Desde hace unos seis meses, José Alberto Arenas ha encontrado la segunda oportunidad que durante años buscó y creyó no merecer. Sus ojos, ya más descansados, junto a su mejorado semblante son una muestra de la calma y el sosiego con el que pasa los días de su nueva vida como albergado de la Casa de Todos. José es una muestra de que la comprensión y el cariño ayudan a mejorar y sanar heridas.
“He vuelto a vivir. Yo le digo con sinceridad, yo creo que si no hubiera tenido esa oportunidad de estar ahí en Acho, yo ya no estuviera ahorita, en este momento, aquí”, dice con una voz ansiosa de contar todas las peripecias que le tocó vivir en las calles de la ciudad.
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José Alberto también explica que la falta de amigos y familiares es lo que le obligó a buscar los más cómodos parques y jardines para pasar las noches. Sin embargo, las medidas de seguridad sanitaria tomadas por el Gobierno ante la propagación del COVID-19, restringieron el acceso a estos espacios y, en cambio, los llenaron de policías y serenazgo. “Venían y te botaban. Tenía que estar de un lado a otro, eso era más fastidioso”, detalla José.
“Nunca había pasado por esta situación. Pero, a veces, las cosas suceden por algo bueno y yo doy gracias a Dios y también al señor alcalde y a sus funcionarios, que nos están dando a muchos de nosotros que vivimos en la calle y somos indigentes esta oportunidad”, agrega.
Solidaridad
El 31 de marzo, la Beneficencia y la Municipalidad de Lima inauguraron la Casa de Todos, un albergue para personas en situación de calle que acogería a un promedio de 100 residentes por el tiempo que duraría la pandemia. La noticia dio la vuelta al mundo y tanto fue así que medios internacionales como la CNN, The New York Times y la revista Time, mencionaron la iniciativa peruana dentro de sus ediciones.
Con el transcurrir de los meses, los gestores del proyecto contemplaron que la iniciativa temporal se vuelva permanente y para el 4 de mayo, se anunció la construcción de un albergue en la urbanización Palomino, en el Cercado de Lima. Un espacio que hasta la quincena de octubre llegaba al 50% de construcción y en el que se ha contemplado además de las áreas comunes, espacios de esparcimiento que serán claves en la reinserción social de estos hombres.
“¿Qué quiere decir esto? Que todos los talleres y espacios están direccionados a que el albergado no solamente pueda ser rescatado, estabilizado, cuidado, sino que pueda dar ese segundo paso importante que es regresar a la sociedad como un ciudadano con esperanza y de bien, que se valga por sí mismo”, señala Miguel Ríos, vocero de la Beneficencia de Lima.
“Casa de Todos, como proyecto, es un lugar que va a regalar segundas oportunidades de vida”, sentencia Ríos.
Y con esa promesa los albergados de Acho esperan ser la primera promoción de la nueva Casa de Todos Palomino. Desde la Beneficencia explican que siempre se trabajará con 100 personas y que se contemplará un programa de entre 10 y 18 meses, de acuerdo a las condiciones físicas, psicológicas y sociales de cada albergado. “La intención es que después de este período de tiempo ellos puedan salir a la calle y nosotros podamos liberar un espacio para que pueda venir una nueva persona. De tal manera que esto se convierta siempre en un motor de cambio social”, explica Miguel.
De acuerdo con los cálculos de la Beneficencia de Lima, se prevé finalizar la construcción de este espacio para fines de este mes. En cuanto a la mudanza, se realizaría durante los primeros días de noviembre. Además de Palomino, se tiene una proyección de construir cuatro Casas de Todos en los próximos tres años.
Nuevos horizontes
El lunes 5 de octubre algunos albergados visitaron por primera vez el albergue de Palomino. El grupo fue a participar de un taller de cuidado de plantas comestibles a cargo de la gerencia de Servicios a la Ciudad y Gestión Ambiental de la Municipalidad de Lima. Aquel día cultivaron cerca de 15 kilos de espinacas, lechugas y rabanitos, entre otros.
“El biohuerto de la Casa de Todos es una iniciativa que estamos desplegando para acompañar a la Beneficencia en este proceso de reinserción de las personas que están en condición de calle y que necesitan volver a conectarse con la sociedad, pero también con su planeta. A partir de estas enseñanzas, ellos podrán reencontrarse en un entorno más armónico, amigable y de generación de comunidad”, explica Jimena Giraldo, quien está a cargo de la mencionada gerencia municipal.
Para Freddy Ávila, que tiene algunos conocimientos de crianza de animales, la actividad de siembra y cosecha resultó todo un desafío. “Con la práctica espero que sea un poco más fácil, pero todo es mejor si lo hacemos personalmente. Es bonito, es un nuevo aprendizaje”, señala.
Con este tipo de actividades se busca que los albergados no solo ganen nuevos conocimientos, sino que también puedan desarrollar cosas importantes como lo son el cuidado del entorno, el autocuidado o los hábitos de trabajo en equipo.
Giraldo es una convencida de que la naturaleza será una buena compañía para estos hombres. “El compartir con plantas es beneficioso para la salud. Trae calma, paz y reconecta. Además, tiene un enfoque productivo que es lo que queremos inspirar”, acota.
Y es que en el biohuerto de Casa de Todos se prevé cambiar los productos de acuerdo a la estación. Se ha comenzado con acelgas, rabanitos, lechugas y espinacas, pero también habrán cultivos de papas y cebollas, por ejemplo. La idea es que esta y las futuras cosechas ayuden a la cocina del albergue y sean los mismos residentes los que organicen y estén pendientes del cuidado de las plantas.
Amor a primera vista
Más tarde ese día, el grupo recorrió las instalaciones del albergue y un ambiente de emoción y festejo acompañó a los cinco hombres que veían por primera vez la que sería su nueva casa. Además de las preguntas sobre seguridad, ambientes y organización se le sumaban algunas como: ¿Dónde estará la TV?, ¿habrá cancha de fútbol para las pichangas?, ¿las habitaciones serán compartidas?, ¿ya se vienen los partidos de Perú, podremos verlos en grupo?
“No pensé que iba a ser así, es muy bonito. Pensé que iba a ser una carpa, lo veo tan bonito que quisiera venir ahorita mismo”, dice Eliseo Soto, un hombre que está convencido de haber encontrado a su familia en los compañeros de Acho y, sobre todo, en los doctores, técnicos y enfermeras que los atienden a diario.
“Estoy muy agradecido con todos y de todo corazón espero que Dios los proteja y les de muchos años de vida”, acota Soto mientras recorre con la mirada el módulo en el próximamente se instalarán las nuevas habitaciones.
Así como él, Julio Mejía y Óscar Fernández también pasean incrédulos por las instalaciones guardando cada detalle en sus mentes para contárselos a los otros 72 hombres que los esperan en Acho. “Va a haber una comodidad excelente para todos nosotros”, acota Óscar.
¿Quieres saber cómo ayudar a la Casa de Todos? Ingresa a www.casadetodos.pe
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