Es muy interesante observar lo que sucede con las vacunas contra el COVID-19 en el mundo. La semana pasada, todos nos sorprendimos cuando los Centros para el Control y Prevención de EE.UU. (CDC) revisaron sus recomendaciones y permitieron que las personas totalmente vacunadas dejen de usar mascarillas al aire libre y en espacios cerrados, incluso en presencia de gente no vacunada.
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La decisión cayó por sorpresa, incluso para el presidente Joe Biden, quien solo tres días antes había dicho en un evento público que había que cuidarse mucho del contagio con las variantes del nuevo coronavirus para evitar un resurgimiento de la pandemia en su país.
Tratando de rescatar el duro golpe a su prestigio que sufrieron los CDC durante el gobierno de Donald Trump –en que fueron percibidos como maniatados por la Casa Blanca–, esta vez la doctora. Rochelle Walensky, directora de los CDC, aclaró que su decisión fue enteramente guiada por la ciencia.
En ese sentido, destacó algunos recientes estudios de efectividad de la vacuna, que demuestran dos hechos fundamentales: las vacunas protegen de enfermedad grave y muerte, y los vacunados que se infectan prácticamente no contagian a los demás.
“El gran problema de esa decisión es que es imposible saber si una persona está vacunada”.
Con esa evidencia y con casi el 50% de la población adulta completamente vacunada, se decidió permitir que quienes hayan recibido las dos dosis de Pfizer o Moderna, o la única dosis de Johnson & Johnson, dejen de usar mascarillas en espacios abiertos, y en espacios cerrados, como restaurantes, centros comerciales o supermercados.
Las excepciones incluyen visitas al hospital o consultorio del médico o dentista, transporte público en trenes, aviones u ómnibus, estar en aeropuertos o terminales de transporte, o visitar casas de ancianos.
El gran problema de esa decisión, que está dirigida a premiar a la persona completamente vacunada, es que es imposible saber si una persona está completamente vacunada o no. Por ejemplo, si usted va a un restaurante, y nota que nadie usa mascarillas, porque con la nueva disposición, toda persona completamente vacunada ya no está obligada a usarla, ¿cómo saber quiénes están completamente vacunados y quienes están mintiendo?
Ante la ausencia de los llamados pasaportes de vacunación, el uso de mascarillas en lugares abiertos y cerrados en EE.UU. se convierte entonces en un acto de honestidad, pero ¿quién sería la persona más afectada por un posible contagio? ¿La persona vacunada o la no vacunada? Sin duda que la no vacunada, quien tendría más probabilidades de infectarse, enfermarse, complicarse y hasta morir. La persona vacunada está protegida.
Surge de ahí una de las primeras controversias de esta nueva regulación. ¿Están con esta disposición los CDC yendo muy lejos y renunciando a su deber de proteger a toda la población? ¿Están los CDC poniendo en peligro la vida de inocentes personas?
Eso lleva a examinar el programa de vacunación de EE.UU., que luego de una demanda impresionante de vacunas –con días en los que se administraron más de cuatro millones de dosis– ha tenido una disminución tan importante, desde la segunda quincena de abril, que algunos estados ofrecen incentivos tan impresionantes como una lotería semanal de US$1 millón para quienes se vacunen.
Eso indicaría que la proporción de la población que desea vacunarse ya lo hizo, y que los que quedan son los más renuentes.
—Adoptando innovación—
En ese sentido, y con respecto a la adopción de las vacunas, es importante entender que frente a una innovación –como lo es una vacuna– teoría de adopción de innovaciones del psicólogo Everett Rogers nos dice que los seres humanos no adoptamos las cosas nuevas que se nos ofrecen de la misma manera.
En ese sentido, el 2,5% de las personas son los llamados innovadores, es decir, son las primeras personas en adoptar la innovación, en este caso, son las primeras que se ponen las vacunas. Son aquellas que madrugan o duermen en la puerta del vacunatorio para ser las primeras.
El 13,5% son los adoptadores tempranos, es decir aquellos que no irán el primer día, pero se vacunarán pronto, en los primeros días o semanas. El 34%, o mayoría temprana, son aquellas personas que esperarán algunas semanas o meses para vacunarse, asegurándose de que las vacunas son seguras y no causan problemas.
“Ante la ausencia de los llamados pasaportes de vacunación, el uso de mascarillas se convierte en un acto de honestidad”.
Por último, otro 34% o mayoría tardía son personas que tardarán mucho tiempo en vacunarse y a quienes cuesta convencerlas. Al final está un 16% de personas, los rezagados, que nunca se vacunarán.
Revisando las cifras de vacunación en EE.UU., se calcula que la mitad de los adultos elegibles en Estados Unidos ya se han vacunada, por lo que ya es posible que los innovadores, adoptadores tempranos y mayoría tardía ya se vacunaron (esos tres números suman 50%).
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El reto es convencer a la mayoría tardía y a los rezagados y lograr la inmunidad del grupo. Para ello, al menos 75% de la población debe estar vacunada.
Con su decisión, los CDC están impidiendo que la actitud negativa de los que no quieren vacunarse retrase la revitalización económica del país. En vez de esperar a que los renuentes se vacunen, los CDC premian a los completamente vacunados, y a los otros les dicen que lo hagan (el 90% de los estadounidenses vive a menos de 8 km de un puesto de vacunación), y que si no se vacunan, deberán asumir sus consecuencias.
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