Cinco personas, todas de unos 50 años o más, bloquean la angosta vereda de la cuadra 6 del Jirón Huancavelica. El reloj marca la 1:00 p.m. pero no están haciendo cola para ingresar a un local de comida. Ninguno de ellos se conoce; lo único que los vincula es doña Liliana Toledo (50), una cusqueña que desde hace 35 años restaura todo tipo de figuras religiosas. Cada diciembre, sus clientes de toda la vida acuden a ella con partes del nacimiento por reparar: un niño Manuelito de adorno, una Virgen María de tamaño mediano, un San José un poquito más grande, un pesebre como para un centro de mesa y unos reyes magos tan bien hechos que parece que cobrarán vida en cualquier momento.
Toledo es natural de Wánchaq. Cuando era adolescente, viajaba a Lima para vender las artesanías que fabricaba, hasta que un día decidió quedarse. Algo similar le sucedió a María Castope (67), natural de Cajamarca. “Vine a Lima por estudios, después de terminar la secundaria. Estudié servicio social, pero no terminé porque mi mamá falleció y no había quién me apoye”, cuenta. Junto a su esposo Jesús, pintor y escultor desde que tiene uso de razón, abrió un taller. “Nos dimos cuenta de que muchas personas necesitaban reparar sus figuras”, asegura. Ya llevan 40 años en este oficio y ahora atienden en jirón Chancay 518, Cercado de Lima.
Raquel Quispe (53) también empezó cuando era muy joven. A los 18 aprendió a trabajar con yeso en un taller de San Martín de Porres. Con el tiempo conoció el arte de la restauración, se especializó en ello y hace más de 20 años (hoy en jirón Huancavelica 681, Lima) que su trabajo consiste en otorgarles una nueva vida a las imágenes religiosas. Le resulta imposible calcular cuántos arreglos realiza en diciembre. Son tantos que su teléfono no para de sonar. //