El Perú no es un acumulador egoísta de supermercado. No es el que vimos acaparando planchas de papeles higiénicos y discutiendo si las trabajadoras del hogar debían ir a sus casas. El Perú es, más bien, ese que en una inundación recorre la zona afectada con un flotador recogiendo familias asustadas; es el que recolecta víveres y reconstruye casas en medio de terremotos y huaicos.
Esta no es una conjetura ingenua, sino una afirmación con base histórica. “La cosmovisión andina que predomina en nuestros orígenes tiene una lógica de colectividad”, comenta el antropólogo Alonso Santa Cruz. Solo si hablamos de Lima, el académico señala que hace muchas décadas dejó de ser una sociedad homogénea, sino que las distintas migraciones, sobre todo del Ande, han permitido que nos nutramos de distintas formas de ver la sociedad. “En quechua, wakcha significa tanto pobre como huérfano. Además, un individuo no puede ser visto como adulto si no está insertado en lo social. Para el mundo andino, es pobre no quien no tiene riquezas, sino quien no tiene conexiones sociales”, señala.
Y aunque el mundo globalizado desdibuje ese concepto, Santa Cruz acota que este se recupera cuando empezamos a tener un discurso identitario y de unión y sentimos a la sociedad como una familia extensa.
La solidaridad en momentos de crisis, entonces, es una consecuencia de esta vida en sociedad e intrínseca a las relaciones humanas, como señalaba en 1925 el reconocido antropólogo francés Marcel Mauss, cuando estudió sobre el intercambio de dones como lazos para formar una comunidad sólida. La psicóloga comunitaria Adriana Fernández señala que estas relaciones son la base de la comunidad y no el individuo
“Que el ser humano piense que puede valerse por sí mismo es un mito, porque necesitamos a otros para desarrollarnos”, dice. Fernández agrega que cuando podemos ver al otro como igual a nosotros, con los mismos miedos y angustias - como quedar desabastecidos o contagiarnos de un virus - es cuando la empatía se desarrolla.
Santa Cruz añade que esta sensación de colectividad ha quedado más en evidencia en zonas menos industrializadas y esto se hace notorio en un mismo país. El antropólogo, que se encuentra actualmente en Milán, Italia, donde llevan haciendo cuarentena desde hace dos semanas, comenta que las interacciones entre vecinos tocando instrumentos o cantando proliferan en el sur de ese país más que en el norte, en la región de Lombardía, donde se encuentra Milán.
“Esta ciudad es el corazón de la industria y la economía italiana, tiene como prioridad la cultura del éxito individual sobre lógicas de colectividad. Curiosamente el norte está más afectado que el sur con el virus”, agrega.
La pregunta que queda para reflexionar es si cómo hacemos para que nuestra solidaridad continúe después de los tiempos difíciles, que sea la nueva cotidianidad. “Si los peruanos en crisis somos solidarios, es porque lo somos constantemente, pero necesitamos percibirnos como iguales”, dice Adriana Fernández.
Para la docente del departamento de psicología de la PUCP, Tesania Velázquez, esta experiencia nos va a hacer repensar nuestra forma de relacionarnos y darle valor a espacios que ignorábamos muchas veces por el individualismo como el barrio o incluso el hogar. “Hay que reponerle valor a nuestro entorno”, dice. Que ese mismo sentimiento que nos inunda cuando juega la selección de fútbol o cuando alaban nuestra comida encienda ahora nuestro orígenes solidarios.
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