y pagar el hospital. Ahora me dan la razón los que decían que estaba loco”, recuerda.
Tajín Fuentes Pangtay, integrante de la Red de Estudios para el desarrollo rural RED AC y director general de la organización Sendas A.C., advierte que el trabajo de los ejidatarios va en sentido contrario a la tendencia mundial: en lugar de deforestar, siembran árboles.
En 2021, Sendas A.C. obtuvo recursos de la organización internacional One Three Planted para la reforestación de 120 mil árboles de plantación forestal comercial en 115 hectáreas de áreas comunes del Tonalaco.
“Muchas de las áreas —explica Tajín Fuentes— estaban dedicadas a la siembra y el pastoreo de animales”. Lo que hacen los campesinos es combinar la plantación forestal con sus sembradíos de frijol y de maíz; cuando los árboles alcanzan cierta altura, entonces quitan la siembra.
“Ambientalmente es positivo”, dice Tajín Fuentes. Pero también reconoce que eso revela la existencia de “una quiebra económica del campo: los mismos ejidatarios dicen que sale más barato comprar maíz que sembrarlo”.
El artículo original fue publicado por Flavia Morales en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
Si quieres leer más sobre bosques de Latinoamérica, puedes revisar nuestra colección de artículos. Y si quieres estar al tanto de las mejores historias de Mongabay Latam, puedes suscribirte al boletín aquí o seguirnos en Facebook, Twitter, Instagram y YouTube.