En tiempos donde tener televisión en blanco y negro era un lujo, y radio una bendición, Eva Ayllón (Lima, 1956) cuenta que pudo aprender de música gracias a un pleito de su abuela Evita con una de sus vecinas de la quinta San José, en Lince. La disputa era porque cada una quería establecer su propio orden para lavar ropa: vivían en un viejo callejón de un solo caño, como dice la canción. En medio de esa riña, la señora Rosa, como se llamaba la vecina, sintonizaba el dial a todo volumen desde las seis de la mañana con el único fin de generar un mal clima en el barrio. Pero fue así que, sin querer, la pequeña Eva creció escuchando de todo: música folclórica al levantarse, boleros antes de ir al colegio y nueva ola a la hora del almuerzo. Era una niña que solo quería cantar.
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“Esa quinta me dio los momentos más felices y tristes de mi vida”, dice Eva, sentada en la terraza del museo Larco, rodeada por un inmenso jardín. Más de medio siglo después, la cantante criolla se siente afortunada de haber nacido donde nació, pese a todas las dificultades que pasó, pues sin esas vivencias no habría podido ser quien hoy es: una mujer que está a punto de celebrar 50 años de carrera artística, capaz de reunir a 50 mil personas en su gran fiesta de aniversario. “Esa niña descubrió que cantando podía ayudar a su abuelita, a su papá, a sus hermanos. Y no paró hasta conseguirlo”, comenta.
¿Qué canción resumiría mejor sus 50 años de trayectoria?
“Gracias a la vida”. No es un tema peruano, pero yo tengo mucho que agradecer. Mucho, mucho, mucho. A mí me han regalado zapatos, pestañas, uñas, maquillaje, pelucas…Yo era muy pobre como para andar comprándome ropa. Entonces, estoy muy agradecida con cada una de las personas que me ayudó. Yo, ahora, trato de hacer lo mismo con muchos chicos que recién están comenzando en la música. Es algo que me hace sentir bien el corazón.
¿Cómo dimensiona el hecho de tener tantos años de vigencia?
Te voy a contar algo curioso. Yo muchas veces he ido de incógnito al Callao y al Centro de Lima. Y para mi sorpresa, he sentido que mi música está en todos lados: en restaurantes, tiendas, bodegas, mercados. Una vez me dijeron que yo era como el ADN del peruano. No te miento. Eso me hace pensar que he podido calar muy profundo en la gente, lo cual me hace sentir halagada.
A usted la quieren mucho aquí, pero también la comunidad peruana en el extranjero. ¿A qué le atribuye ese éxito?
Cuando haces las cosas con amor, el público te va a responder de una manera sincera. Hubo una época en la que yo viví muchos años en Estados Unidos, pero, a pesar de tener todas las facilidades, sentía mucha nostalgia por mí país. Decía: quiero volver al Perú. Creo que el haberme sentido muy identificada con mis raíces y con los colores de mi bandera hizo que la gente me vea como una artista cercana.
¿Cuál considera que es su mayor legado?
Mi música. En todo este tiempo he grabado más de 40 producciones. Gran parte de ese material lo hemos remasterizado con Carlos, mi hijo, que es productor musical, para poder llegar a plataformas como Spotify. Me interesa mucho llegar a los más jóvenes.
Hace un momento, mencionó al corazón. ¿Usted ya le cerró la puerta al amor?
Te digo de verdad: es una puerta que ya cerré definitivamente. Iba a mencionar a una persona, pero mejor lo dejo ahí… Yo me siento guapa, me siento vital, poderosa, pero no estoy para tener pareja. Ya he pasado por ese tormento de que me pregunten: ¿dónde estás?, ¿por qué estuviste hasta tan tarde?, ¿a qué hora vienes? Y una infinidad de cosas más.
Se podría decir que su relación más larga y duradera ha sido con la música y los escenarios. ¿También lo percibe así?
Sí, por supuesto. Hoy en día, por decirlo de alguna forma, el escenario es mi único amante. Y lo digo porque yo ahí brindo todas mis emociones, toda mi verdad. Si quieren saber de mi vida personal, siempre digo que escuchen mi repertorio. Allí está todo.
