El ilustrador Víctor Aguilar Rúa le rindió homenaje a Verástegui con sus propias manos.
El ilustrador Víctor Aguilar Rúa le rindió homenaje a Verástegui con sus propias manos.
Miguel Villegas

El 18 de agosto del 2018, con ese rostro de chino negro inconfundible, ese pullover que era parte de su última elegancia y esa obra noble que miraba con la misma intensidad a la matemática y a la poesía, (1) habló con Somos en su casa de Cañete -en lo que alguna vez fue su casa de Cañete-, su infancia y sus recuerdos, sin saber que sería la última vez. Un año y días después, el 27 de julio, viernes, murió.

¿Es fácil ser poeta en el Perú?, le preguntó ese día Rafaella León.

Verástegui respondió, con ese discurso que mezclaba geometría y naturaleza: “Todo depende del talento y del autocultivo para producir poesía, aun cuando esta no sea para la gente una necesidad. Si la poesía suscita algo, así sea solo en una persona, entonces habrá valido la pena. La poesía es siempre un acto de buena voluntad”.

Esa misma definición, romántica y personal, motivó al artista e ilustrador Víctor Aguilar Rúa –años de experiencia en El Comercio y con trabajos en dupla con el poeta , por ejemplo- a rendirle homenaje a Verástegui de la única forma en que estos emocionan: con sus propias manos. Luego escribió en su cuenta personal de Facebook: “Hace unos meses, buscando algo sobre el maestro Verástegui, encontré una entrevista en YouTube muy buena que le hicieron unos estudiantes y terminé haciendo este apunte. Ayer, el mismo día en que perdimos a , se nos fue el poeta... ¿No dan ganas de llorar?”.

En 2009, Enrique Verástegui publicó Teoría de los Cambios (Sol negro, 2009). Allí dijo más de lo que dijo:

MAITREYA

Me heM sentado a esperar la vejez.

No pienso ni hago nada hasta que llegue otra generación

a desempolvar el brío, los libros dorados, las matemáticas,

el cuerpo, el alma, el universo,

todo ese conocimiento sepultado por el rencor, la gnosis que demuestra que lo infinito

está en lo finito

donde está, realmente, el universo.

Florecí más que nadie

pero perfidia cayó sobre mí,

doblándome como una flor, herrumbrándome, y fui silenciado.

Maitreya pasó desapercibido como una sombra

por la vida,

¿no dan ganas de llorar?

Se llora de pena, de tristeza, de rabia. También cuando ciega la belleza.

(1) Enrique Fidel Verástegui Peláez (1950-2018). Poeta, ensayista, filósofo, cuentista, novelista, dramaturgo, guionista, músico, acuarelista, físico, lógico y matemático. Fundó el Movimiento Hora Zero, junto a los poetas Jorge Pimentel, Juan Ramírez Ruiz, Jorge Nájar, Enriqueta Belevan y Carmen Ollé.

ESCUCHA: Jugamos como Nunca – Ep. 4: Chorri, el jugador que sí merecía un mundial | Podcast

***

Cuando todavía se podía husmear en librerías de viejo, y se buscaban ediciones viejas como agua para el sediento, el reportero gráfico Rolly Reyna y yo encontramos una feria en Lince donde encallamos. Queríamos encontrar algo de Verástegui que sume a los estantes y acompañe a la fiesta de En los extramuros del mundo (Milla Batres Editores, 1971), Teoría de los cambios. (Sol negro editores. Cascahuesos Editores, 2009) o Poesía para señoritas. (Ediciones la manzana mordida, Nro. 74, Lima, 2009).

No encontramos nada, salvo alergia. Aunque fue bueno para volver a leerlo.

Si todavía no conoces al poeta peruano Enrique Verástegui, puedes hacer dos cosas: buscar Datzibao o acompañarlo esta tarde (3 p.m.) vía Facebook, a la misa para recordarlo dos años después de su partida. Oficia la Parroquia San Vicente Mártir de Cañete. Como dice el poeta y narrador y periodists Eloy Jáuregui: “A las 3 de la tarde. Oremos por Harry”.

DATZIBAO

De pronto perdí todo contacto contigo.

Ya no pude llegar al teléfono, recordar ese número y llegar a tu casa que no conocí.

Ya no pude volar sobre ti como todos los días a las tres de la tarde estas pobres alas no dieron más

y aquí me tienes ideando estas líneas que reflejan mis ojos cansados de ir caminando con la mente y las manos repletas de yerba.

Yo fui el primer sorprendido.

