En abril de 2017, Giancarlo decidió retomar su carrera en la Policía después de haber enfrentado desde el cáncer desde 2015. (Foto: Giancarlo Arriaga)
En abril de 2017, Giancarlo decidió retomar su carrera en la Policía después de haber enfrentado desde el cáncer desde 2015. (Foto: Giancarlo Arriaga)

A sus 27 años, Giancarlo Arriaga sentía que su carrera en la Policía Nacional estaba en ascenso. Pero la vida da vueltas, y al joven alférez le tocaría enfrentar a un enemigo incluso más peligroso que el crimen o la delincuencia: el .

Todo comenzó en 2015, cuando se encontraba en Chile por una misión de estudio. Al país vecino había ido becado por un año para capacitarse con los Carabineros.

El curso ya se encontraba en la recta final y Giancarlo empezó a notar que su rendimiento físico había disminuido notablemente.

“A mí siempre me ha gustado bastante jugar fútbol, y mientras llevaba el curso jugaba en mis ratos libres. Pero, de pronto, empecé a sentir que ya no rendía como antes; me cansaba rapidísimo”, comenta el joven policía a El Comercio.

Giancarlo Arriaga fue diagnosticado de leucemia a los 27 años. (Foto: Giancarlo Arriaga)
Giancarlo Arriaga fue diagnosticado de leucemia a los 27 años. (Foto: Giancarlo Arriaga)

Al inició pensó que todo se debía a que estaba con sobrepeso, por ello, no se le ocurrió mejor idea que salir a correr y quemar calorías. Pero las cosas no mejoraron; al contrario, se dio cuenta de que definitivamente algo no andaba bien en su organismo.

“Corría dos cuadras y, luego, tenía que caminar dos cuadras. Eso no era normal, por toda mi formación policial yo debía de resistir mucho más”, recuerda el oficial.

Sin embargo, las cosas empeoraron cuando se enfermó de gripe. Tenía la garganta tan inflamada que ni siquiera podía tragar la comida, y, como no sentía mejoría con la medicina que estaba tomando, tuvo que ir de emergencia al hospital.

En emergencia, los médicos trataron su caso como si fuera una amigdalitis, pero al realizarle un hemograma (análisis de sangre) detectaron que tenía la hemoglobina muy baja, al igual que el plasma, las plaquetas y las defensas. El diagnóstico final lo dejó helado: tenía

¿Qué es la leucemia?

Consultamos con el doctor Daniel Enríquez, oncólogo-hematólogo del INEN, para que nos explique en qué consiste esta enfermedad.

La leucemia es una neoplasia de las células progenitoras hematopoyéticas, que son las que dan origen a la sangre -en términos simples- hablamos de un cáncer a la sangre. Este es considerado el más agresivo de todos los cánceres, ya que, a diferencia del resto, se enfoca en toda la distribución del cuerpo, por lo que puede estar en cualquier parte.

Según el tipo de célula que afecta, puede ser linfática o mieloide. Cuando la célula que da origen a los linfocitos (los que se encargan del sistema de defensa del cuerpo) es la afectada, se trata de una leucemia linfática. Es mieloide cuando las células dañadas son los glóbulos rojos, las plaquetas, los neutrófilos o los eosinófilos.

Además, por su tipo de biología, la leucemia se puede caracterizar como aguda o crónica. La aguda se presenta en menos de tres semanas con síntomas como fiebres persistentes, sangrados, aparición de manchas rojas en la piel o sangrados espontáneos, y es más agresiva. La crónica se considera una enfermedad más lenta que, por lo general, no es muy agresiva.

La leucemia es el único cáncer que no se previene; es decir, no existe al momento ninguna medida que podamos tomar para reducir su probabilidad de aparición. Se trata de un evento rápido y, por lo tanto, muy difícil de predecir.

Sin embargo, sí hay algunos factores que predisponen a la población en general a desarrollar más leucemia, por ejemplo el factor biológico, como ciertas mutaciones heredables. Luego existe un grupo de factores adversos que se asocian a la leucemia pero que no están claramente definidos, por ejemplo, la radiación ultravioleta o la radiación general, los tóxicos minerales, el benceno (presente las pinturas y combustible para motores), entre otros. Todo eso está relacionado al daño del material genético y, por lo tanto, puede propiciar el desarrollo del cáncer.

