Hay objetos con mucho más valor sentimental que monetario. Guardar, por ejemplo, el anillo de oro de la bisabuela, el vestido de novia de mamá o mantener por generaciones al mismo Niño Jesús para colocarlo en el pesebre a la medianoche cada Navidad es parte de esa necesidad humana por conservar para siempre los recuerdos.
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Por suerte, existen personas dedicadas a preservar con vida los objetos más antiguos, a transformarlos para darles nuevos usos y reparar aquellas piezas que resguardan la memoria de sus antiguos dueños. “La imagen que más hemos trabajado es la del Niño de los nacimientos. En casa de mi abuelo, hemos llegado a tener hasta 150 Niños por arreglar en un mismo espacio”, nos dice Guillermo Gonzales, dueño del negocio Restauraciones San Judas Tadeo.
Él pertenece a la tercera generación de su familia en dedicarse a reparar y embellecer figuras religiosas, así como sus mantos, coronas, vestidos y bordados. Santos, Marías y Jesuses son su especialidad. En un solo día, Guillermo puede visitar hasta ocho distritos de los que recoge las piezas; no importa dónde estén, él llegará y su equipo de restauradores se encargará de hacer la magia. La mayoría de sus clientas son mayores de 60 años y siempre lo reciben con un lonche y una buena conversación. También, su trabajo es solicitado por iglesias y pueblos del interior del país, como cuando se prepara al santo para la fiesta patronal. Los más jóvenes lo encuentran en su página de Facebook y lo contratan con la esperanza de recuperar alguna pieza quebrada o quiñada que perteneció a sus abuelitos o sus padres.
Vestidos para siempre
Ángela Pacheco conoce muy bien el valor emocional de los objetos. En su taller de Miraflores, la conservadora y restauradora de profesión recibe tesoros invaluables del arte peruano como pinturas de Fernando de Szyszlo, Ricardo Wiesse, Julia Codesido, José Sabogal, entre otros, para ser restaurados. Pero años atrás, al estar en un laboratorio con textiles en Estados Unidos, descubrió con sorpresa que era posible trabajar también piezas de diseñadores de moda, tal como lo vio en The Costume Institute del Met, donde albergan las colecciones de estrellas como Alexander McQueen o Coco Chanel: “Vi que las conservadoras eran las que trabajaban estas piezas antiguas de diseñadores y quise regresar al Perú para hacer algo parecido; por eso abrí Atelier Libre, que se dedica a la conservación, limpieza y restauración de vestidos de novia y alta costura”, comenta Pacheco.
Este espacio recibe diariamente hermosos vestidos de todo origen y precio, con valiosos recuerdos, aunque para ella y su equipo todos son iguales y deben ser tratados con la misma importancia y delicadeza. Un vestido de novia puede ser la pieza más costosa y de alto valor sentimental para algunas mujeres; por ello, amerita un cuidado especial, sobre todo si son prendas antiguas cuyas dueñas desean renovar. En algunos casos, son vestidos de algún familiar y piden modernizarlos, o acuden al taller para un tratamiento de conservación, pues con el paso de los años sufren de oxidación y, al estar guardados, se ven afectados por la humedad de la capital. Si la pieza dañada logra ser restaurada, podrá pasar a otra novia y dejará de ser felizmente un vestido de un solo uso: “Hay novias que han venido con el vestido de su abuela que ya falleció y quieren modernizarlo un poco, guardando la estructura y tela originales. De esta manera, la novia lleva a su abuelita con ella”.
Otro modo de recuperar la historia familiar y de nuestros seres queridos es a través de las joyas, tesoros familiares que se heredan de generación en generación y, muchas veces, pueden ser adaptados para darles un nuevo uso. Así lo explica Rafael Jiménez, gerente general de la emblemática joyería Murguía, con más de 100 años de tradición. A sus talleres llegan casos distintos con su propia historia. Hay clientes que piden fundir una joya de oro y reutilizar ese mismo oro para crear un nuevo diseño. Así se hacen aros de matrimonio, dijes, broches, aretes y diversas piezas. Hay quienes llevan un anillo de oro y lo funden para crear nuevos anillos o pulseras para sus hijas o nietas. La idea es transformar una joya antigua en otra, sin perder su memoria. “Es bastante común que la gente renueve sus joyas, le dan nueva vida y pasan transformadas a las siguientes generaciones”, recalca Jiménez. “Es una flexibilidad que tiene la joyería de oro”, afirma el experto. Él nos cuenta que en el pasado las joyas eran mucho más gruesas, ahora son delgadas y se pueden renovar con un diseño contemporáneo.
Recuperar la belleza de los objetos es una manera de continuar dándoles uso y trascendencia en favor de su memoria. //
- Rafael Jiménez, gerente de la joyería Murguía, comenta que entre las tendencias está el convertir dijes de corazón en círculos de vida.
- Si desea una asesoría para conservar sus vestidos de novia o restaurar las piezas dañadas, puede visitar la ‘fanpage’ @ atelier.libre en Instagram.
- Ángela Pacheco aconseja que para conservar en buen estado los vestidos de novia debe mantenerlos siempre ventilados y revisarlos cada cuatro años.
- En el taller de Restauraciones San Judas Tadeo se realizan trabajos de orfebrería y bordados. También, confeccionan nuevas piezas religiosas en fibra de vidrio y las envían a todo el país. Más información en su página de Facebook.
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