Hace dos semanas vimos cómo el pelo es una característica de los mamíferos, evolucionado de la rama ancestral que nos separó de reptiles y dinosaurios. Explicamos cómo la cobertura pilosa es fundamentalmente igual en casi todas las especies de mamíferos, pero hay excepciones.
Los mamíferos que poseen armaduras en vez de pelo no son animales primitivos ni son un retroceso evolutivo. Los mamíferos que desarrollaron armaduras incluyen animales que han evolucionado mecanismos y modos de vida altamente especializados. Entre los mamíferos acorazados, destacan dos grupos que a primera vista parecen similares, pero son muy distintos: los armadillos y los pangolines.
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Evolución paralela
La pandemia del COVID-19 puso en primeras planas al pangolín, acusado inicialmente como fuente del nuevo coronavirus. Las investigaciones descartaron esa teoría, pero sirvió para llamar la atención sobre este apacible y tímido animal en peligro de extinción.
Hay ocho especies de pangolines, cuatro en Asia y cuatro en África, todas relativamente pequeñas (el pangolín gigante no llega al metro de largo) y con características comunes. La más saltante es que a pesar de ser mamíferos, en vez de pelos, sus folículos anclados en la piel han desarrollado plaquetas planas que forman escamas. La consistencia de las plaquetas es parecida a las uñas, ya que ambos son del mismo material: queratina, una proteína que forma estructuras rígidas.
Los pangolines se especializan en el consumo de hormigas y termitas. Esto ha hecho que evolucionen ciertas características idénticas a los osos hormigueros: cabezas alargadas con lenguas largas y delgadas que reposan en el esófago y no en la boca. No tienen dientes, pero sí sistemas digestivos que protegen del veneno de las hormigas, y abundancia de saliva para digerirlas rápido.
Otra característica de pangolines y osos hormigueros son las patas delanteras con garras para excavar. Las ‘uñas’ del pangolín son tan grandes que le impiden usarlas bien para caminar. Tienen colas largas y patas posteriores con las que caminan, al punto que algunos los consideran esencialmente bípedos. Los osos hormigueros usan más las patas delanteras para caminar, pero ambos animales se apoyan en su cola y se paran para alcanzar fuentes de comida y para defenderse.
“Actualmente, solo existen armadillos en las Américas. Hay 21 especies que van desde el pichiciego argentino al armadillo gigante”.
Hasta ahí llega el parecido con el oso hormiguero, cuyas garras delanteras le permiten enfrentarse a predadores. El pangolín es un animal de movimiento lento y su defensa principal no son sus garras, sino su armadura: las escamas cubren todo su cuerpo, excepto el abdomen. Ante predadores, como felinos y hienas, el pangolín se enrolla en una bola que las escamas hacen impenetrable.
Lamentablemente, la armadura natural no protege al pangolín contra el ser humano, quien lo caza para alimento y medicina tradicional. Cabe aclarar que el término ‘medicina tradicional’ incluye remedios y tratamientos valiosos, pero en el caso del pangolín, los supuestos beneficios que se atribuyen a sus partes, incluyendo poderes afrodisíacos, han quedado desvirtuados por la ciencia y caen en el ámbito de las creencias infundadas y la superstición.
Los pangolines, por lo fácil que resulta atraparlos, son los animales más traficados del mundo y están en peligro extremo de extinción. La pandemia, con mayores restricciones al comercio de animales silvestres y mayor conciencia sobre sus riesgos, felizmente les ha dado una relativa tregua.
Osos y armadillos
Los osos hormigueros únicamente viven en América y no solo son de otra familia taxonómica respecto a los pangolines, sino de otro orden. Su evolución fue en otra rama diferente, mucho antes de desarrollar características que definen a su familia de especies. A pesar de grandes similitudes, no hay parentesco cercano entre osos hormigueros y pangolines.
Curiosamente, los otros mamíferos que desarrollaron armadura son del mismo orden que el oso hormiguero (‘Xenarthra’), los dasipódidos o armadillos.
Los armadillos evolucionaron en el Pleistoceno, hace unos 60 millones de años, al inicio del auge de los mamíferos tras desaparecer los dinosaurios. Nueve géneros extintos han sido identificados, y entre esas primeras especies, algunas alcanzaron a pesar más de 200 kilos, con colas como mazos.
Actualmente solo existen armadillos en las Américas. Hay 21 especies, que van desde el pichiciego argentino de 15 cm hasta el armadillo gigante de 1,5 m y 54 kilos.
Al igual que los pangolines, usan sus patas delanteras para excavar y se alimentan de insectos. Sin embargo, una diferencia importante con los pangolines es que la coraza de los armadillos no son plaquetas de queratina, sino láminas del mismo material que los huesos, pero que crecen de la piel.
Estas láminas segmentadas tienen una cobertura de queratina que les da cierta flexibilidad y les permite enrollarse, aunque solo una especie puede hacerlo completamente como los pangolines. Estas láminas no son una variante del pelo, más bien guardan cierta similitud con la piel de los reptiles, un indicador de la antigüedad de su orden taxonómico.
“Los apacibles pangolines son los animales más traficados del mundo y están en peligro extremo de extinción”.
Muy vulnerables
Otra diferencia con los pangolines es que los armadillos no trepan árboles; habitan en agujeros en el suelo, lo cual los hace más vulnerables. Su caparazón se usa para fabricar charangos, y desde México hasta Sudamérica son cazados por su carne, y para supuestas medicinas. Esto ha llevado a algunas especies al borde de la extinción.
En Venezuela se ha prohibido el consumo de armadillos debido al peligro de todo comercio de animales silvestres: la transmisión de enfermedades.
Por su baja temperatura (34 °C), los armadillos son hospitalarios a ‘Mycobacterium leprae’, y son considerados un reservorio de lepra, la que transmiten a la gente que los manipula o consume su carne. También son reservorio de la enfermedad de Chagas.
Aunque la armadura de pangolines y armadillos no baste para protegerlos de los humanos, la conciencia sobre su posible extinción y el peligro de su comercio quizás sea lo que les dé la protección que necesitan.
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