El registro de una familia angustiada que decidió meterse dentro de una piscina para salvarse de los incendios forestales se ha viralizado. Las imágenes del fuego, que ya han arrasado con 270 000 hectáreas en siete regiones del país, son impactantes y los testimonios de aquellos que lograron escapar de las llamas y sobrevivir son desgarradores.
Según el último reporte del Servicio Nacional de Prevención y Respuesta ante Desastres (Senapred), 26 personas han fallecido y 977 se encuentran heridas. Además, más de 1800 personas se encuentran damnificadas y por lo menos 1500 viviendas han sido devoradas por las llamas. A la mañana de hoy, lunes 6 de febrero, son 280 incendios que se encuentran activos, de los cuales 161 están controlados y 69 se mantienen en combate.
“Es un número muy alto”, dijo la ministra del interior, Carolina Tohá, quien precisó que “en solo cinco días se ha quemado (en superficie) lo que se suele quemar en dos años”.
La catástrofe parece ser un déjà vu de los mega incendios que azotaron el país en 2017, cuando 11 personas fallecieron y 467 000 hectáreas fueron devoradas por el fuego. Y es que la ciencia viene asegurando desde hace años que las condiciones climáticas en Chile, producto del calentamiento global del planeta, serán cada vez más extremas y por ello propensas a la ocurrencia de incendios debido al aumento de la temperatura y la disminución de las lluvias. Las autoridades, conscientes de ello, han sido enfáticas: “En los últimos años, nuestro país ha vivido los embates propios del cambio climático. Nos estamos volviendo uno de los territorios del mundo más vulnerables a incendios”, dijo el presidente Gabriel Boric.
Que Chile pueda adaptarse a las nuevas condiciones climáticas para impedir que los incendios se propaguen con la velocidad e intensidad actual es urgente. En esa tarea, cambiar el modelo con el que opera la industria forestal es fundamental, aseguran los expertos.
Chile, el segundo productor de celulosa en América Latina, registra más de tres millones de hectáreas de monocultivos de pino y eucalipto. Los impactos ambientales de esta actividad sobre la disponibilidad de agua, la calidad del suelo y la propagación de incendios han sido ampliamente documentados por la ciencia.
Mongabay Latam conversó con Alejandro Miranda, investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR2) y del Laboratorio de Ecología del Paisaje Forestal de la Universidad de la Frontera. En esta entrevista, el especialista en incendios forestales explica las razones por las que se inicia y propaga el fuego, las responsabilidades que recaen sobre la crisis climática, pero también analiza el papel que juegan el sector forestal y el Estado.
—¿Cuáles son las causas de estos incendios según ha podido comprobar científicamente el CR2?
—La causa de los incendios en Chile se relaciona casi en un 100% a una causa antrópica (es decir, producida por el hombre), sea esta negligente, intencional o accidental. Las subcausas son muy diversas, desde una fogata mal apagada hasta una falla eléctrica en alguna línea, piromanía, quemas de desechos agrícolas o forestales, vandalismo, entre otras razones. Por otra parte, la causa de la propagación de los incendios tiene relación con la interacción de esa ignición (o inflamación) con su medio físico, como el tipo de combustible, la topografía, las condiciones meteorológicas y la estructura, composición y heterogeneidad del paisaje donde se desarrollan.
—El gobierno ha señalado que estos incendios son también producto de la crisis climática que se vive a nivel global ¿Cuál es la responsabilidad de la crisis climática en estos incendios?
—El clima ha tendido hacia condiciones más secas y cálidas. Eso genera condiciones propensas a la propagación de los incendios ya que hay menos humedad general en el ambiente. Por otro lado, tenemos extremos meteorológicos, como olas de calor y fuertes vientos que permiten un mayor desarrollo de los incendios y dificultan su combate.
El cambio climático puede actuar como un amplificador de todas estas condiciones haciéndolas más extremas, más recurrentes o más extensas en el tiempo.
Según la última estimación, hasta el año 2016 el cambio climático antropogénico habría contribuido en un 20 % al área quemada total. Estos últimos años hemos seguido la tendencia hacia un clima más seco y cálido en donde las condiciones observadas de la última década se proyectaban para la segunda mitad del siglo. Esto puede significar que la contribución ahora podría ser mayor.
—¿Cuál es la responsabilidad de la industria forestal en la propagación de estos incendios?