Las letras que le dieron popularidad hablan de desamor y de amores clandestinos.
Te voy a contar algo. Hace años, después de mucho tiempo, me junté con unas amigas y me encerraron a beber licor. Alguien tuvo la idea de poner Eva Ayllón, y yo esa noche he terminado llorando. Nunca me había pasado. No podía creer que estaba llorando por escucharme a mí misma.
¿Qué siente al ver las emociones que provoca en el público?
Me genera mucha ternura. Pero, aunque no lo creas, desde que comencé mi carrera he tenido problemas para afrontar al público. Me intimida estar delante de tanta gente. He tenido ataques de pánico y todo lo demás.
¿Ha podido tratar ese problema?
Por salud mental, voy al psiquiatra. Además de lo que te cuento, el mayor inconveniente que tengo es no poder dormir. Entonces, el doctor me receta mis pastillas, de lo contrario me la paso en vela y al día siguiente siento que todo me revienta.
Usted mencionó que la señora Natalia Málaga es su ‘coach’. ¿De qué manera ha contribuido ello en su vida?
Por un lado, ella ve mucho mi parte física. Cuando llega y me ve viendo televisión, me dice: “Ya, ya, a levantarse, a hacer ejercicio”. Me pregunta si ya hice mis tareas pendientes. Se preocupa por la agenda que debo cumplir. Pero, por otro lado, cuando estoy un poco alicaída, me da soporte. Me dice que no me preocupe por esto, cómo debo actuar, que recuerde quién soy.
Es un apoyo muy importante para usted.
Natalia para mí es como un padre, como una madre. Y para ella, yo significo lo mismo.
¿Cómo trabajan juntas?
A ella no le gusta mucho que yo haya dicho que es mi representante legal, pero bueno, qué se va a hacer. Ve más que nada la parte de mis contratos. En realidad, trabajo con un grupo de mujeres muy lindo. Está la maquilladora, la que ve el vestuario, la chica de prensa y mi asistente personal. Me siento resguardada. Cuando hay un problema, siempre acudo a ellas.
Después de medio siglo dedicada a la música, ¿ha pensado en el retiro?
No, todavía no. Cuando sea más lenta para caminar, ahí sí. Cuando necesite ayuda para llegar al escenario, al día siguiente me retiro.
¿Siente que la niña que creció en la quinta San José cumplió todos sueños?
La verdad, nunca imaginé llegar a tantos años de carrera. Aún me falta conocer más teatros y cantar más canciones, pero lo que más me llena de ilusión es poder seguir entreteniendo al público que me ha seguido en todo este tiempo. Es a ellos a quienes me debo. //
Eva Ayllón apareció por primera vez en la portada de esta revista en la edición número 136. El año era 1989 y la cantante, tras varios años como integrante de Los Kipus, buscaba abrirse paso como solista: había presentado el disco “Landó de la vida y yo” (que reeditó el año pasado de la mano de su hijo Carlos, quien es productor musical), que fuera bien recibido por la crítica y el público. Por esos años, además, su música empezaba a trascender fuera de nuestras fronteras, motivo por el cual preparaba su primera gira por Estados Unidos.
1979/Primer paso
Ese año, la diva del criollismo presenta su primera producción discográfica “Esta noche… Eva Ayllón”, donde destacan temas como “Toro mata” y “Taita guaranguito”.
2001/Buena estrella
Al cumplir tres décadas de carrera, Eva Ayllón anunció su internacionalización y firmó un contrato con la disquera Sony Music, que la llevaría a radicar en Estados Unidos.
2010/En pantalla
Se estrenó la miniserie “Eva”, basada en la vida de la cantante. Se emitió a través de las pantallas de Frecuencia Latina y fue protagonizada por tres noveles actrices: Osiris Vega, Mayra Nájar y Sofía Buitrón.
2014 /Entrenadora de canto
Asumió como ‘coach’ del programa “La voz Perú’, uno de los concursos de canto más populares del país. Eva estuvo en ese espacio durante cuatro temporadas.