Redacción EC

El lince ibérico, el felino más amenazado del planeta, gana terreno en España, después de haber rozado la desaparición. Sin embargo, pese a una fuerte movilización por su supervivencia, se enfrenta a un enemigo inesperado: los automóviles.

Esta es actualmente "la mayor amenaza" para esta especie, asegura la ONG de protección de la naturaleza WWF.

El número de linces atropellados se disparó en los últimos años, pasando de 2 en 2008 a 22 en 2014, un récord. Desde 2002, 73 de ellos murieron en las carreteras, según un recuento de WWF que denuncia la falta de acondicionamiento de las vías.

"Lo más indignante es que sabemos lo que hay que hacer (...) es un problema que prodríamos eliminar en cuatro meses", se indigna Ramón Pérez de Ayala, responsable de la ONG. 

Según él, bastaría con poner barreras, desbrozar las cunetas y proteger los pasos naturales para permitir a los animales cruzar las carreteras. Unas obras cuyo coste sería de seis millones de euros.

Pero "con la excusa de la crisis no se están haciendo ni las labores de mantenimiento más básicas", denuncia.

El ministerio de Fomento asegura sin embargo que "está colaborando en la lucha contra el atropello". A principios de junio, firmó un plan de acción con el ministerio de Agricultura.

A la lacra de los atropellos se suma una enfermedad hemorrágica que afecta a los conejos salvajes, principal presa del lince ibérico. Juntas, podrían acabar con la posibilidad de que esta especie se quite rápidamente la etiqueta de "el felino más amenazado del planeta".

Con su pelo moteado y sus orejas puntiagudas coronadas por mechones de pelo negro, el lince ibérico es el único felino que figura en la lista roja de especies "en peligro crítico de extinción" de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) -referencia en la materia-, señala Catherine Numa, representante de ese organismo en España.

Si no sobrevive, este pequeño animal que pesa entre 10 y 14 kg cuando es adulto, "sería el primer felino que se extingue desde el tigre de dientes de sable" hace 10.000 años, se alarma Pérez de Ayala.

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