Los médicos contaban al inicio de la pandemia con escasas alternativas para tratar a los pacientes con COVID-19, que llegaban a los hospitales con la esperanza de encontrar ayuda. De manera paralela, los investigadores comenzaron a trabajar en vacunas, pero también en tratamientos para las personas ya contagiadas.
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Ahora, a más de un año y medio de los primeros casos de COVID-19, existen opciones terapéuticas prometedoras que se están probando en el mundo, y que incluso han recibido autorizaciones de emergencia.
“Lo mejor para cuidar a nuestra población es tener las más avanzadas herramientas [tratamientos], que se están usando en países del primer mundo”, nos dice el doctor Álex Castañeda, médico infectólogo y presidente de la Sociedad de Enfermedades Infecciosas y Tropicales - Filial Macronorte.
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A continuación, resumimos algunas de las principales alternativas de tratamiento contra el COVID-19 y qué tan cerca estamos de tenerlas a disposición de manera generalizada.
Para evitar hospitalizaciones y muertes
Hay personas que por sus enfermedades preexistentes están en mayor riesgo de desarrollar COVID-19 grave, requerir hospitalización y fallecer. Es para estos pacientes que se están ideando medicamentos que buscan evitar el progreso de la enfermedad. Y la clave es que sean administrados ni bien se presenten los síntomas.
- Anticuerpos monoclonales
Los anticuerpos monoclonales, que ya han sido aprobados de emergencia en EE.UU., Europa y Brasil, son versiones de los anticuerpos creados en laboratorio que combaten la proteína S, una parte clave del coronavirus. Al atacar la sección que le permite unirse a la célula, el virus ya no tiene forma de replicarse, por lo cual el COVID-19 no avanza.
El tratamiento, que no está disponible en el Perú, puede ser utilizado en niños y adultos no hospitalizados con síntomas leves o moderados de COVID-19 y que tienen riesgo alto de desarrollar formas graves de la enfermedad (personas con obesidad, diabetes, enfermedades crónicas).
“Los ensayos clínicos con este tratamiento demuestran que reduce en 70% las probabilidades de hospitalización y muerte en pacientes covid positivos con alto riesgo de complicaciones, y en un 52% el requerimiento de atención médica por parte de los pacientes que reciben el tratamiento, lo que podría significar un impacto descongestionando el sistema de salud”, explica el médico infectólogo James Gutiérrez, presidente de la Sociedad Peruana de Medicina Interna, sobre esta terapia que se administra vía intravenosa.
- La apuesta de Pfizer
Además de desarrollar una de las vacunas contra el COVID-19 más usadas en el mundo, la farmacéutica Pfizer se encuentra probando su propio tratamiento contra la enfermedad. Se trata de un antiviral inhibidor de la proteasa. Esta terapia, cuyo mecanismo es usado en medicamentos para el VIH y hepatitis C, detiene la actividad de las enzimas proteasas del virus, que son fundamentales para que el patógeno se multiplique. Así, se evita su replicación.
La ventaja de este fármaco en desarrollo, dice la compañía, es que su aplicación es oral. Es decir, las personas con confirmación de COVID-19 podrán tomar la píldora en casa sin necesidad de recurrir a un hospital para su aplicación.
Según explicó la firma, en pruebas in vitro ha mostrado una “potente actividad antiviral in vitro” contra el SARS-CoV-2 y otros coronavirus. Ahora, el ensayo clínico se encuentra en reclutamiento para la fase III. El presidente de la compañía, Albert Bourla, dijo en abril que esperan que esté disponible para fines de año.
Para pacientes graves
Cuando la respuesta inmune de una persona frente a un patógeno, en este caso el SARS-CoV-2, es insuficiente o desequilibrada, la enfermedad progresa. En ese escenario, desde hace varios meses se recomienda, por ejemplo, el uso de corticoides como la dexametasona, que fue el primer tratamiento avalado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), luego de que se demostrara en ensayos clínicos que reducía hasta un 30% las muertes en pacientes graves, quienes se encuentran en una fase inflamatoria producto de la tormenta de citoquinas causada por una respuesta excesiva del sistema inmune.
