Retirada durante toda la temporada de verano en su refugio norteño de Los Órganos, Vania Masías le saca chispas al suelo. No tiene nada más que un piso y espejos donde se mira equivocarse, repetir, equivocarse de nuevo hasta lograr los pasos perfectos de una marinera norteña. Las técnicas del ballet clásico y el urban dance serán para otro momento (aunque de todas maneras aparecen): por ahora nada la distrae de concretar su siguiente sueño, que implica primero aprenderse bien los pasos de la danza del faldón y el pañuelo.
Quince años después de haber fundado la revolucionaria Asociación Cultural D1, Vania ha empezado a sentir de nuevo que el cuerpo le quema por dentro (“cuando algo me vibra, leo mi cuerpo: tengo que poner manos a la obra”). Ocurrió exactamente igual cuando dejó atrás su vida de bailarina clásica en grandes compañías del mundo para darle forma a D1, cuya metodología basada en la educación a través del arte ha cambiado la vida de 8 mil adolescentes y jóvenes. Pero pasado el tiempo, como un ciclo vital o un grand jeté, ella va por más: ahora piensa en dejar con la boca abierta al mundo frente a una marinera fusión peruana. “Tengo que inventarme un nombre, todavía no sé cómo llamarla…”, nos dice al teléfono desde su centro de operaciones, a donde no llega ni señal de vida diaria ni de ninguna antena móvil. Está creando.
El pálpito tuvo una primera respuesta en los espectáculos de inicio y cierre de los Juegos Lima 2019 (Vania dirigió todo el trabajo coreográfico), donde desfilaron decenas de danzas peruanas de todas las regiones. Pero el Estadio Nacional y posiblemente los 400 millones de televidentes en el mundo enmudecieron y luego temblaron con el sonido de las tarolas: el anuncio de la ceremoniosa, zalamera y potente marinera.
Después de los caballos de paso y rodeados de flores humanas de Amancaes, aparecían la marinera de Lamas, colorida; la de Puno, que se baila con botines; la arequipeña, con tacos; la limeña, descubierta y con guitarra; y la trujillana, en todo su esplendor. “La marinera es para mí el símbolo del Perú en cuanto a mestizaje. Es nuestro patrimonio, un legado que no podemos perder. Tenemos que ver la forma de acercarla al mundo”, continúa diciéndonos, y nos parece que nada podrá detenerla.
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