Ante la pregunta de si almuerzan juntos los domingos, la sonora carcajada que Johanna San Miguel y Carlos Carlín sueltan al unísono es respuesta suficiente. No van a las mismas fiestas. Tampoco se mandan memes; con las justas y se tienen en WhatsApp. Se aman, se adoran, se ‘muñequean’ –léxico propio, hermoso lenguaje que solo puede desarrollarse y entenderse entre dos–, pero no comparten realmente una vida en común.
De alguna forma tiene sentido: ella está más expuesta, graba un programa en señal abierta todos los días (Esto es guerra, quizá le suene conocido de algo); se ejercita a diario y graba TikToks para sus millones de seguidores en redes. Él lleva una existencia mucho más privada, hacia adentro. A Carlos le gusta estar en su casa, sacar a pasear a su perro al malecón, grabar su programa de entrevistas en YouTube (Carlín en la red). Tranquilo, pausado.
Johanna San Miguel y Carlos Carlín regresan al teatro
En común tienen, además del oficio que los une, que ambos duermen mucho y suelen encontrar refugio en la playa. El resto es magia: una coincidencia en el tiempo y en el espacio. Se definen como un matrimonio laboral que ha durado treinta años, y puede que la clave de su éxito sea precisamente esa combinación tan bien balanceada entre humor, amor, y lejanía. Solo se ven cuando trabajan; pero como siempre trabajan juntos, siempre saben que habrá una próxima vez.
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El trabajo –la actuación, arte a través del cual se encontraron, se reconocieron y se complementaron– los reúne nuevamente estos días. Hasta que la tele nos separe es una obra que San Miguel y Carlín presentaron ya en abril pasado, pero con funciones limitadas. Siguió una gira nacional y en julio vuelven por todo lo alto al Teatro Peruano Japonés. Las relaciones son el hilo conductor: desde sus experiencias personales hasta la soltería después de los cincuenta, Tinder, los amigos con derechos y otras complejidades de la vida moderna. Empezamos hablando de la relación más importante de todo el show: la que hay entre ellos.
—Son amigos desde hace más de treinta años; incluso salieron en una novela antes de estar en Pataclaun. ¿Se llevaron bien desde el principio?
CC. Nos conocemos de mucho antes. Mucho antes. Ella aparecía en Carmín, esta telenovela que todo el Perú veía cuando no había nada más que ver, porque solo había tres canales de televisión en el año 85. Yo tenía 15 años y ellos grababan en una casona en Sáenz Peña [Barranco]. Con mis amigos siempre íbamos a mirar.
JSM. Me iba a mirar, pobrecito [ríen].
CC. Queríamos salir de extras y ver a las chicas de Carmín, pero la primera vez que me acerqué, ella me trató como un perro. Yo soñaba con hacer teatro, y un día sale Susel Paredes con Johanna para ir a almorzar.
JSM. A comprar unas empanaditas.
CC. Mientras yo, un joven con aspiraciones, me quedé conversando con Susel sobre cómo estudiar teatro, Johanna le dijo: “Apúrate, Susel, qué haces hablando con él”. Recuerdo que estaba toda vestida de naranja, con la cresta ochentera llena de laca.
JSM. Yo no me acuerdo de nada. ¿Cómo registras todo eso?
—Claramente lo habías impactado.
CC. Tiempo después, en la casa de unos primos también en Barranco, no sé cómo se colaron las de Carmín.
JSM. Por favor, me llegó la invitación. De eso sí me acuerdo perfectamente. Pero no me acuerdo de la parte en la que tu hermano me sacó a bailar y le dije que no. No quería bailar, pues. Ni siquiera me acuerdo que tú estabas ahí. Qué divertido esto.
CC. Otra choteada. Años después ella ya estaba en Pataclaun y yo hacía teatro por ahí, en el Británico también. Wendy [Ramos] era mi amiga y me volví a acercar. De nuevo choteado. Poco después hicimos esta telenovela juntos [Los unos y los otros] y luego llegó Pataclaun. En los ensayos una vez me aventó un pan con jamón por la ventana, y fue ahí que nos unimos con nuestros personajes [Queca y Toni]. Del 85 al 97, casi doce años pasaron para poder tener un contacto amistoso con Johanna.
—Los unió entonces el sarcasmo, el código de humor. Nació una historia muy particular entre ustedes, que a lo largo del tiempo han sabido compartir con el público. ¿Qué alimenta, qué inspira, esta relación?
