En un fútbol que premia a los huesudos que hacen pataditas, su aparición fue una rareza. Ya en 2007, Adrián Zela era bien educado, bien comido, bien entrenado. Físicamente un roble, con movimientos de ladrillo, desde las divisiones menores de Alianza Lima era notoria su ventaja: allí donde otros rebotaban, él aguantaba. Allí donde otros se cansaban, él insistía. Y si Manco o Jahirsino la rompían en esa 89 aliancista a punta de huachitas, él solucionaba todo atrás con sus modales rústicos. Rápido hubo que bucear en su biografía: fue formado en el Santa Inés All Star de California, Estados Unidos. Era sobrino nieto de Toto Terry. A los 15 años entrenaba en Estudiantes de la Plata y era manejado por el mítico Carlos Pachamé, una bandera de ese club.
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