Mucho antes de estrujar millones de corazones con Somos novios o Contigo aprendí, y de convertirse en el rey del bolero y la balada, Armando Manzanero Canché llegó por primera vez al Perú en 1961, acompañando al músico argentino Daniel Riolobos. Había asistido para colaborar con Chabuca Granda en una serie de proyectos musicales, gestionados por la Asociación de Artistas Aficionados. Para la consagrada compositora peruana, el joven de 25 años, de 1,54 metros de estatura, pero de un enorme talento para la composición, no solo era un compositor: luego de escucharlo entonar sus propias canciones, veía en él a un cantautor que podía llegar a ser un grande entre los grandes.
Chabuca Granda, de espíritu impetuoso y de armas tomar, quería que la voz y letras de aquel joven mexicano se dieran a conocer. Por eso, no tuvo mejor idea que tocar a la puerta de la casa de Luis Miró Quesada, en el cruce de las avenidas Javier Prado y Camino Real, un domingo de octubre en el que toda la familia estaba reunida. No era un domingo cualquiera: era vísperas del cumpleaños de Alejandro Miró Quesada Garland, quien fue director de El Comercio entre 1980 y el 2011, recuerda Bernardo Roca Rey, su sobrino, entonces de 16 años.
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Bernardo cuenta que vio cruzar a Chabuca el umbral de la puerta, imponente, acompañada de aquel joven que, pensaba, era un músico criollo. Aunque la visita resultó imprevista, la cantautora peruana –muy amiga de la familia Miró Quesada– fue recibida con la amabilidad de siempre. Su propósito era que todos allí escucharan los temas de Armando Manzanero para que luego de ello, si resultaba oportuno, se publicara una nota periodística difundiendo su trabajo en las páginas del Diario.
Todos pasaron del comedor a la sala de música, que tenía un piano de cola y estaba perfectamente acondicionada para un recital, como el que estaba a punto de acontecer. La escena era la siguiente: Manzanero en el piano, Chabuca al lado y la familia, nietos, sobrinos, primos, chicos y grandes, alrededor de ellos. Eran tiempos en que nadie hacía videos con los teléfonos. Todos estaban atentos.
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Armando Manzanero puso las manos en el instrumento y lo primero que interpretó fue una pieza de Mozart. Lo hizo con una prolijidad que impresionó a los presentes, menos a Chabuca Granda. Ni bien terminó de tocar, lo conminó a que toque y cante un tema de su autoría. “Oiga, Manzanero, ¿por qué no canta usted sus canciones?”, le dijo. Y así lo hizo, generando aplausos y la aclamación por unanimidad. “A pesar de mostrarse bastante tímido, me llamó poderosamente la atención la profunda conexión que en ese momento tuvo con nosotros. A mí me encantó. No podría decir si tocó un tema que luego se volvió un éxito, pero sí que era una balada muy bella, con toques del tradicional vals peruano”, recuerda Bernardo Roca Rey.
La leyenda cuenta que a raíz de ese episodio, Armado Manzanero vio materializar el sueño de no solo ser el compositor que escribe para otros, sino también el intérprete de sus propias creaciones. La inspiración lo llevaba a escuchar sus versos dentro de él mismo con la musicalidad que solo los genios lo pueden hacer. De hecho, la canción ‘Adoro’, su primer gran éxito internacional, la escribió durante una de sus primeras visitas al Perú, y que luego serían decenas.
Años después, Armado y Bernardo se encontraron en varias oportunidades y comentaban entre ellos aquella entrañable anécdota, que significó un antes y un después en la carrera del gran músico. Ambos recordaban el momento con nostalgia, pero nunca estuvieron seguros de cuál fue la canción que interpretó el invitado ese domingo de 1961. //
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