El 9 de junio, mediante la Resolución Ministerial 375-2020-MINSA, se aprobó el documento técnico “Manejo ambulatorio de personas afectadas por COVID-19 en el Perú”. Hasta el momento de escribir esta columna (16 de octubre), esa guía no ha sido actualizada, por lo que el manejo del paciente ambulatorio con COVID-19 en el Perú se sigue rigiendo por pautas que tienen más de cuatro meses de antigüedad. Eso, en tiempo de pandemia, es ir a velocidad de tortuga.
Una norma similar, que dispuso que los medicamentos hidroxicloroquina, ivermectina y azitromicina no sean usados en pacientes hospitalizados, fue actualizada recién la semana pasada, después de cinco largos meses.
Hoy veremos tres importantes aspectos del documento de manejo ambulatorio de COVID-19, que –entre otros– merecen una urgente puesta al día: el tratamiento farmacológico, el tipo de prueba de diagnóstico, y el plan para la identificación y el seguimiento de casos y contactos para evitar futuros brotes.
–TRATAMIENTO–
La norma del 9 de junio clasifica a los pacientes con COVID-19 en leves, moderados y severos, y especifica que solo los primeros pueden ser atendidos ambulatoriamente. Los casos moderados y severos –dice la norma– deben ser tratados en establecimientos con mayor capacidad resolutiva que cuenten con áreas de hospitalización y áreas de atención crítica.
La norma clasifica a los pacientes con enfermedad leve en dos grupos, aquellos con y sin factores de riesgo, que incluyen tener más de 65 años, hipertensión arterial, enfermedades cardíacas, diabetes, obesidad, asma, enfermedad pulmonar y renal crónica, e inmunosupresión, ya sea por enfermedad o por tratamiento.
La norma indica que los pacientes con enfermedad leve con factores de riesgo deben recibir tratamiento con hidroxicloroquina por siete días y una dosis de ivermectina.
“La norma del 9 de junio especifica que el diagnóstico de COVID-19 se realiza mediante una prueba serológica”.
El asunto es que la comunidad científica peruana está agriamente dividida con respecto al uso de esos medicamentos en casos ambulatorios de COVID-19. Cinco importantes sociedades médicas (la Sociedad Peruana de Medicina Interna, la Sociedad Peruana de Medicina Intensiva, la Sociedad Peruana de Enfermedades Infecciosas y Tropicales, la Sociedad Peruana de Neumología, y la Sociedad Peruana de Hematología) se han pronunciado públicamente exigiendo que la ciencia y la investigación peruanas no sean políticamente manipuladas.
Dicen también que, al no existir estudios científicos publicados hasta el momento que sustenten el uso de hidroxicloroquina, azitromicina e ivermectina en la profilaxis o el tratamiento de casos leves ambulatorios de COVID-19, esos fármacos no deben ser utilizados.
Del mismo modo, en una carta al editor de la revista “Acta Médica Peruana”, 13 expertos de cuatro centros académicos peruanos y siete centros académicos de EE.UU., Canadá y Australia sugieren retirar la ivermectina y la hidroxicloroquina del tratamiento de COVID-19 al no existir sustento científico para su uso.
A pesar de esa formidable oposición, la ministra de Salud, Pilar Mazzetti, afirmó en una conferencia de prensa la semana pasada que su interés es que “los pacientes tengan, hasta donde sea posible, la máxima oportunidad de recibir algo que les disminuya su carga viral”, y que “si se tiene la posibilidad de que algo pudiera hacer efecto y sus riesgos sean mínimos, la compra de medicamentos continuará”.
–IDENTIFICACIÓN DE CASOS Y CONTACTOS–
Este es otro asunto que se ha quedado peligrosamente atrasado en el tiempo. La norma del 9 de junio especifica que el diagnóstico de COVID-19 se realiza mediante una prueba serológica. Esta debe aplicarse en los contactos directos de un caso positivo. Al haber consenso en la comunidad científica universal (incluyendo la OMS, la FDA y el CDC) de que las pruebas serológicas no deben ser usadas para hacer el diagnóstico de COVID-19, esta norma nacional tiene que ser urgentemente modificada. La identificación de casos y de contactos -como se hace en todo el mundo- es a través de pruebas moleculares.
–COROLARIO–
La epidemia en el Perú está en un momento crucial. A pesar de que los casos nuevos, las hospitalizaciones, las admisiones en UCI y las muertes están disminuyendo rápidamente, el país debe prepararse para una segunda ola de la epidemia. Europa, hace más de dos meses, pasó un momento de aparente victoria, como el que vive el Perú actualmente; sin embargo, los rebrotes están paralizando de nuevo aquel continente.
En ese sentido, el error de no haber usado pruebas moleculares para el diagnóstico de los casos y sus contactos al inicio de la pandemia no debe repetirse. Como lo mencionamos en la columna del 27 de setiembre, si bien pudo aceptarse en su momento que, por escasez de pruebas moleculares y laboratorios que las procesaran, se haya tenido que recurrir a las confusas pruebas serológicas, ya las condiciones han cambiado.
Por otro lado, y en preparación para la segunda ola, además de un plan social de contingencia para la primavera y el verano, es urgente desarrollar un robusto sistema de identificación de casos y contactos con pruebas moleculares. Para impedir nuevos brotes, es mandatorio encontrar y aislar a los casos activos y a sus contactos, si estos resultan positivos.
Ya es momento de que en términos de tratamiento –suspendiendo inútiles medicinas– y de uso de pruebas –retirando las serológicas–, el Perú se ponga al día.
Somos el país con la mayor tasa de mortalidad por COVID-19 en el mundo, este es el momento de enderezar el timón del barco y no volver a tropezar con la misma piedra.
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