Los chinchanos sienten que su tierra es una potencia turística dormida. Les gustaría que la descomunal huaca Centinela brille como un polo turístico del nivel de Chan Chan o Pachacámac. Pero aún sin haber sido puesta en valor la llamada ciudadela del dios Chinchaycámac y del señor de Chincha –el soberano al que Pizarro confundió con el inca Atahualpa debido a su evidente riqueza–, es una maravilla que todo peruano y visitante extranjero debería conocer.
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