Gastón Acurio

Una vez escuché a un experto en márketing digital decir que no se podía escribir textos largos en Instagram. “No más de 120 caracteres”, dijo con absoluta seguridad y unas cifras que sustentaban su consejo. Explicó que las personas están perdiendo cada vez más su capacidad de atención. Que la gente ya no lee, como dicen muchos por ahí.

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Es decir, ni siquiera los recetuits que publiqué hace algunos años en Twitter (ahora X) —recetas escritas en 140 caracteres— cumplirían con los nuevos estándares de las redes sociales. En otras palabras, no soy capaz de seguir las recomendaciones de estos tiempos.

Sin embargo, desde que abrí mi cuenta en Facebook e Instagram, he disfrutado muchísimo escribiendo historias más largas de lo “normal”. Porque no solo podía compartir recetas, sino recuerdos que no quería olvidar. Escribir como quien cocina un guiso, digamos. Para mi sorpresa, la gente llegó hasta el final de los textos. Y no solo me escribieron porque habían preparado alguna receta en casa. También porque habían recordado algo de su adolescencia o de su infancia. Entonces, muchos me preguntaron por qué no reunía esas historias en un libro.

La abuela de Gastón, la señora Hortencia, y su padre, el recordado ingeniero y político peruano Gastón Acurio Velarde.
La abuela de Gastón, la señora Hortencia, y su padre, el recordado ingeniero y político peruano Gastón Acurio Velarde.

Fue así como nació este proyecto. Una compilación de textos de ese diario personal que son mis redes sociales y que me confirmó que el mundo digital sigue siendo parte del mundo real. Un mundo en el que la gente sigue leyendo, sigue cocinando y sigue compartiendo recuerdos. Gracias a ustedes, queridos lectores, tuve la ilusión de hacer este libro y sentirme parte de una comunidad en la que las palabras aún importan. Una comunidad en la que nos alimentamos de recetas y también de historias [...].

El Lonche de Hortensia

Cómo olvidar los lonches de Hortensia, mi abuelita cusqueña, en su casa de la señorial calle Los Libertadores, en el aristocrático San Isidro. Un distrito que, al menos en aquellos tiempos, prefería mirar hacia el mar antes que a los Andes. Pero aquello a mi abuelita Hortensia no le importaba. Orgullosa de sus raíces, cada sábado nos invitaba a tomar un suculento lonche que de costeño tenía poco y de andino lo tenía todo.

Paso a narrar. Primero, llegaban unos tamalitos que no se parecían en nada a los ricos tamales que una familia chinchana vendía en la esquina de mi casa. Los de mi abuelita eran blancos y rellenos, casi siempre de un adobo que seguro le había quedado del día anterior. Después, llegaban sus chicharrones, que nunca fueron convertidos en sánguche, sino que los servía con papas y una ensaladita en la que predominaba la hierbabuena. Luego, nos engañaba diciendo que temprano había hecho un hueco para hacer pachamanca, pero en realidad era al horno y nos la servía con todas sus salsas. Otro día podía ser un guiso de quinua muy cremoso, que en San Isidro algún despistado podía haber confundido con un risotto. Eso sí, nunca faltaban sus choclos de colores con su queso de Urubamba; su solterito de habas al lado; su ají de huacatay al que ella llamaba uchucuta; y un pastel que a veces era de fideos y otras de coliflor.

“¡Pásame la uchucutaaaa!”, gritaba a viva voz doña Hortensia, haciéndome sudar frío por si los vecinos escuchaban esa palabra quechua en tan republicana calle. Al final, siempre terminaba con algo que hubiera sido considerado un delito en un lonche limeño de entonces. Una sopita, mi favorita, la chuño cola, una cremita a la que llamaba lawa; o cuando era temporada, un guisito de setas silvestres al que llamaba kapchi. Una fiesta inolvidable.

Estos recuerdos que habitan en lo más hondo de nuestro corazón vuelven a la vida gracias a la cocina. Si bien podemos recrear esos platos que se han quedado impregnados en nuestra memoria gustativa, somos conscientes de que jamás podremos igualar, y menos superar, en mi caso, el sabor que le ponía doña Hortensia. Porque en sus platos habitaba el orgullo invencible por sus raíces y el amor infinito a sus nietos. //

Además…
Cocinando historias

El reciente libro de Gastón Acurio recopila varias historias personales que narran su vida, desde su niñez hasta su estancia en París y su trayectoria empresarial. Con más de doscientas páginas, esta edición de lujo de tapa dura está ilustrada y contiene fotografías del archivo personal del autor. Desde esta semana, se encuentra disponible en todas las librerías del país.

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