CC. Primero el cariño, sin duda, y después el mismo humor. Con ella fue diferente [del resto del elenco de Pataclaun] porque hemos hecho un montón de cosas juntos, nos leemos perfectamente.
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—¿Podrían decir que son la relación más larga de sus vidas, de alguna forma?
JSM. Claro que sí. Pero no nos vemos. Es un matrimonio laboral. No es de todo los días. ¡Nooo!
CC. ¡Nooooooooo!
JSM. Las cosas son como son. Carlín es una persona superermitaña, es bien suyo, su mundo es bien pequeño. No soporta mucho muchas cosas; no me soportaría a mí dos horas sentados hablando en un almuerzo. Se va corriendo.
—Sin embargo sí se soportan dos horas en un escenario.
JSM. Ah, por supuesto, por eso somos un matrimonio laboral absolutamente. Cada uno en su casa y de ahí no nos vemos hasta que empiece el espectáculo.
CC. Ahora que estamos haciendo giras nos encontramos en el aeropuerto, nos reímos todo el vuelo, y luego cada uno a su cuarto.
JSM. Sí nos hemos ido a tomar un traguito por ahí, pero no todos los fines de semana.
CC. No, sería morir [ríen; a lo largo de toda esta entrevista la risa es una constante]. Te quiero, pero un rato. Yo te aseguro que la mayor cantidad de relaciones durarían más si es que la gente no exigiera que el otro esté pegado a tu costado.
—El show se llama Hasta que la tele nos separe, pero esa tele que los hizo famosos ya no existe. Han sido protagonistas y testigos de un cambio brutal en el negocio. ¿Cómo se sobrevive a esto?
CC. Nosotros formamos parte de esos años, los ochenta, noventa; somos actores, hay una formación y venimos de ahí los dos. Hemos tenido la suerte de estar en una serie –Pataclaun– que hasta el día de hoy tiene repercusión. Eso nos ha mantenido vigentes y nos hemos encargado de mantener viva esa vigencia con la radio, el libro, los espectáculos, en fin. Pero creo que la mayor fortaleza somos nosotros mismos, la química que tenemos.
—El factor nostálgico también es algo clave. Esa idea de que todo tiempo pasado fue mejor. Resulta inevitable no sentirlos cerca, parte de la familia casi.
JSM. En realidad, cuando dicen que uno se debe al público es completamente cierto. Antes, cuando era más chibola, no lo entendía. Mi mamá me decía, “la gente prende la televisión y tú ingresas a sus casas, y así como la prenden la pueden apagar o cambiar de canal”. Suena a un cliché pero es la verdad. Si bien es cierto a veces hay momentos donde quieres pasar caleta, también se entiende que la gente no tiene horarios, que te ve y quiere tomarse una foto. El agradecimiento es enorme.
CC. A mí no me molesta, no tengo ningún problema con que me reconozcan. Hace poco se me acercó una señora mientras paseaba a mi perro y me felicitó por la obra, porque después de la pandemia se había reído mucho. Se acordó de habernos visto en vivo años antes. Esas cosas te ponen feliz.
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- Johanna y Carlos aparecieron en una novela juntos (Los unos y los otros, 1995); han estelarizado en cinco shows en vivo y tienen un libro publicado, Yo te amo, yo tampoco.
- “Hasta que la tele nos separe” vuelve al Teatro Peruano Japonés del 2 al 31 de julio (incluidas Fiestas Patrias).
- Entradas a la venta en Teleticket desde S/ 40.
No cambies de canal: Johanna y Carlín a través de los años
1. La noche de las narices rojas
Aunque solo duró dos temporadas (de 1997 a 1999) Pataclaun cambió la historia de la televisión y acercó a millones de peruanos a una joven generación de actores que se mantienen vigentes al día de hoy. Entre ellos, Carlín y San Miguel, quienes aparecen aquí junto a Gonzalo Torres. Johanna sí usa su personaje para sus unipersonales, pero Carlos ya no se volvería a poner la nariz.
2. El “muñeco” y la “Barbie peruana”
Estampa de 2005, cuando los actores presentaron el show Chancho amor, también en el Teatro Peruano Japonés. Por esos años, además, San Miguel y Carlín conducían el programa Yo te amo, yo tampoco (2004 a 2007) por Radio Planeta.
3. El show debe continuar
Los dos intérpretes aparecen aquí en una foto de la obra Puro cuento (2007), que protagonizaron en el Teatro Nacional. Para ese entonces, Johanna era conductora de América Espectáculos y Carlos actuaba en la película Una sombra al frente, dirigida por Augusto Tamayo.