Senden, Alemania (dpa). Todo debe ocurrir muy rápido cuando Klaus Sames muera. Su cuerpo será cubierto de hielo y trasladado a un instituto en donde será embalsamado y congelado. El plan del prestigioso profesor alemán: "dormir" por 100 o 200 años y luego "revivir". ¿Un paso a la vida eterna o un delirio sin fundamento?
El científico de 75 años sueña con lo primero. Y trazó por eso un plan con todos los detalles: los 60 kilogramos de hielo que harán falta para tapar su cadáver y ralentizar la descomposición de las células, el traslado a la ciudad de Senden, en el sur de Alemania, la funeraria donde será "dormido" y los métodos que se utilizarán.
Katrin Amunts, miembro del Consejo Alemán de Ética, considera el rocambolesco plan "poco serio". "Hasta ahora no es posible congelar órganos y volver a descongelarlos con la esperanza de que sigan funcionando", explica la neuróloga. Los daños en el proceso serían demasiado grandes. "Todo intento está condenado al fracaso".
Pero Sames tiene otra opinión. Durante décadas de trabajo científico investigó el envejecimiento del cuerpo humano, manteniendo en secreto su verdadero interés: la posibilidad de una resurrección.
"Cuando aún estaba en la ciencia no revelé nunca que me interesaba la criogenia", explica ya convertido en pionero alemán en ese campo, que estudia la preservación de órganos o seres vivos completos por congelación con la vaga esperanza de tratarlos en el futuro con una tecnología médica aún inexistente y así poder reanimarlos.
El investigador explica que su cuerpo cubierto de hielo llegará a la funeraria en donde "será llenado de un líquido congelante para 'dormirlo'". Para eso tendrán que seccionarle el tórax, vaciar su sistema circulatorio y sustituir la sangre por un anticongelante.
El proceso estará a cargo de Markus Maichle, embalsamador con experiencia en la conservación y traslado de cadáveres a otros países que califica a Sames de "loco lindo".
Pero el destino del científico no terminará allí. Cuando su cuerpo haya sido relleno del líquido congelante, será llevado a 78 grados bajo cero y transportado hasta una empresa de Estados Unidos en la que, según el plan, descansará en una cámara a 196 grados bajo cero por tiempo indeterminado. "Cien años por lo menos", estima.
El largo sueño tendrá por supuesto un costo que Sames cree haber cubierto con el dinero que ya transfirió al instituto. El profesor estima que el plan saldrá entre US$49.000 y US$61.000.
El propio Sames admite que no está claro cuándo podría volver a ser reanimado. "Las descongelación de un cuerpo sin que sufra daños no es sencilla", admite. Pero confía en que los avances de la medicina encuentren en un futuro la respuesta. "Tal vez funcione alguna vez", especula.
Mientras tanto, se enorgullece de una "salud de hierro". A sus 75 años tiene aún "muchos años por delante" antes de embarcarse en su particular aventura.