Ryan Graves, David Fravor (exaviadores de la Marina de EE.UU.) y David Grusch (exoficial de inteligencia del Pentágono) se presentaron hace unos días ante el Subcomité de Seguridad Nacional en la Frontera y Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, en Washington. Bajo juramento, aseguraron que las autoridades estadounidenses ocultan evidencia sobre naves y restos que no son de este planeta.
El mes pasado, Grusch había aparecido en medios de comunicación locales contando lo que señaló ante la subcomisión del Congreso: que, a través de un programa especial, el Gobierno de EE.UU. ha estado recopilando, en las últimas décadas, una serie de artefactos que chocaron o aterrizaron con nuestro planeta, así como material biológico “no humano” de quienes tenían a su cargo estas naves.
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Durante su presentación, se le hicieron muchas preguntas para conocer más detalles, pero el exfuncionario no las contestó por señalar que se trataba de información confidencial.
Como era de esperarse, el Pentágono respondió remarcando que no cuentan con “ninguna información verificable” que les permita corroborar que haya existido o existan “programas relativos a la posición o ingeniería inversa de materiales extraterrestres”. Y también, como era lógico, esta situación ha hecho que varios legisladores consideren que hay un ocultamiento por parte del Gobierno.
Hilando fino
La pregunta clave es ¿hay vida en otros planetas? En diversas ocasiones, el recordado Tomás Unger se mostró como un firme convencido. En estas páginas explicó sobre cómo –y solo por probabilidad– podría haber miles de planetas con condiciones similares a las de la Tierra en la Vía Láctea. “Incluso, si somos soberbios y pensamos que somos los únicos en nuestra galaxia, hay millones de otras en el universo en las cuales buscar”.
Unger sí consideraba que las posibilidades de que nos encontremos con estas otras formas de vida eran prácticamente nulas, principalmente por las distancias astronómicas. A su entender, tuvo que ser Lucy –el homínido de 3,18 millones de años de antigüedad– quien enviara un mensaje “para que quien viva en Andrómeda lo esté recibiendo”. El divulgador sostuvo que todo lo que se podría hallar serían mensajes fósiles.
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En el caso de las recientes declaraciones de los exfuncionarios debemos considerar dos puntos claves.
Primero, que estar bajo juramento no quiere decir, inmediatamente, que todo sea verdad. Pero también es cierto que si en esas audiencias se miente, la pena es la cárcel.
Segundo, no se mostró ninguna prueba. Todos son dichos. Además, en el caso de Grusch –que fue quien dio las declaraciones más llamativas– no fueron los suyos, sino de terceros. Cuando se le preguntó sobre si ha visto las naves o los restos “no humanos” la respuesta también fue negativa.
Se dice que para afirmaciones extraordinarias se requiere evidencia extraordinaria, y en un caso como este, cobra mucha más vigencia. No porque se trate de ocultar “una verdad incómoda para los gobernantes”, sino porque termina siendo lo mismo que ya se sabía.