De improviso, mientras atendía en su peluquería, Teresa García recibió un mensaje por Facebook Messenger. Por la imagen del perfil y lo que le decía, creyó que era de su amiga Marlene, a quien no veía en años. Ella había migrado a Estados Unidos hacía un buen tiempo atrás.
Al inicio, y como en cualquier conversación entre dos personas que se hablan luego de un tiempo, los saludos eran formales. Había preguntas sobre la familia, la salud, cómo habían pasado la pandemia.
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Hasta ese momento, Teresa no se había dado cuenta de que se trataba de una cuenta falsa. El nombre de su amiga y la foto eran verídicas, por lo que no dudó. A sus 58 años, ella tampoco está muy atenta de esos detalles.
“Me hablaba como si realmente fuera ella, con palabras de cariño y bendiciones”, comenta. “La verdad, no se me ocurrió dudar”, comenta a El Comercio.
Luego de tocar el tema del covid, la supuesta amiga le expresó el motivo de su comunicación. Pensaba venir al Perú y quería traer regalos para amigos y familiares, pero por la pandemia todo se había puesto más estricto en los aeropuertos, decía. Así que le quería pedir de favor a Teresa que reciba la maleta por ella, en su domicilio.
A la protagonista de esta historia no le pareció algo tan complicado prestar su nombre y dirección para ayudar a una vieja amiga, así que aceptó.
Los problemas comenzaron al poco tiempo, cuando se contactó con ella un hombre que se identificó como agente de una conocida aerolínea. La abordó por una llamada de WhatsApp. El sujeto le explicó que la maleta había sido retenida en aduanas y le pidieron un monto de 9 mil soles para poder desaduanarla.
“Le escribí a Marlene para contarle lo que había sucedido. En ese momento le hice notar mi incomodidad. Yo quise apoyarla, pero no quería meterme en problemas y papeleos”, señala.
Sin embargo, la amiga logró persuadirla. Le rogó que no deje abandonada la maleta. Incluso le envió un recibo con una transferencia desde el extranjero por el monto solicitado. Teresa no sospechó que era un documento falso.
Luego vino el verdadero dolor de cabeza. “Me llamaron de la agencia a avisarme que habían encontrado relojes de contrabando en la maleta, hasta me enviaron fotos por WhatsApp y todo”.
El sujeto atrás del teléfono la extorsionó. Le dijo que ya estaba involucrada y que incluso podían detenerla. Esto último, evidentemente, la asustó. Su única “solución” era colaborar con él para que la “ayude” a pasar desapercibida. De esa manera, comenzó un alud de solicitudes de dinero.
“Todo sucedió muy rápido. No supe cómo manejarlo. Al final terminé perdiendo más de 50 mil soles [más de 12 mil dólares] pensando que ayudaba a una amiga. Lo peor es que no solo utilicé mis ahorros, también tuve que pedir dos préstamos”.
Por el otro lado de la pantalla, la falsa amiga también la presionaba a que colabore para que puedan salir de esa situación lo antes posible, siempre con el cuento de que ella llegaría y arreglaría la situación.
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La falsa tía
Melissa Castro, de 27 años, también estuvo a punto de ser víctima de esta modalidad. En su caso, la comunicación con los estafadores incluso se prolongó por tres meses. Por ese tiempo ella recuerda que estaba por dar a luz.
Melissa tiene una tía que vive en Alemania desde hace mucho tiempo. Suele venir al país y le traer regalos a sus sobrinos, pero por la pandemia no había podido hacerlo.
“Me contactó por Messenger de Facebook, una aplicación que no suelo utilizar. Se tomaba la molestia de escribirme frecuentemente. Otras veces solo me enviaba stickers. Como no ingreso mucho a la app, en ocasiones le respondía después de semanas. Pero hasta ese momento no dudé que se tratara de ella”, cuenta a este Diario.
Tan natural le parecieron las conversaciones, que la joven incluso le contó cómo le iba en el trabajo, con su esposo y de su embarazo. “Incluso le envié la ecografía de mi bebé”, recuerda.
