Sabemos quién es Óscar Avilés: “la primera guitarra del Perú”, símbolo de nuestra música, de jarana y criollismo. Nació en el Callao el 24 de marzo de 1924 y murió a los 90 años, el 5 de abril del 2014. Pero tal vez no tengamos del todo claro que sin él, la música criolla peruana tal y como la conocemos -y cuyas canciones más populares hoy cantamos por ventanas y balcones, en encerrona obligada por el estado de emergencia- no existiría. “Si no fuera por Avilés, el vals hubiera muerto de tundete”, sostenía Chabuca Granda, con quien don Óscar formó un dúo incomparable durante los años 60 – sí, la guitarra del “Bello durmiente” que nos derramó lágrimas en la inauguración de los Juegos Panamericanos de Lima era de Avilés-.
Granda tenía razón: Avilés -prácticamente desde su aparición musical y sin ser mayor de edad (cerca de 1940)- incorporó innovaciones técnicas y armónicas en el repertorio costeño peruano, enriqueciendo las sensaciones en los escuchas. Sus pausas y la forma en que hacía vibrar las cuerdas de la guitarra se convirtieron en su marca registrada. Además, como arreglista, compuso innovadoras melodías que hacían de introducciones o codas de las canciones, ya sean valses, marineras o polkas. Un ejemplo fundamental es su ejecución de “Cuando llora mi guitarra” con los históricos Los Morochucos -conjunto del que formó parte entre 1947 y 1962-.
No obstante, su legado va más allá de haberse convertido en el ejemplo a seguir de los guitarristas criollos que le continuaron. Avilés no solo fue un innovador y adelantado a su tiempo en el toque de la guitarra; también es admirable su labor de productor -desde 1961 fue director artístico de la discográfica Iempsa, participando en decenas de discos- y la forma en la que adaptaba su toque y sonido -sin perder su esencia- a favor del conjunto. Si en Los Morochucos le puso cuerdas de nylon a su guitarra -otra innovación que perdura hasta hoy- para acompañar las dulces voces de Alejandro Cortés y Augusto Ego Aguirre; cuando fundó el conjunto Fiesta Criolla adoptó una sonoridad más potente y juguetona para armar la jarana con Pancho Jiménez, Humberto Cervantes, Pedrito Torres y Arístides Ramírez. Después, con Chabuca Granda, creó un hermoso diálogo entre guitarra y voz que hasta hoy sigue maravillando a miles de melómanos en el mundo.
Algo similar creó con varios intérpretes más, entre los que destacan Jesús Vásquez, Alicia Maguiña y, por supuesto, su más grande compañero: Arturo “Zambo” Cavero. Un Avilés ya mítico y cuarentón vio en el joven percusionista a una próxima estrella del canto y desde principios de los 70 grabó con Cavero una decena de discos y éxitos que ahora forman parte de lo mejor y más representativo de nuestra historia musical: “Cada domingo a las 12”, “Rebeca”, “Cariño bonito”, “El chacombo”, “Y se llama… Perú”, “Mueve tu cu-cú”, “Contigo Perú” y muchos más.
Solo, Avilés también editó grandes discos de distintos formatos musicales, colocando su característica voz -alta y juguetona, heredada de los grandes cantores de jarana que observó de joven- en el vinilo. De esas grabaciones solistas y no tan difundidas, les dejo una que está completa en Spotify, para que celebremos lo que sería su cumpleaños 96 en casa. Se trata del álbum “Solo Avilés” de 1971. (Anotación para los melómanos: el disco original termina en la canción Rosa Elvira).
Luego de este breve repaso por el legado de “La primera guitarra del Perú”, un artista único e innovador que convirtió en oro casi todo lo que tocó hasta su muerte, tras nueve décadas de intensa vida; solo nos queda seguir disfrutando de su música. ¡Que esta noche se arme una jarana en encerrona!