Hace pocas semanas, la OMS actualizó sus recomendaciones e incluyó el uso de dos medicamentos llamados antagonistas de la interleucina-6 en pacientes con COVID-19 grave o crítico. Estos fármacos (tocilizumab y sarilumab), usados originalmente para la artritis, inhiben esa reacción excesiva, con lo cual se reduce el riesgo de muerte y de la necesidad de ventilación mecánica. Se recomienda su uso en ambientes hospitalarios y en conjunto con corticoides.
“Estas citoquinas se ven expresadas en las formas severas, los máximos niveles de estas sustancias proinflamatorias se ven en las formas severas que terminan incluso en la muerte. Entonces, tener fármacos que bloqueen a estas sustancias es lo que podría hacer que estos pacientes sobrevivan”, explica el infectólogo Álex Castañeda.
La OMS destacó que “la administración de estos fármacos reduce las probabilidades de muerte en un 13% respecto a la atención habitual”, Sin embargo, su director, Tedros Adhanom, advirtió que “siguen siendo inaccesibles e inasequibles para la mayor parte del mundo”.
Antes del contagio
Como detallamos líneas arriba, algunos fármacos son diseñados para evitar que las personas ya contagiadas se agraven; otros medicamentos están dirigidos a pacientes que se encuentran graves. Pero existen alternativas terapéuticas en desarrollo que buscan que una persona no se infecte (profilaxis).
- AstraZeneca y su tratamiento de anticuerpos
El laboratorio anglosueco AstraZeneca dijo hace poco que un tratamiento que desarrolla contra el COVID-19 mostró “resultados alentadores”, ya que reduce el riesgo de desarrollar una enfermedad sintomática, sobre todo en personas vulnerables.
Se trata de una combinación de dos anticuerpos de acción prolongada que, en general, logra una reducción de 77% en el riesgo de COVID-19 con síntomas. La compañía afirmó en un comunicado que su terapia en desarrollo, llamada por el momento AZD7442 y es administrada por vía intramuscular, no había tenido efectos positivos en personas ya infectadas, pero cuando fue administrada antes del contacto con el coronavirus, lograron resultados esperanzadores.
En el ensayo de fase III, que incluyó a más de 5 mil personas, el 75% de participantes tenía comorbilidades. “No hubo casos graves o muertes relacionadas a COVID-19 en los tratados con AZD7442. En el brazo de placebo, hubo tres casos de COVID-19 grave, que incluyeron dos muertes”, detallaron.
Según la compañía, el medicamento en prueba puede ser un importante complemento para “las personas que pueden necesitar más que una vacuna para recuperar una vida normal”.
¿Cuándo estarían en el Perú?
Por el momento, el Gobierno no se ha pronunciado respecto a los procesos de validación en el país de alguna de estas alternativas terapéuticas. Para el doctor Álex Castañeda, presidente de la Sociedad de Enfermedades Infecciosas y Tropicales, estas podrían estar disponibles de manera generalizada “a corto plazo” en el mundo y, probablemente, en el Perú.
Sin embargo, los expertos consultados por este Diario coinciden en que, además de la vacunación, se debe trabajar desde ya para que las alternativas de tratamiento lleguen pronto al país.
“Recordemos que el SARS-CoV-2 sigue siendo un virus nuevo, que aún está en estudio y que frecuentemente se brindan avances para su manejo por parte de las autoridades sanitarias internacionales. Por ello, es necesario estar al día con estas novedades, a fin mejorar el manejo integral de los pacientes en el país, ya que esto se traduce en múltiples beneficios sanitarios, sociales y económicos, que van desde la reducción de hospitalizaciones y muertes, hasta la mejora de atención por parte del Estado”, afirma James Gutiérrez, presidente de la Sociedad Peruana de Medicina Interna.
Sin embargo, de llegar alguno de estos tratamientos al país, no pueden estar solo al alcance de quienes pueden pagar por ellos, ya que al ser medicamentos nuevos su precio suele ser elevado.
“Aquellos que tienen la mayor probabilidad de morir [por COVID-19], ¿por qué no se pueden beneficiar con estos tratamientos? Entonces ese acceso debe ser equitativo, evidentemente, pero abocado a esas personas que son las que más sufrirían”, indica el doctor Álex Castañeda.
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