Su legendaria trayectoria está revestida de sueños sin precedentes. Raphael (España, 1943), el cantante de Linares que a los 17 años cambió la F de su nombre por una PH para que se leyera igual en el mundo entero, logró llegar a lugares donde ningún intérprete de habla hispana había llegado antes.
Es el hijo del albañil que se casó con la nieta del conde de Romanones, una joven de la aristocracia castiza. Es el primer hispano en cantar en el Madison Square Garden de Nueva York. Es el único cantante en español en recibir un disco de uranio, porque los de oro y platino le quedaban chicos. Es el hombre que actuó en Moscú cuando España no tenía relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. Es el que regresó de la muerte luego de un trasplante de hígado. Y es aquel que sobre todas dignifica la profesión del artista manteniéndose activo a los 80 años.
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El próximo 5 de marzo, como parte de su gira “Victoria Tour”, el inagotable artista vuelve al Perú para ofrecer un show en el Círculo Militar de Jesús María. Será un reencuentro del divo de Linares con los peruanos y con los propios recuerdos que él conserva de nuestro país, marcados por la gran amistad que tuvo con la cantautora criolla Chabuca Granda, a quien incluso le dedicó una canción.
“Tuvimos una amistad muy bonita. Nos conocimos en México, luego nos vimos en Perú varias veces. Chabuca Granda hizo muchas cosas por mi carrera. Tuve la suerte de tener buenas canciones de ella y yo, como contraprestación, le dediqué “Chabuca limeña”, un vals que Manuel Alejandro le escribió. Fue una mujer sorprendente, increíble, solidaria, única. Fue una gran amiga. Siempre la recuerdo con mucho cariño”, señala. Con ese punto de partida, hablamos con el gran Raphael.
─¿Cómo resumes esta etapa de tu vida?
Como fantástica porque recibo el amor del público a raudales. Me emociona ver que estoy cantando para cinco generaciones, cuando lo normal es cantar solo para tu generación. Ver a chavales de 15, 20 y 28 años disfrutar de mi música, me llena el corazón.
─Llevas más de seis décadas cantando, un hito que muy pocos intérpretes consiguen alcanzar. ¿Dirías que ha habido mucho sacrificio detrás de cada uno de tus logros?
Esta es una vida de sacrificios. La gente que piensa que es una fiesta continua, se equivoca. Te tiene que gustar muchísimo, tienes que estar enamorado de la gente para poderles brindar lo mejor. Yo tuve que sacrificar mi vida privada, pero como nunca hice nada malo, me alegro de haber pasado esa prueba meritoriamente (ríe).
─Subiste por primera vez a un escenario con tres años, y a los 9 fuiste reconocido la mejor voz infantil de Europa en el Festival de Salzburgo, en Austria. Incluso pudiste estudiar becado gracias a tu talento.
No me cobraron el colegio porque era el solista del coro, digamos que lo pagaba con mi trabajo delante del público en misa de doce. La voz me ha dado todo.
─¿El Rafael con F es diferente al Raphael con PH?
Separo mucho la persona del artista porque valoro mi vida privada. Cuando me puse Raphael con PH, mi manager me felicitó. Me dijo que en todos los países me llamarían así y que solo en Andalucía, mi tierra natal, me seguirían llamando Rafael. Se equivocó, porque nadie nunca más me volvió a llamar así.
─En tu repertorio musical, tienes grandes joyas de la corona, como llamas a las canciones compuestas por Manuel Alejandro o José Luis Perales. ¿Componer es un tema pendiente para ti?
No, porque si hubiese querido, hubiese compuesto de todas maneras. No quiero meterme en cosas para las que no me preparé. Soy exigente. Prefiero que los buenos como los que mencionaste hagan mis canciones a mi medida. Ahora estoy trabajando con Pablo López. Me está dando unos éxitos tremendos.
─A propósito de José Luis Perales, este año se despidió de los escenarios con una gira. ¿Evaluaste esa posibilidad en alguna etapa de tu vida?
Nunca me voy a despedir. Que quede escrito. Egoístamente, no puedo hacerlo porque lloraría todo el día. Nunca me iré por mi propia voluntad. El público tendrá que retirarme.
─A los 60 años enfrentaste una enfermedad al hígado que te puso al filo de la muerte. ¿Qué cambió a partir de ahí?
Una época muy tremenda y dolorosa, pero con un final maravilloso. Fue hace 21 años. Me regalaron vida, y de esa vida estoy viviendo ahora. Salí ileso gracias a que conseguí un donante.
─¿Supiste quién fue el donante?
Legalmente, no puedes conocerlo, pero si eres paciente y vas atando cabos llegas a la conclusión de quién te salvó la vida. Conmigo pasó eso. Me enteré quién fue.
─¿Le temes a la muerte?
No le temo porque ya pasé por ahí. No me gustó. Por eso me fui.
─¿Cuál dirías que ha sido la decisión más difícil que debiste tomar?
Aunque tuve que apartar muchas piedras en el camino, no he tenido que tomar decisiones difíciles. Ahora mi camino está despejado.
─Has acumulado al menos 82 trabajos desde tu primer disco, Raphael (1965), hasta el más reciente “Victoria” (2022). Tienes más de 300 discos de oro, casi 50 de platino y un disco de uranio por la venta de más de 50 millones de copias vendidas. Has recorrido el mundo y te has subido a los escenarios más importantes. ¿Qué te falta por hacer en la vida?
No me falta nada. Pero, sería bonito que el día que decida no seguir, haya dado otra vez la vuelta al mundo para que ese recuerdo se quede grabado en mi retina.
─En “Victoria”, un álbum de concepto, realizas un viaje de agradecimiento y hablas de tus logros como profesional y éxito familiar. ¿Te consideras un hombre ganador?
Un ganador en lo profesional y familiar. Mi vida ha sido una victoria desde que empecé y ahora que la estamos medio terminando, aunque lo niegue, es una victoria absoluta por los amigos que tengo, por mi mujer, mis hijos, el público y las críticas.
─Una pregunta curiosa: ¿es verdad que la mansión en la que viviste en Miami le perteneció al expresidente estadounidense Richard Nixon?
La compré al abogado del expresidente Nixon. Era una casa muy normal, solo que tenía una situación privilegiada en el mar y en la zona de Miami más bonita que hay. La tuve solamente seis años. El tiempo que mis hijos estudiaron allá. Luego regresé a España.
─¿Qué les dirías a las nuevas generaciones de artistas, que empiezan en ese camino hoy en día?
A ellos hay que dejarles que trabajen, que se desarrollen, que tengan éxitos personales. Hay que esperar que pasen algunos años para saber cómo les va, porque no es fácil.
─Alguna vez comentaste que en tus inicios, esperabas con ansias los aplausos de la gente. Ahora, cuando subes a un escenario, ¿qué esperas que pase?
Que le guste a la gente igual que el año pasado y que hace dos, quince o veinte años.
─¿Queda en ti algo de aquel niño de Linares que se enamoró de los escenarios?
La ilusión por las cosas sigue intacta, nunca se fue.