Desde siempre, los osos provocan fascinación en el ser humano. Han sido motivo de leyendas y de historias que dejan huella en la memoria e, incluso, su presencia ha inspirado varias películas. En las últimas décadas, las ocho especies de oso que existen en el mundo también han sido protagonistas de proyectos científicos que buscan asegurarles un futuro y, al mismo tiempo, proteger sus hábitats. Este es el caso del oso andino o de anteojos, el único representante de la familia Ursidae y del género Tremarctos que habita en América del Sur y, que desafortunadamente, desde hace varios años está clasificado como Vulnerable por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
El oso andino habita en Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y solo hasta hace muy poco se comprobó que su distribución llega hasta el noroeste de Argentina. Este gran mamífero es clave para la permanencia de los ecosistemas andinos. El gran territorio que necesita para vivir y alimentarse es una de las razones que lo convierten en una especie sombrilla, es decir, aquella que al ser conservada permite la protección de muchas otras, tanto de fauna como de flora.
Los expertos aseguran que el animal se encuentra en riesgo debido a la destrucción de sus hábitats y, en muchos casos, a la cacería que realizan campesinos que lo acusan de acabar con sus cultivos y ganado, a pesar de que en la mayoría de los casos no tienen evidencias al respecto.
Para poner el reflector sobre la situación que vive este gran mamífero, cada 21 de febrero se conmemora el Día Internacional para la Protección de los Osos del Mundo. Es por ello que Mongabay Latam destaca dos proyectos de investigación científica que tienen como objetivo conservar a los osos andinos en Ecuador y Argentina.
Explorando el hábitat más austral del oso andino
Durante mucho tiempo hubo una gran incertidumbre sobre la presencia del oso andino en Argentina, incluso, se debatía si estaba presente en el sur de Bolivia. De esto ya no existe duda.
Hacia los años 2005 y 2006, Fernando Del Moral, “casi por producto de la casualidad” —como él mismo dice— se encontró con huellas de oso andino, mientras estaba en una salida de campo investigando sobre jaguares en el departamento de Orán, en la provincia de Salta, al noroeste de Argentina. «Fue un hallazgo valioso porque la presencia del oso andino había sido muy discutida en Argentina e inclusive en el sur de Bolivia», le dice a Mongabay Latam el biólogo argentino.
Del Moral y otros de sus colegas presentaron los resultados en un boletín de la Asociación para el Estudio y Manejo de los Osos (IBA), con sede en Estados Unidos. Ese, recuerda Del Moral, fue el inicio del Proyecto Juco, una organización de la que actualmente es director y que tiene como objetivo el monitoreo, manejo y conservación a nivel poblacional del oso andino en las selvas nubladas del noroeste de Argentina y el sur de Bolivia, y que con el tiempo también empezó a trabajar con otros grandes carnívoros en esa región.
“El camino ha sido bastante extenso y a veces difícil porque los trabajos de campo y la permanencia del proyecto muchas veces han sido costeadas por los investigadores. En ese sentido, el proyecto fue adquiriendo un componente no solo científico, sino también social que está muy vinculado con las luchas territoriales, ambientales y sociales de comunidades indígenas y campesinas, la protección de las cuencas altas de agua y la preservación de la parte terminal de los Andes tropicales que está vinculada con selvas nubladas, pastizales de altura y cañales de alturas; un complejo regional muy poco conocido y con una alta diversidad”, relata Del Moral.
Los análisis genéticos que se han hecho en el Proyecto Juco han mostrado que las densidades de oso andino en Argentina (provincias de Salta y Jujuy) son extremadamente bajas. Los investigadores siguen intentando indagar más sobre las particularidades poblacionales en esta región, pues aún falta más información sobre esta especie a la que, hasta el momento, se ha vinculado con bosques y pastizales de altura.
“Las estimaciones que manejamos son de entre 50 y 100 individuos. Una población extremadamente baja y con una tasa de encuentro con humanos muy baja. Como particularidad, el oso en este ecosistema [noroeste de Argentina y sur de Bolivia] tiene encuentros frecuentes con otras especies de grandes carnívoros como el jaguar, inclusive a cotas tan altas como los 3 800 y casi 4 000 metros de altura en algunas partes”, explica el investigador.
Uno de los principales logros del Proyecto Juco fue la inclusión del oso andino en el listado de mamíferos presentes en Argentina, pues las provincias de Jujuy y Salta no habían sido muy exploradas y lo que se conocía muchas veces correspondía a extrapolaciones de otros sitios. “El trabajo extensivo en territorio permitió este logro, también hemos llevado a cabo los primeros análisis genéticos para el oso en nuestra región y queremos vincular estos trabajos con otros investigadores en el sur de Bolivia, ya que esto nos va a abrir muchísimas más puertas, en cuanto a ver la diversidad genética que tiene el oso aquí e indagar en algunos aspectos de su historia evolutiva en su distribución más al sur”, asegura Del Moral.
