A un lado del portón de ingreso, doblando a la derecha por unas escaleras, en un segundo piso, Damián Ode (50) posee una pequeña oficina donde atesora sus más grandes recuerdos: una guitarra firmada por don Óscar Avilés, un cajón del ‘Zambo’ Cavero y una gigantografía en la que aparece, sonriente y con pelo, al lado de ambos. El empresario mira la foto y recuerda el año con exactitud: 2008. Por esa época, Del Carajo ya era una de las peñas más concurridas de Lima, a pesar de que no tenía mucho tiempo de funcionamiento, en comparación con otros templos del criollismo. Damián atribuye el éxito de su propuesta a que los artistas siempre se sintieron cómodos de presentarse en su local —amplio, acogedor y bien ubicado—, un factor fundamental para dar shows memorables que atraían a curiosos, bohemios y amantes del son de la guitarra y el cajón.
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