Las tardes por estos días se presentan llenas de posibilidades. Lima es una ciudad con términos medios: se puede empezar temprano y terminar a la hora que a uno le provoque. Hay opciones para todo lo que pasa entre (y durante) las horas de luz y la entrada de la noche. Por un buen tiempo, la ausencia de terrazas y otros espacios con vistas hacía que la oferta limeña en cuanto a restaurantes, bares y entretenimiento cojee de una pata. ¿Para qué ver qué pasa en la calle, cuando tantas cosas están pasando en la mesa? Se entiende, claro. Pero el público pedía más. Los últimos años han visto florecer varios formatos con espacios pensados para vivir distintas experiencias. Por un lado, se puede disfrutar de un menú de altísima calidad, con insumos de primera, toques de autor y sabores de temporada. Por otro, contamos con un ambiente con onda, estilo y la flexibilidad para manejar varios conceptos dentro de uno mismo. La clase de lugar de los que no se quiere salir y donde el tiempo, de alguna manera, se detiene. Tal es el efecto de pasarlo bien.
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