—Hay múltiples factores que determinan la magnitud e intensidad de los incendios. Una variable muy relevante es la estructura y composición del paisaje. Las plantaciones forestales extensivas generan paisajes homogéneos, con alta carga de combustible y con especies (como el pino y el eucalipto) que en su desarrollo evolutivo se han adaptado al fuego permitiéndoles incluso regenerarse rápidamente luego de un incendio. Por lo tanto, la continuidad de estos cultivos contribuye al desarrollo de incendios de gran magnitud ya que a su vez se encuentran mayormente en zonas expuestas a sequías y olas de calor.
Quienes controlan los monocultivos forestales sin duda tienen una responsabilidad en la prevención, mitigación y combate de los incendios, sobre todo ante la evidencia de que es la cobertura del suelo que más se quema en las últimas décadas en Chile. Sin embargo, es deber del Estado fijar límites seguros para el desarrollo de esta actividad económica.
—¿A qué se refiere exactamente con paisaje homogéneo?
—Un paisaje es homogéneo cuando en grandes extensiones existe la misma cobertura del suelo, sin muchas variaciones que se presenten como barreras en este caso al desarrollo del fuego.
Los bosques nativos, por el contrario, contienen una alta variabilidad de especies, composición, edades, estados de desarrollo, claros de bosques, fondos de quebradas más húmedas, etcétera, que pueden operar como discontinuidades del combustible o modificar las condiciones del avance del fuego. Al mismo tiempo, los paisajes heterogéneos tienen múltiples usos y no necesariamente están completamente cubiertos de bosque nativo. Más bien conviven distintas coberturas del suelo, donde incluso pueden haber plantaciones forestales, pero que no monopolicen completamente el paisaje. Puede haber agricultura, ganadería, zonas urbanas, cultivos de diferentes cosas, matorrales, etcétera, que permitan la generación de discontinuidades del combustible.
—Ahora hay incendios de bosque nativo en la comuna de Palena, en la Patagonia norte. En ese caso, ¿cuál sería la causa de la propagación del incendio?
—La causal del inicio de ese incendio en particular la desconozco, pero las condiciones meteorológicas de los últimos días pueden generar las condiciones propicias para incendios en bosque nativo: altas temperaturas, viento y baja humedad. Es decir, a pesar de que estos ecosistemas presentan todas las características antes mencionadas, no son inmunes a la ocurrencia de incendios.
Hay que considerar, sin embargo, que el incendio que se produce en Palena es más bien en un área previamente degradada y posiblemente afectada por incendios anteriormente. Esto es común también en otros ecosistemas, en donde la degradación y fragmentación del paisaje conlleva un sistema más propenso a incendios.
—Un estudio elaborado en 2011 por la Universidad Austral de Chile, la universidad de Oxford y CONAF, señalaba que la disminución de las precipitaciones y el aumento de las temperaturas contribuiría a incendios más frecuentes y de mayor extensión. Además, sostenía que “particularmente vulnerables estarían aquellas regiones dominadas por extensas plantaciones y ecosistemas remanentes altamente fragmentados, es decir, retazos de bosque nativo que han quedado aislados e invadidos por especies exóticas”. Habiendo pasado más de 10 años desde ese informe, ¿le parece que el Estado ha tomado alguna medida para disminuir la posibilidad de incendios?
—Los estudios y observaciones recientes han confirmado estas proyecciones, las cuales incluso se han quedado cortas en sus estimaciones. El cambio climático ha avanzado más rápido de los esperado en esos años, y regiones dominadas por extensas plantaciones y ecosistemas remanentes altamente fragmentados siguen existiendo y ampliándose, por lo que en ese ámbito no estamos muy lejos de lo que se pronosticaba en esos años.
La política pública no ha sido capaz de avanzar a la velocidad de los hechos y esto ha quedado revelado fuertemente el año 2017 y 2023, y en todo ámbito, desde la persecución penal de la generación de incendios a la planificación territorial que tenga el espíritu de minimizar el daño causado por los incendios. Sin embargo, nuevas propuestas de normas técnicas para la generación de cortafuegos y la ley de cambio climático son algunos ejemplos de que se puede avanzar hacia el camino de paisajes resilientes.
—Tras los incendios del 2017, el Consejo de Política Forestal entregó un plan para restaurar el patrimonio afectado por los incendios, el cual incluía «un ordenamiento territorial de las plantaciones arbóreas». Rodolfo Contreras, en ese entonces el jefe de secretaría de política forestal, aseguró en esa oportunidad que «la idea es generar plantaciones sobre la base de mosaicos, con diferentes especies, para lograr una discontinuidad en el combustible, controlar el fuego y evitar así que llegue a zonas pobladas». ¿Eso se hizo?