Internamiento

Para Giancarlo resultaba frustrante y doloroso tener que darles la noticia a su madre y hermanas, quienes se encontraban en Perú. Tuvo que recurrir a una tía para que ella se los diga.

“Desde que yo tengo uso de razón mi madre se ha fajado, se ha sacado la mugre para sacar adelante a su familia. Ella me hizo profesional”, comenta el protagonista de esta historia. “Hasta ese momento las cosas me estaban yendo bastante bien, yo llevaba las riendas de la casa, ayudaba a mis hermanas con sus estudios; entonces, contarles de mi enfermedad me ponía muy triste”, agrega.

Ya en Lima, y tras un breve paso por el Hospital de la Policía, fue admitido en el INEN (Instituto Nacional de Enfermedades Neoplásicas). Ahí los médicos le explicaron que su tratamiento iba a ser largo. Se le iba a someter a cinco internamientos, que constaban de una inducción y cuatro consolidaciones.

El tratamiento de la mayoría de los pacientes de leucemia mieloide aguda generalmente se divide en dos fases de quimioterapia: inducción, dirigida a deshacerse de tantas células leucémicas como sea posible, y consolidación, tratamiento adicional para tratar de destruir células leucémicas remanentes y ayudar a prevenir una recaída.

La gran demanda de pacientes hace que sea difícil conseguir una camilla en el hospital. Felizmente, el joven policía pudo encontrar un espacio en el pabellón de adolescentes, que lo acogió pese a su edad –el ingreso es solo hasta los 22 años-, y en el cual logró hacer grandes amigos. Dado la gravedad de su situación, era necesario internarlo de una vez.

En el INEN, Giancarlo descubrió una realidad para la cual no se había preparado. “Fueron los días más crudos que he experimentado en toda mi vida. A pesar de que por mi profesión yo he tenido que lidiar con delincuentes e incluso me ha tocado levantar cadáveres; nadie me preparó para afrontar la crudeza de esta enfermedad, ni para ver el sufrimiento de jóvenes y niños con cáncer, ni para ver morir a mis amigos y compañeros de cuarto a mi costado”.

Tratamiento

La leucemia es una neoplasia de las células progenitoras hematopoyéticas, que son las que dan origen a la sangre. (Imagen: Shutterstock)
La leucemia es una neoplasia de las células progenitoras hematopoyéticas, que son las que dan origen a la sangre. (Imagen: Shutterstock)

Al poco tiempo le tocó realizar su inducción; es decir, su primer internamiento. El joven oficial fue llevado a un cuarto aislado en el que, por casi 40 días, solo tuvo contacto con el personal médico. Allí recibió 10 quimioterapias.

“En nuestro cuerpo tenemos bacterias desde la boca al ano, pero normalmente no nos afectan porque nuestras defensas nos protegen. En la quimioterapia, en cambio, al estar nuestras defensas bajas, esas bacterias sí pueden causar problemas. Por eso, usualmente aislamos a los pacientes para protegerlos, incluso el personal que los atiende debe entrar con protección para no infectarlos”, explica a este Diario Lourdes López, doctora del Departamento de Oncóloga Médica del INEN, quien fue médica de Giancarlo.

En este primer procedimiento, Giancarlo estuvo muy deprimido. Empezó a notar varios cambios en su cuerpo como la pérdida de peso y la caída del cabello. El miedo era constante, pensaba que en cualquier momento podía morir.

“Ingresé a internamiento con un amigo, él estaba en el cuarto contiguo, y cada vez que yo iba al baño pasaba a saludarlo por la ventanita de su habitación. Al tercer día de haber iniciado el tratamiento ya no lo volví a ver, no quise preguntar qué había pasado con él, pero ya me lo imaginaba”, cuenta el joven, que vivía con el temor de correr con la misma suerte.

Las quimioterapias dejaron su cuerpo indefenso, y como resultado tuvo una enterocolitis aguda –una infección al intestino- y una neumonía. Debido a ello, los doctores le suspendieron la comida, pues no podía pasar alimento alguno.