De pronto, su supuesto familiar le avisa que ha planificado venir al país, ya que tenía un vuelo que había comprado desde antes de la pandemia y pensaba utilizarlo para llevar regalos. Luego, la historia se vuelve muy parecida a la del caso anterior. Por las restricciones del covid, en el aeropuerto se hacía difícil llevar mucho equipaje, así que le pidió apoyo para que pueda enviar la encomienda directamente a su dirección.
Al poco tiempo de haber dado su aprobación, Melissa empezó a recibir llamadas en las que se le informaba que la maleta superaba el monto límite de aduanas y que si quería recuperarla tenía que pagar 12.750 soles. Le daban unas cuantas horas para que haga el pago.
“Me dijeron que lo enviado superaba los 25 mil dólares. Supuestamente eran aparatos electrónicos como laptops y celulares”, comenta. “Le escribí a mi tía para avisarle y ella me pidió que haga el pago, que ella me estaba haciendo una transferencia, pero como lo hacía del extranjero iba a demorar 48 horas en llegarme”.
Cuando la llamaron de aduanas, también la intentaron intimidar diciéndole que ella también estaba involucrada, y que de salir mal las cosas podría haber consecuencias. Tal como le pasó a Teresa.
Cansada de la situación, decidió llamar a su familiar en Alemania. Al ver que no le respondía las llamadas de WhatsApp, que ponía excusas para no contestar y que seguía insistiendo con que no deje olvidada la maleta, la joven empezó a contactar a sus varios de sus familiares para aclarar la situación. Gran sorpresa se llevó cuando se enteró de que su verdadera tía jamás estuvo involucrada. Se trataba de perfiles falsos.
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Internet aún es tierra de nadie
“Hoy en día, nosotros calificamos como amenaza web todo lo que refiere a estafas, desde las más sencillas como suplantaciones o engaños hasta las complejas que involucran softwares maliciosos”, comenta a este Diario Martina López, investigadora de seguridad informática de ESET Latinoamérica.
La especialista explica que por más sencillas que sean estas estafas están catalogadas como un cibercrimen, ya que el medio por el cual se realizan es cibernético. Los delincuentes se aprovechan de muchas características del internet, particularmente del anonimato, lo fácil que es prometer cosas, lo sencillo que resulta suplantar la identidad de alguna persona conocida o, incluso, alguna empresa.
A este tipo de ataque se le conoce como phishing por redes sociales. En esta modalidad, los cibercriminales pueden colarse en las cuentas de redes sociales y forzar a la gente a enviar enlaces maliciosos a sus amigos. Otros crean perfiles falsos y los utilizan para engañar a sus víctimas. Los casos de Teresa y Melissa pertenecen a este último tipo.
La estafa de la maleta no es nueva, de hecho, varios medios internacionales han reportado situaciones similares. Dependiendo del lugar, las características del engaño pueden variar, pero la dinámica es la misma: un familiar o amigo pidiendo ayuda para poder enviar un equipaje del extranjero.
Los delincuentes buscan entre los contactos de sus víctimas y, accediendo a la información pública disponible en sus redes sociales, logran obtener algunos datos. Envían mensajes a tantas personas que saben que siempre alguno puede caer.
“Estos delincuentes, estos estafadores tienen esa habilidad que la someten al mal. El cuento de la maleta, el cuento de los agentes aduaneros que te han detectado algún dinero ilícito en un envío que han hecho. Han encontrado 175 casos, de los cuales estaríamos hablando de más de 4 millones de soles”, dijo en octubre pasado el jefe de la Dirincri, general PNP Carlos Céspedes, al programa Cuarto Poder.
Los especialistas recomiendan en estos casos verificar la autenticidad de los perfiles con los que se hable, por lo tanto, ponerse en contacto con el amigo o familiar a través de otra vía para comprobar que, efectivamente, es quien dice ser. De igual manera, no hacer transferencias sin antes haber corroborado la información con las entidades correspondientes.