Otro tema en el que Del Moral y sus colegas de investigación han sido pioneros es en el rastreo de huellas de oso auxilíandose del olfato de los perros. Para el investigador, al ser el perro un animal sumamente social, su fuerte vinculación con el humano ha sido un gran aporte a muchos proyectos científicos pues, en los trabajos de campo y de exploración, potencia y optimiza mucho más el éxito de los resultados que se pueden obtener. “Hay diversos estudios, y nosotros estamos llevando a cabo uno que está en pleno desarrollo, en donde se miden las tasas de encuentro de indicios de oso y jaguar (huellas, restos, olores, etc) obtenidas tanto por investigadores expertos como por perros. Hemos obtenido hasta cinco veces más éxito de hallazgos con los perros”, comenta.
De hecho, Del Moral recuerda que las primeras muestras de oso andino en Argentina fueron colectadas con dos de los perros del Proyecto Juco (Gaucho y Baquiano). Fueron esas muestras las que permitieron acceder a material genético que posteriormente fue secuenciado.
Otra de las investigaciones en las que trabajan actualmente tiene que ver con las interacciones del oso con el jaguar, tanto en áreas de altura, un hábitat poco frecuente para el felino, como en zonas bajas de selva lluviosa, un hábitat poco frecuente para el oso.
Relación entre osa y oseznos
El biólogo ecuatoriano Armando Castellanos lleva 28 años trabajando con osos andinos en Ecuador y en el año 2000 creó la Fundación Oso Andino. Para esa época, dedicaba gran parte de su tiempo a proyectos de liberación y reintroducción de estos animales a los que, luego de dejar en su hábitat natural, les hacían seguimiento por telemetría. Poco a poco también empezó a trabajar con osos silvestres.
Hoy el tema de la liberación y reintroducción es algo que poco hace y eso, para él, son buenas noticias. En los inicios del trabajo de Castellanos era muy común que aparecieran personas con oseznos a los cuales habían “rescatado”. “Para mí eso de ‘rescatado’ no es tal porque la gente, quizás sin saber, lo que hacía era prácticamente secuestrarlos. Y es que a través de los collares satelitales nos dimos cuenta que, sobre todo las osas primerizas, salían de sus nidos a buscar alimento y los oseznos, como cualquier bebe travieso, salían y se alejaban de su madre. Ella luego los busca y los encuentra, pero la gente pensaba que los osos estaban perdidos y por eso supuestamente los rescataban”, comenta Castellanos.
Este tipo de situaciones fueron frecuentes en Ecuador hasta 2013, pero Castellanos y su equipo hicieron un fuerte trabajo de concienciación junto a las autoridades ambientales y asegura que hoy son muy pocos los casos de presuntos osos rescatados. “En 2015 liberé mi último oso”, afirma.
De acuerdo con el investigador, las estimaciones genéticas sugieren que en Ecuador hay entre 3 000 y 4 000 osos andinos en etapa reproductiva. Y aunque no se tiene ningún ejercicio de censo, el investigador cree que las poblaciones hoy deben estar entre los 5 000 y 6 000 individuos. El trabajo de la Fundación Oso Andino ha encontrado que la especie se mueve principalmente en los bosques nublados y los páramos, pero ha habido algunos reportes de osos casi llegando a la Amazonía, entre los 600 y los 800 metros sobre el nivel del mar.
A diferencia de lo que ocurre en Argentina, en donde las poblaciones de osos son bajas y los reportes de encuentros con humanos son pocos, una de las preocupaciones en Ecuador es el conflicto oso-humano, sobre todo porque algunos animales se alimentan de cultivos de maíz o depredan ganado. Sin embargo, estos problemas suelen darse por la destrucción del hábitat del oso, la ampliación de la frontera agropecuaria, o incluso la construcción de carreteras e hidroeléctricas que van quitándole áreas de movilidad, comida y descanso.
Una de las especialidades de Castellanos es el trabajo de telemetría y le ha puesto collares satelitales a muchos osos. “Las informaciones más relevantes que hemos obtenido respecto al comportamiento maternal han sido gracias a los collares satelitales. Nunca antes se había estudiado el comportamiento natural de una madre con sus oseznos; gracias a los collares pudimos llegar y observar ese comportamiento. Estamos muy felices porque de osos andinos no se conocía nada”, afirma.
Castellanos y el equipo de la Fundación Oso Andino están próximos a publicar un artículo científico con todos los hallazgos y los detalles del proceso de telemetría. Por ejemplo, ahora saben que las madres primerizas paren una cría, mientras que las más experimentadas pueden tener dos y no se alejan de ellas.
Los proyectos de Castellanos y la Fundación Oso Andino no paran. Actualmente, están centrando su atención en identificar cuáles son las áreas preferidas por los osos y analizar muestras de sangre para identificar las enfermedades que padecen, muchas de las cuales provienen de animales domésticos. Además, como la minería y la contaminación están en aumento en zonas donde habitan los osos, es una prioridad conocer más sobre la presencia de metales pesados y microplásticos en el agua y en los cuerpos de estos animales. “Esperamos continuar investigando más, la ciencia es adictiva, siempre quieres conocer más y más”, destaca el biólogo.
*Imagen principal: El Proyecto Juco trabaja con las poblaciones más australes de oso andino, en el sur de Bolivia y noroeste de Argentina. Foto: Cortesía Proyecto Juco.
El artículo original fue publicado por Antonio José Paz Cardona en Mongabay Latam. Puedes revisarlo aquí.
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