Rob Nail entra en la habitación vestido con un traje hecho a la medida, zapatos deportivos impresos en 3D y el tono futurista que le dan sus lentes de Google Glass.
Me siento como un robot, dice Nail, director de la Singularity University (SU, por sus siglas en inglés).
Como su director, esta institución no es un centro de estudios tradicional. Una broma entre quienes la conocen es que ni es una universidad, ni es singular (la traducción literal en español de singularity).
Por singularity se entiende el momento en el que la inteligencia artificial superará la capacidad intelectual humana, ocasionando cambios radicales en el mundo.
El interés que ha generado esta organización radica en que, partiendo del concepto de singularidad, se le ha identificado con una serie de tecnologías disruptivas: innovaciones que pueden modificar la realidad actual y pasan por el campo de la fabricación digital, la biotecnología y la robótica, entre otros.
Son las favoritas de Nail, y van desde ojos biónicos que combinan la tecnología de los lentes Google con un electrodo en miniatura hasta apps que permitirán leer el mapa de calor del rostro humano para identificar si una persona miente o dice la verdad.
Si quieres estar a la vanguardia en el futuro, vas a tener que introducir mejoras (biológicas), dice.
Pero además de resaltar el papel que estas áreas desempeñarán en la sociedad del futuro, la SU también tiene la ambición de utilizarlos para resolver lo que denomina los grandes desafíos globales: pobreza, generación energética, alimentación, educación y control de enfermedades.
¿QUÉ OFRECE? En estos días, la SU está llevando su prédica a Europa. La ciudad anfitriona de su primera cumbre europea, que se realizará este fin de semana, será Budapest, la capital húngara.
Este tipo de eventos, que duran dos días y tienen como objetivo dar a conocer los efectos de las tecnologías disruptivas, son parte de las actividades que realiza la institución.
Adicionalmente organiza programas ejecutivos que duran siete días. Quien tenga US$12.000 –que es lo que cuesta el curso- podría estar a tiempo para participar en el próximo.
También ofrece estudios de verano intensivos de 10 semanas. Son muy populares, pero sólo se acepta a 80 participantes cada año.
La medicina es otra de las áreas de interés de la SU, por lo que anualmente realiza una conferencia para analizar la tecnología que revolucionará este campo.
SU CREDO El concepto de la institución viene del mundo de Silicon Valley, la zona de California, EE.UU., en donde se encuentran algunas de las corporaciones tecnológicas más importantes del mundo.
Su sede se encuentra en el centro de investigación de la Agencia Espacial de EE.UU. (NASA, por sus siglas en inglés), en Mountain View, también en California, muy cerca de las oficinas de Google. Algunas de las mentes más brillantes del planeta están vinculadas con la SU.
Hay quienes consideran a la organización como un culto, para otros se trata de algo divertido, pero pocos en el valle tecnológico están dispuestos a ignorarla por completo.
Si la SU tiene una figura divina, esa es Ray Kurzweil, el ingeniero jefe de Google, y el hombre que ha llegado a ser sinónimo del concepto de singularidad.
La biblia de la institución es Abundance, un libro escrito por su cofundador, Peter Diamandis, que trata acerca de cómo pronto tendremos la capacidad tecnológica para satisfacer las necesidades de todos en el planeta.
FRUTOS MUNDIALES La SU, financiada por empresas como Google, Autodesk y la Fundación X Prize, espera que sus alumnos “siembren” las semillas de una innovadora empresa que tenga el poder de cambiar la vida de mil millones de personas en diez años.
El programa hasta ahora ha impulsado cerca de 100 empresas, 50 de las cuales han recibido fondos.
Entre ellas se encuentran Getaround, un programa para compartir automóviles en viajes; Blue Oak, que pretende extraer cobre de los vertederos mediante el uso de bacterias, y Matternet, que utiliza aviones no tripulados para entregar medicamentos vitales en países en desarrollo.
Más controvertidas son algunas empresas que ya están cruzando lo biológico y lo no biológico, por ejemplo, con la producción de carne artificial en el laboratorio.
Otro proyecto que generó polémica fue el de la creación de una planta brillante. Se desarrolló en una filial de la SU y permitía pasar el ADN de un organismo a otro: en este caso, añadiendo un gen bioluminiscente a una planta de mostaza.