La extrañeza de ser dos aves hurgándose el pecho y corriendo uno detrás del otro entre las matas y bancas del parque.

y éramos arrojados fuera de nosotros mismos y por esto fue que conocí tu ciudad

y me apreté contra ti buscando desesperadamente encontrarme en tus ojos y amé todas tus cosas

y tu mirada angustiada y esa seriedad para responderme a ciertas preguntas y cuestiones que nos diferenciaron para siempre de las personas nacidas antes de 1950

tu maravilloso instinto agresivo desarrollado contra los males del tiempo y portándote como en la más furiosa embestida

en la batalla por un lugar en el taxi que nos alejó miles de cuadras más cerca de la pasión de la vida

hoy miércoles y no otro día.

Porque ya es hora de ir poniendo las cosas en claro y más que nada empezar a ser uno mismo

un solo obstinado bloque de rabia.

tú por todo lo que para mí reflejabas lo más claro eres mi sopor antes de echarte a gritar por estos sitios malditos

aún después de haber transformado esa palabrita bestialmente lúcida en una flor obsesiva

que yo no quiero acariciar ni comprender el suicidio mi amiga es una espera maldita.

como puede ser aguantarnos un par de horas más en el parque en medio de un viento furioso que pugna por arrancar de raíz lo más nuestro de nosotros

y tú junto a mí convertida en mi aliento escuchándote aprendiendo de ti a la Molina no voy más esa canción negra arde en mi pecho, me aplasta, levanta, avienta a decir no contra todo.

Cada uno recuerda su primera caída.

Cada uno recuerda paso por paso los pasos que fue dando y los que no dio porque en uno mismo está el propio enemigo.

Y yo me levanto para luchar contra mí - y me tengo miedo.

Lo perfecto consiste en desabotonarnos el torso mientras vamos salvajemente penetrando en esta selva de arenas movedizas

y tu vida o mi vida no ruedan como esas naranjas plásticas que eludimos porque tú y yo somos carne

y nada más que un fuego incendiando este verano.

La vida se abre como un sexo caliente bajo el roce de dedos reventando millares de hojas tiernas y húmedas,

y no dijimos nada pero exigíamos a gritos destruir la ciudad, esta ciudad ese monstruo sombrío escapado de la mitología

devorador de sueños.

Y el musgo creció como un verso clarísimo en tus ojos.

tú querías leer mis poemas aferrarte a ese instante de dulzura donde jamás hubo límites entre uno y otro ser

y fuiste sólo una muchacha que pasó por mis ojos silenciosamente pegada a mí a mi secreta manera de enredarme en las cosas de explicar un mundo indeciso sembrado con piedras

yo que creí que nada era nada en cualquier lugar de este mundo

y de pronto me di con tus sueños como con un golpe de mar sobre el rostro

y luego adiós porque todo y nada puede explicarse en el amor y porque todo y nada se explica en nosotros y con nosotros.

ENRIQUE VERÁSTEGUI EN FOTOS

Recital en 1983: Tulio Mora al extremo izquierdo, al lado de Dalmacia Ruiz Rosas, Enrique Verástegui, Carmen Ollé, Jorge Pimentel, Óscar Orellana, Carlos Alberto Ostolaza, Roger Santiváñez y Eloy Jáuregui.
Recital en 1983: Tulio Mora al extremo izquierdo, al lado de Dalmacia Ruiz Rosas, Enrique Verástegui, Carmen Ollé, Jorge Pimentel, Óscar Orellana, Carlos Alberto Ostolaza, Roger Santiváñez y Eloy Jáuregui.
Escritor, músico, filósofo, pintor. Verástegui falleció a los 68 años por un paro cardíaco, un día después de haber dado un recital. [Foto: Rolly Reyna / archivo]
Escritor, músico, filósofo, pintor. Verástegui falleció a los 68 años por un paro cardíaco, un día después de haber dado un recital. [Foto: Rolly Reyna / archivo]
Enrique Verástegui. [Foto: Rolly Reyna / archivo]
Enrique Verástegui. [Foto: Rolly Reyna / archivo]
Enrique Verástegui. [Foto: Rolly Reyna / archivo]
Enrique Verástegui. [Foto: Rolly Reyna / archivo]
Enrique Verástegui
Enrique Verástegui
Enrique Verástegui. [Foto: Rolly Reyna / archivo]
Enrique Verástegui. [Foto: Rolly Reyna / archivo]

VIDEO RECOMENDADO

Habla el Chino Verástegui


Contenido Sugerido

Contenido GEC