“Me quitaron la comida, no podía ingerir nada por vía oral. Estuve así por 16 días. Solo me alimentaba por intravenosa. Imagínate la ansiedad, yo siempre he sido una persona que ha comido bien, y ahora ni siquiera podía tomar agua. Los doctores me dijeron que si lo hacía podía perforar el intestino”, recuerda.

Un día de tantos, su doctora le dio la gran noticia de que su cuerpo había empezado a reaccionar al tratamiento, sus defensas estaban subiendo y ya no necesitaba las transfusiones. Al día siguiente sus defensas se habían duplicado; y al tercer día aumentaron aún más. Finalmente, pudo salir a tiempo para pasar navidad en su casa.

Aún quedaban cuatro internamientos por completar; y, aunque él tenía la esperanza de poder llevar la quimioterapia ambulatoria, los doctores le dijeron que debía regresar al hospital a internarse. Si bien la inducción fue exitosa, había que terminar las cuatro consolidaciones para eliminar las células leucémicas remanentes.

La primera y segunda consolidaciones no le chocaron tanto. Una vez concluidas, le dieron la buena noticia de que la enfermedad se encontraba en cero por ciento. Para él y su familia fue una alegría total; sin embargo, debía de terminar las consolidaciones restantes.

De la tercera consolidación casi no sale vivo. El joven oficial tuvo una fuerte infección. Según cuenta, le apareció un pequeño grano en la boca que, a las pocas horas, se expandió por toda la cavidad bucal.

“Tuvo una infección por una bacteria que se llama pseudomona (una bacteria intrahospitalaria), la cual le causó un acceso a nivel de la faringe. Pudo haber muerto, felizmente la bacteria era sensible a los antibióticos que le administrábamos, explica la doctora López.

Para su suerte, la cuarta consolidación la pasó sin mayores complicaciones, y hoy ya lleva cuatro años en remisión, es decir, sin el cáncer. Tras acabar el tratamiento, tuvo que asistir a controles mensuales. Actualmente sigue haciéndose chequeos pero de manera semestral en el INEN y trimestral en el Hospital de la Policía.

Corazones Amarillos

Fue tras la tercera consolidación que Giancarlo tomó la decisión de formar un grupo que se encarga de realizar actividades recreativas para los pacientes del Pabellón de Adolescentes del INEN.

“Yo tuve la suerte de tener un seguro, además, mientras estaba mal seguía recibiendo un sueldo con el cual mi familia podía darme una buena calidad de vida. En cambio, hay otros chicos que vienen de provincia o de hogares humildes que no tienen los recursos para complementar su tratamiento”, dice el policía.

Gracias a Corazones Amarillos muchos pacientes de este pabellón han podido celebrar sus cumpleaños, salir a montar caballo, visitar a la Policía Aérea y disfrutar de navidades llenas de alegría y diversión.

Recuperación

En abril de 2017, Giancarlo decidió retomar su carrera en la Policía. Su reingreso no fue fácil. Algunas personas le dijeron que no estaba apto para ser policía. Muchos colegas no entendían la magnitud de lo que le tocó vivir ni los cuidados que debía tener.

“Yo todavía tengo muchos cuidados. Debo vigilar mi dieta, no estar sometido a grandes cantidades de estrés, no estar expuesto demasiado al calor, evitar los cortes, los golpes, las sustancias tóxicas, entre otras cosas”, puntualiza.

No obstante, no todo fue malo, muchas personas lo apoyaron. Actualmente se desempeña como instructor en la Escuela Técnica Superior PNP de Chiclayo.

“Hay que disfrutar la vida porque es corta. A veces uno se arrepiente de las cosas que hizo y de las que no hizo. Hoy, si yo tengo que correr, corro; si tengo que saltar, salto; si me tengo que parar de cabeza, me paro de cabeza. Yo no sé cuándo tenga que partir de acá, pero quiero irme con la satisfacción de haber vivido plenamente, de ser feliz. Y dentro de eso está mi gran sueño de Corazones Amarillos, de cada día hacerlo más grande y de cada día compartir un poco de alegría con las personas que más lo necesitan”, reflexiona Giancarlo.

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