En noviembre del 2017 publicamos en esta página “La genética de Dios”. El motivo fue comentar sobre la aparición de un libro con ese título que discutía la intervención humana en el genoma. El texto trata de CRISPR, el método que permite cortar y cambiar el código genético para alterar una característica específica.
–El propósito–
CRISPR fue aplicado por primera vez en un ser humano por un médico chino, sin conocimiento ni autorización de sus superiores. Su objetivo era alterar los genes de una persona para lograr la inmunidad al sida. El sistema CRISPR, en teoría, podría permitir eso, así como la eliminación de enfermedades hereditarias, y hasta cambiar el color de ojos.
Quienes se oponen a esta línea de investigación acusan a los científicos de “jugar a ser Dios”. Acusación que también se hizo en contra de la concepción in vitro, que se viene practicando con éxito por más de dos décadas. Ahora estamos por entrar en una nueva etapa de la reproducción in vitro y tiene un futuro tan amplio como el CRISPR. Se trata de la gametogénesis.
“Se trata de satisfacer el deseo muy humano de hacer familia de quie-nes no pueden hacerlo por medios naturales”.
–In vitro–
La reproducción in vitro es la fertilización de óvulos fuera del cuerpo humano. En algunos casos con el uso de óvulos o esperma donados, y en muchos otros con sus propios genes. La fecundación in vitro cambió la base del concepto de paternidad. Quedó demostrado que se puede tener hijos prescindiendo del sexo, lo que ha ampliado las posibilidades de hacer familia y tener descendencia.
–El gameto–
Los requisitos para iniciar una vida son un óvulo y un espermatozoide, que son llamados gametos. Ha quedado demostrado que esto puede ocurrir fuera del cuerpo humano. Una vez que el óvulo es fecundado, el embrión implantado será un bebe, igual a uno concebido en el útero.
Para iniciar la vida con el código genético completo se necesitan dos gametos radicalmente diferentes: el masculino y el femenino. En ambos casos los gametos se forman por lo que se llama gametogénesis. A partir de células madre o pluripotentes, el contenido genético en las células se reduce a la mitad y se convierte en células especializadas, cada una con solo 23 cromosomas. El gameto masculino es un espermatozoide y el femenino es un óvulo.
–Gametogénesis in vitro–
Como hemos visto, en un proceso normal, la gametogénesis se lleva a cabo en el testículo o en el ovario y se produce con células madre o pluripotentes de un hombre y una mujer –capaces de dividirse por meiosis y convertirse en células diferenciadas–.
La gametogénesis in vitro es un proceso por el cual se obtienen gametos –óvulos y espermatozoides– comenzando con células diferenciadas de un adulto, que son reprogramadas para que actúen como células pluripotentes y estimuladas hasta convertirse en espermatozoides y óvulos.
El inglés John Gurdon, quien demostró que células diferenciadas (como las de la piel) mantienen la pluripotencia, y el japonés Shinya Yamanaka, que descubrió los genes implicados en la diferenciación celular, ganaron el Premio Nobel de Medicina conjuntamente en el 2012 por esas contribuciones a la ciencia, que hoy permiten esta nueva tecnología reproductiva.
Aunque la gametogénesis in vitro solo se ha llevado a cabo en ratones, ya se discuten las implicancias éticas y legales de lo que significaría una reproducción totalmente asexual humana en el laboratorio. Al poder iniciar la gametogénesis prescindiendo del testículo y del ovario, podremos comenzar la formación de un gameto con células de nuestra elección. El perfeccionamiento de la técnica, si logra adecuarse al uso en humanos, tendría el potencial de ayudar a parejas que no pueden producir gametos pero que desean tener hijos propios. También permitiría que una mujer pudiera concebir sin necesidad de un donante varón.
“Al poder iniciar la gametogénesis prescindiendo del testículo y del ovario, podremos comenzar la formación de un gameto con células de nuestra elección”.
–CRISPR y gametogénesis–
Al combinar la gametogénesis in vitro con CRISPR, no solo se podría desarrollar un embrión a partir de células especialmente seleccionadas de cualquier adulto (no necesariamente un hombre o una mujer); también es posible alterar o editar el material genético del embrión para cambiar sus características.
Para los que consideran la fertilización in vitro una ofensa y una invasión a las facultades reservadas a Dios, sospecho que esto les parecerá pésimo. Ahora que todos los límites en la formación del genoma de un bebe están siendo superados, ¿qué más se puede esperar?, ¿que prescindamos de humanos y todos los procesos terminen en el útero de un mamífero criado para este propósito?
Esto nos lleva al fondo de la cuestión: no se trata de jugar a Dios ni hacer experimentos para crear Frankensteins de laboratorio. Se trata de satisfacer el deseo muy humano de hacer familia de quienes no pueden hacerlo por medios naturales. También se trata de buscar maneras de evitar que nazcan quienes en caso de heredar determinados genes defectuosos estén predestinados a vidas de sufrimiento y una muerte prematura.
Aunque alteren radicalmente creencias hondamente arraigadas, los avances de la ciencia siempre encontrarán donde desarrollarse y eventualmente ser universalmente aceptados. Esperemos que los progresos en ese campo sean debidamente regulados y supervisados para evitar la explotación de quienes anhelan tener familia. Porque de hacerse, se harán de todos modos.
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