Detener el dolor.
Michael Sánchez Díaz sacó su DNI el 2020. Febrero pintaba bien, cuando gestionaba el regreso a sus clases de Periodismo en la UPC. Ello, sumado a las lecciones de inglés y a las de actuación para teatro y televisión que llevaba de forma paralela, lo mantenían tan ocupado como entusiasmado. Pero llegó el 6 de marzo y las noticias dieron cuenta del registro de la primera persona contagiada con COVID-19 en el país. Y también el 16 de marzo y la decisión del Gobierno de ordenar a casi 33 millones de peruanos no salir de sus casas hasta nuevo aviso. Tras un primer impacto racional, emocional y natural, el joven de trato amable y pensamiento maduro continuó con su vida. Ya tenía experiencia con la educación superior virtual, así que aquel no fue un cambio drástico. La desgracia, sin embargo, llegaría los primeros días de junio, cuando su padre se contagió con el nuevo coronavirus al verse obligado a salir a trabajar como conductor de un bus del Corredor Azul. Don Isaac Sánchez Urrutia murió el 4 de ese mes. Lo más triste es que no partió solo. Varios familiares se fueron con él.
Detener el dolor. Ese es el motivo de Michael para enrolarse como uno de los 12 mil voluntarios a los ensayos clínicos de la candidata a vacuna del laboratorio chino Sinopharm, la cual pretende prevenir el COVID-19. La primera que ha llegado a ser probada en el Perú. “La partida de mis seres queridos es lo que me mueve a contribuir con la sociedad. De esta manera puedo ayudar a que se encuentre lo más rápido posible una cura y que menos vidas sigan desapareciendo. Que menos gente siga sufriendo”, le cuenta él a Somos desde su casa en San Juan de Lurigancho.
GRANDES EXPECTATIVAS
Michael forma parte del primer grupo de voluntarios que serán vacunados como parte de la fase 3 de un proyecto de investigación en el que trabajan juntos Sinopharm, la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH) y la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM). La primera entidad, de hecho, inició esta semana el proceso de inoculación de las 3 mil personas que tendrán que monitorear por un año, luego de que estas reciban las dos dosis respectivas (San Marcos se encargará de las otras 3 mil en cuanto se encuentre lista). Cabe mencionar que, superadas las fases 1 y 2, en las que se aplica la candidata a vacuna en pequeños grupos de personas, se continúa con una tercera etapa en la que esta se prueba en 10 mil personas a más. ¿La razón? Medir a gran escala los posibles efectos secundarios de la vacuna (seguridad) y probar que esta puede prevenir el contagio del nuevo coronavirus (eficacia).
“Me he estado informando sobre los efectos colaterales y no tengo miedo. Creo que quienes están a cargo son científicos que saben lo que hacen. Mi madre sí tuvo temor de que participara, pero la convencí. Es lo que me toca hacer. Aunque suene trillado, es mi grano de arena. Ojalá más jóvenes de mi edad se animen pues entiendo que otros laboratorios extranjeros también harán ensayos aquí. Se va a necesitar miles de personas más”, cuenta Michael.
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Efectivamente, otras compañías comenzarán ensayos clínicos en peruanos durante las próximas semanas. Entre ellas AstraZeneca, que investiga en conjunto con la Universidad de Oxford; y la farmacéutica estadounidense Johnson and Johnson, a través de su filial Janssen. Hay que mencionar que la vacuna de Sinopharm ha demostrado hasta el momento generar leves efectos secundarios en quienes pusieron el hombro para las respectivas fases 1 y 2. Fatiga, fiebre ligera y dolores de cabeza o en el lugar donde se aplicó la inyección son algunos de ellos.
COMPROMISO VITAL
Perseverar ante la adversidad.
El 30 de agosto, Luz Sánchez Domínguez (25) se levantó temprano. Se alistó y a las 10 a.m. estuvo frente a su computadora. Se había informado de que las inscripciones para ser voluntaria en la web www.vacunacovid.pe se abrirían a las 11, pero pensó que podía tener suerte si intentaba con antelación. Así que se pasó una hora entera ‘refrescando’ la página para ser una de las primeras en anotarse. Funcionó. Así como también el haber estado atenta desde marzo a las noticias relacionadas con las vacunas que le pondrían alto a la pandemia.
“Siempre tuve la idea de participar en algún ensayo. Apenas supe que necesitaban gente, se lo dije a mi familia y esta me apoyó totalmente. De hecho, mi papá también quiso ofrecerse, pero no se pudo inscribir porque, como sabemos, las 3 mil personas que se requerían inicialmente se consiguieron en 10 minutos”, narra la comunicadora, hoy sin empleo y a cargo de las compras y salidas del hogar. Ella vive en San Miguel junto a su papá hipertenso y su madre y hermana.
En cuanto sea citada, Luz pasará en la sede de la UPCH unos exámenes médicos que la habilitarán finalmente para ser parte del estudio. Lo mismo sucederá con todos los voluntarios preseleccionados. Ella deberá declarar y demostrar que no ha estado enferma de COVID-19 (a menos que no lo haya sabido en una eventual condición de asintomática; en ese caso, sí se le tomará en cuenta porque también se estudiará la pérdida de la inmunidad en el tiempo de estos casos). Asimismo, que no padece alguna enfermedad que no esté controlada y, que al ser mujer, no esté embarazada.
Por su parte, ella se comprometerá a recibir dos dosis de la vacuna de Sinopharm y también a que su estado de salud sea monitoreado a diario por un año, ya sea a través de una aplicación o vía telefónica. Igualmente, firmará un consentimiento informado que detalla los beneficios y las potenciales reacciones adversas del procedimiento. La dinámica del ensayo clínico ha sido así explicada por Germán Málaga, coordinador del Centro de Estudios Clínicos de la UPCH.
Perseverar ante la adversidad. “Seguiré hasta el final en lo que pueda ayudar”.
NADIE ES UNA ISLA
Vocación de servicio.
“Creo que todos tenemos una responsabilidad. Soy odontólogo y administrador y para desempeñar cualquiera de esos dos oficios postulé a las convocatorias del Ministerio de Salud en marzo. No me llamaron, pero no claudiqué en mi afán de hacer algo por el resto y aquí estoy, ya registrado para recibir la posible vacuna que ayude a parar todo esto”. Quien habla es Alexander Rivera (50), asmático, soltero, vecino de Bellavista. Un señor cortés, empático y comprometido que no deja de compartir información relevante sobre el COVID-19 en su muro de Facebook, en los chats de WhastApp con sus colegas y amigos.
Se necesitarán seis meses desde el inicio de estos ensayos para saber si se se puede producir la vacuna de forma masiva. Rivera es optimista respecto a todo. Por eso alienta a sus amigos a poner de su parte cuidándose, a dar la mano en lo que puedan.
Vocación de servicio. “Cuántos doctores o policías se han sacrificado. No puede ser en vano... Siempre he creído que hay que hacer algo de manera individual o colectiva. La clave está en que cada uno encuentre qué o cómo”. //
SEPA MÁS
- No todos creen que participar en ensayos clínicos para una vacuna es beneficioso. Hay quienes defienden teorías conspirativas, sobre todo a través de las redes sociales, aludiendo que se buscan voluntarios en países como el Perú donde “falta control y se toma a la gente como conejillos de indias”. Científicos peruanos ya han salido a rebatirlas.
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