A una persona adulta que ha sufrido abuso sexual en su niñez le cuesta mucho abrir la boca y hablar sobre el tema. La adrenalina de lo inevitable corre por sus venas mientras hilvana una oración con las palabras “cuando+era+niño+me+violaron”. Probablemente sude. Probablemente llore. Probablemente sienta náuseas y mareos. Acaba de abrir una puerta y no sabe con seguridad qué va a encontrar tras ella. ¿Rechazo? ¿Indiferencia? ¿Paz? ¿Justicia?
La inseguridad de la víctima se basa en los mismos pilares en los que se basó su silencio. Como dice el psicólogo chileno Carlos Cuevas, “la violencia sexual es el único delito en el que se pone en duda la versión de la víctima”.Y la incredulidad del interlocutor puede aumentar cuando ha pasado mucho tiempo entre el abuso y la denuncia y la víctima ‘nunca dio una señal de que esto haya sucedido’. O cuando la víctima da a conocer que el abusador es una persona reconocida, con cierto poder personal –padre, tío, abuelo– o institucional –una iglesia, un colegio, una empresa–. O cuando el interlocutor prefiere no enterarse. Total, estas historias se cuentan por miles en el mundo. O, mejor dicho, se esconden.
SOBREVIVENCIA
Todo lo dicho anteriormente queda en evidencia en el último libro de Teresina Muñoz-Nájar, titulado ¿A quién le importa?. No es una ficción ni un ensayo académico. Tampoco un trabajo que explore el morbo que pasa por la cabeza de los abusadores. Se trata de un libro que recoge y visibiliza el trabajo de la Comisión Investigadora de Abusos Sexuales contra Menores de Edad en Organizaciones creada por el disuelto Congreso de la República y que investigó, entre varias, las acusaciones contra el Sodalicio y contra Juan Borea, ex director del colegio Héctor de Cárdenas.
“La gente entierra estas historias porque históricamente se ha normalizado guardar silencio en estos casos. Porque en la mayoría de casos se trataba de violencia intrafamiliar. Ahora nos enfrentamos a violencia en espacios antes considerados seguros, como el colegio, la iglesia, los grupos juveniles. Y nos enteramos ahora porque las víctimas están hablando, por uno u otro motivo. ¿Te imaginas cuántas personas han sufrido abusos y callan? De verdad, no me lo puedo imaginar ”, dice Teresina. Guardo silencio. Yo tampoco puedo.
Es difícil identificar qué lleva a una víctima a hablar. A veces es un efecto cascada, al enterarse de la denuncia de otra víctima de su mismo agresor, o de otro caso con el que se identificó. Lo que da pie a una víctima para preferir enfrentarse al dolor de su pasado antes que morir en el silencio a veces ni la propia víctima lo define con claridad. Pero, cuando sucede, ¿está la sociedad preparada para recibir ese testimonio, para aceptar la tangibilidad de un delito, para salir de su espacio cómodo donde les-pasa-a-los-demás-no-a-mí-ni-a-nadie-de-mi-entorno?
El libro demuestra que no, que tanto el sistema judicial como el legal y hasta el de salud presentan serios problemas cuando el asunto es atender a víctimas y ayudarles a encontrar justicia. Y lo expone a través de un caso muy mediático: la acusación por abuso al ex director del colegio Héctor de Cárdenas, Juan Borea, cuyo caso acaba de ser archivado argumentado prescripción del delito. Pero la prescripción no supone exculpar a Borea. Mientras tanto, los testimonios de los afectados, en su mayoría públicos, circulan por redes sociales. Ellos, mediante un pronunciamiento, aseguraron que no dejarán de buscar justicia.
CONTENCIÓN
¿Cómo se puede crear un espacio emocional seguro para una víctima que denuncia un abuso siendo un adulto, que espera justicia y se choca contra la pared? Alexandra Hernández, psicóloga, y también miembro de la comisión, tiene claro que, por el tiempo que suele pasar entre la comisión del abuso y la denuncia, es probable que la persona ya no tenga evidencias físicas, pero sí su testimonio.
“Lo principal es escuchar a la persona y creerle, pues la primera evidencia es el testimonio. Probablemente no recuerde todos los detalles del hecho, por lo que preguntas como ¿qué ropa tenía la persona que te agredió?, y que suele hacer la policía, son realmente innecesarias. Lo primero que necesita la víctima es saber que su testimonio va a ser tomado en cuenta y que se le va a tratar con respeto. Suena obvio, pero la mayoría de veces no es así”, dice Hernández, una de las responsables de haber tomado los testimonios a las decenas de víctimas que se presentaron ante el grupo de trabajo cuyo informe fue aprobado en comisión pero no tuvo tiempo de llegar al pleno.
Alberto de Belaunde, quien presidió la comisión, explica que el informe deberá ser revisado por el próximo pleno y se compromete, postule o no al Congreso, a darle el impulso necesario para que no se deje de lado, pues no solo recoge decenas de testimonios, sino que da más de 50 recomendaciones que apuntan a diversos ámbitos para combatir el problema de la violencia en menores y aplicar la justicia de manera adecuada ante estos crímenes. Este trabajo puede ser una respuesta para silenciosas víctimas la próxima vez que una de ellas se pregunte ¿a quién le importa? //
EL LIBRO
¿A quién le importa?
Autora: TERESINA MUÑOZ-NÁJAR
Páginas: 131
Precio: S/ 39,00
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El libro se presentará en la Feria del Libro Ricardo Palma, sala Antonio Cisneros, el martes 26 de noviembre a las 20:00. Llegará a librerías días antes, en quincena del mismo mes.