La semana pasada vimos cómo el cáncer ataca diferentes órganos y tejidos del cuerpo. Cuando aparece un cáncer, reemplaza el espacio que ocupaban células sanas con células cancerosas, y al seguir multiplicándose, causa graves trastornos, pudiendo además proliferar y mutar. Por eso, uno de los avances más importantes en su tratamiento es la detección temprana, que permite atacar las células cancerosas antes de que se esparzan y sea más difícil combatirlas.
Recientemente se han logrado avances notables en la detección temprana del cáncer, sobre todo en la identificación de marcadores en pruebas de sangre, orina y heces, y el análisis genético de biopsias. Hay cientos de ensayos clínicos en marcha alrededor del mundo probando nuevas terapias, buscando mejorar el estándar de cuidado y la combinación idónea de tratamientos.
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El éxito no siempre se define en curar al paciente, es decir, en que no quede ningún rastro de células cancerosas. Hay tumores que son inoperables, pero en algunos casos, con tratamiento, se puede detener su progreso. Cuando el crecimiento de un tumor se detiene, es posible vivir con cáncer por muchos años. En esos casos, el éxito se define no solo en la supervivencia, sino en la calidad de vida del paciente.
Tratamientos
La radiación, quimioterapia, cirugía y tratamientos hormonales se consideran tratamientos estándar, es decir, verificados científicamente como eficaces a través de experimentación rigurosa, y cuyos efectos secundarios son conocidos y aceptables.
Los experimentales son los que están siendo sometidos a experimentación médica, cuya eficacia y efectos secundarios todavía no se han probado en suficientes pacientes o segmentos diversos de la población para tener claros los posibles resultados. Todos los tratamientos estándar fueron antes experimentales y hubo mucho debate de cuándo y cómo se deben aplicar, por lo que siempre sigue la experimentación.
Tratamientos adyuvantes son los que, añadidos al principal, potencian su efecto. Por ejemplo, una cirugía puede ser seguida de radiación o quimioterapia, para prevenir que se reproduzcan las células que no fueron extirpadas en la cirugía. Un tratamiento neoadyuvante precede a la terapia principal, y busca mejorar su eficacia. Por ejemplo, sometiendo un tumor a radiación antes de extirparlo.
“Hoy [la radioterapia] usa instrumentos de una precisión impensable a cuando comenzó su uso hace un siglo”.
En la radioterapia se usa radiación ionizante para matar las células del tumor. Hoy usa instrumentos de una precisión impensable que cuando comenzó su uso hace un siglo.
El primer uso de radiación para curar el cáncer fue documentado apenas 4 años después del descubrimiento de los rayos X por W.K. Röntgen (1895), y un año después de que Marie Curie descubriera los elementos radioactivos radio y polonio. Era un sistema costosísimo, hasta que los descubrimientos realizados al desarrollar la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial hicieron posible la producción de isótopos radioactivos.
En los ochenta, la radioterapia dependía de rayos X simples para ubicar el tumor, de usar la radioterapia conformada en 3D (RT3D) y la tomografía axial computarizada (TAC), que permitió localizar tumores con más exactitud. Luego vinieron más técnicas: resonancia magnética nuclear (RMN), ecografía (PET) y radioterapia por intensidad modulada (IMRT), que usa programas computarizados para controlar intensidad y enfoque de la radiación. En este siglo se están perfeccionando la radioterapia 4D, que protege tejidos sanos anticipando movimientos, y terapias con elementos radioactivos en el cuerpo para irradiar el tumor directamente.
Avances y limitaciones
La quimioterapia para tratar el cáncer se inició alrededor de 1940. Aunque cualquier fármaco puede denominarse así por usar sustancias químicas con fines medicinales, quimioterapia es el uso de fármacos antineoplásicos administrados oralmente o intravenosamente –más de 100 sustancias naturales o sintéticas– que detienen el desarrollo de tumores malignos.
El diseño de terapias dirigidas o inmunoterapia mitigó el problema de no distinguir entre células sanas y cancerosas, y sus efectos secundarios.
La inmunoterapia usa el sistema inmunológico del cuerpo para luchar contra células cancerosas. Activar el sistema inmunológico se remonta al siglo XIX, cuando el médico William Coley (EE.UU.,1862-1936), padre de la inmunoterapia, infectó a sus pacientes con el virus ‘Streptococcus pyogenes’ para despertar sus defensas y combatir sarcomas incurables.
Recién entre las décadas del sesenta y setenta se descubrió que las citoquinas, pequeñas proteínas responsables de la comunicación intercelular del sistema inmunológico, pueden activar respuestas inmunes para atacar células cancerosas. Las células cancerosas tienen moléculas en la superficie (antígenos) que pueden ser reconocidos y usados como blanco para terapias.
En la terapia inmunológica, la terapia con células dendríticas, las células sanguíneas del paciente son incubadas con antígenos del tumor, activadas, y vueltas a introducir al paciente, induciendo una respuesta inmunológica que ataca el tumor. Hay terapias con anticuerpos y otras con citoquinas.
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Las terapias complementarias son tratamientos no invasivos, que en combinación con el tratamiento oncológico contribuyen al bienestar físico, emocional y mental del paciente. Son parte de un tratamiento integral, que las incluye para permitir al paciente sobrellevar los tratamientos, reduciendo el dolor, náuseas, ansiedad y fatiga. También hay terapias alternativas que rechazan y pretenden reemplazar la medicina tradicional. Estas pueden ser muy peligrosas, pues su evidencia científica de beneficio es poca o nula, como ha sido el caso con algunos supuestos tratamientos contra el COVID-19.
El apuro en buscar tratamientos y curas novedosas es comprensible, pues aún los aceptados no ofrecen garantía ni siempre están disponibles. La medicina avanza a velocidad impresionante, pero los descubrimientos pueden tomar años en poner resultados al alcance de todos.