—Entiendo que no se ha avanzado mucho en ese ámbito. En la medida que no exista una normativa que obligue a un ordenamiento territorial, este no ocurrirá.
—Un estudio del CR2 cuantificó que el 17 % del bosque nativo incendiado entre el 2000 y el 2016 en la zona centro sur del país, cambió su uso de suelo y que el principal destino de estos terrenos ha sido para plantaciones forestales. ¿Se sabe si ese patrón se repitió después de los mega incendios de 2017? ¿Se podría esperar que pase lo mismo ahora?
—Es difícil saber sin tener los datos o haber hecho el análisis. Sin embargo, lo que se ha observado es que áreas cubiertas previamente por bosque nativo en la región del Maule han sido fuertemente invadidas por pinos, lo que en el largo plazo sí podría generar un cambio de uso de suelo en la práctica.
—¿Necesita Chile repensar el modelo forestal para poder adaptarse al cambio climático?
—Desde mi punto de vista, sí. Las condiciones que se observaron el año 2017 o este 2023 serán más recurrentes en el futuro. El año 2017 se quemó el 10 % de las plantaciones forestales del país, lo que me imagino no es sostenible en el largo plazo. A su vez las grandes extensiones de monocultivos forestales tienen otras externalidades ambientales y sociales que deben abordarse. El cambio climático puede amplificar estos conflictos.
Hay que avanzar hacia paisajes más heterogéneos y multifuncionales que les permitan ser más resilientes. Esto, por supuesto, es más fácil decirlo que hacerlo, ya que existen múltiples actores e intereses en el territorio, pero al menos en el ámbito académico hay consenso en que es hacia allá que hay que avanzar.
Por otra parte, en el corto-mediano plazo se debería definir qué extensión de monocultivos son capaces de sostener los territorios o cuencas minimizando la pérdida de servicios ecosistémicos y riesgos permitiendo mantener una actividad económica sostenible en el área. Además en zonas de alta densidad poblacional o cercanas a ciudades o zonas rurales se debería limitar el desarrollo de plantaciones.
—Le parece que, dado el aporte que está teniendo la Corporación Chilena de la Madera (CORMA) en el combate de incendios (la asociación gremial chilena que reúne a las empresas y personas relacionadas con el sector forestal), ¿es problemático para el gobierno hablar en estos momentos de las responsabilidades que le competen al sector?
—Las empresas forestales tienen cerca de la mitad de la fuerza de combate de incendios. Esta colaboración debe extenderse también hacia la planificación del territorio.
—¿Qué hay que hacer para que estos incendios no vuelvan a ocurrir?
—Es posible que en el futuro vuelvan a ocurrir incendios de magnitud. Hay que minimizar el daño que puedan causar, en parte con medidas que he mencionado antes. Es necesario establecer una hoja de ruta diseñada con los múltiples actores para que tenga la mayor efectividad posible y que defina objetivos a diferentes horizontes temporales. El escenario futuro requiere de la colaboración, tanto como se hace en el combate, en la planificación de paisajes resilientes a incendios forestales.
—Había en el Congreso un proyecto de ley que buscaba que las plantaciones forestales ingresen al Servicio de Evaluación de Impacto Ambiental. Finalmente ese proyecto de ley quedó en nada. ¿Qué tan importante es que se retome?
—Este y otros proyectos avanzan en el camino correcto, proyectos que permitan una definición territorial de la interfaz urbano rural para limitar el desarrollo de actividades con alta carga de combustible, como ese proyecto de ley o el que impide el cambio de uso del suelo post incendio en bosque nativo, van contribuyendo en la adaptación a un nuevo escenario climático, a la protección del patrimonio natural y de las contribuciones de la naturaleza a la sociedad.
—Expertos aseguran que Chile debe avanzar en restauración de ecosistemas para hacer frente al cambio climático. ¿Qué tanto entorpecen el camino estos incendios forestales?
—Lo entorpecen, pero a su vez revelan con más fuerza la necesidad de la restauración de ecosistemas avanzando hacia paisajes resilientes. Tal como el 2017 incentivó a incrementar fuertemente las capacidades de combate de incendios del país, espero que este 2023 sea un punto de inflexión también hacia un nuevo acuerdo social por una planificación del territorio que permita hacer frente al cambio climático.
Foto principal: Incendios en Chile. Foto: Agencia Uno.
El artículo original fue publicado por Michelle Carrere en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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