Siempre he dicho que el mejor comunicador de toda nuestra historia fue Jesús, capaz de convencer, no con amenazas, sino a través de historias entretenidas, de que se podía ser buenas personas. Usaba amor, drama y mucha fantasía: las parábolas. Quién no ha escuchado sobre el hijo pródigo, la multiplicación de los panes y peces o el agua transformada en vino. Pero las parábolas no eran historias para entretener a las masas; tenían un gran objetivo detrás y era lograr mejores seres humanos.
Jesús no contaba con Facebook o Twitter (la red que muchos utilizan para crucificar personas todos los días), pero sabía de la importancia de generar viralización a través de contenido relevante, logrando así dominar la red social que ni siquiera podrá ser desplazada por Tik Tok: el boca a boca.
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Pero lo más importante era lo que generaban esas parábolas en su público objetivo de entonces: reflexionar sobre buenos o malos comportamientos a través de un storytelling potente. Estando en pleno siglo XXI y con cientos de problemas que enfrentamos como sociedad, me puse a pensar en qué tan importante es encontrar mecanismos de comunicación que, así como en el caso de Jesús, hagan que la gente escuche, reflexione, se convenza y luego comparta.
Lo que acabo de describir es un típico embudo que usamos los marketeros en nuestra estrategias digitales. SEE es intentar que la mayor cantidad de personas de nuestro público objetivo realmente vean nuestro contenido llamando su atención entre tanto estímulo. Una vez que nos vieron, es clave pasar al siguiente nivel, que es THINK y significa que esa audiencia que nos vio, realmente considere nuestro mensaje, que hayamos calado en su recuerdo pero, sobre todo, motivemos su acción. Y ese es el siguiente nivel, llamado DO, que se refiere a que esa audiencia haga algo al respecto.
El último nivel de este embudo o funnel, como se suele decir técnicamente, es CARE y esto tiene que ver con lograr lealtad, real convencimiento de esa audiencia y que esa acción que hizo cuando lo convencimos la repita en el tiempo e incluso la recomiende a otras personas.
Pero así como en el mundo del marketing necesitamos, como base, llamar la atención de la mayor cantidad de nuestra audiencia, en el desafío que tenemos con los múltiples problemas como humanidad, tenemos que aplicar la misma fórmula. Porque el gran problema no es identificar los grandes problemas que nos aquejan (hambre, desigualdad, odio, racismo, falta de respeto al medio ambiente, extinción de nuestras especies, pobreza y podría seguir con la lista). La mayoría de personas en este mundo sabemos de esta peligrosa y triste lista pero lamentablemente forma ya parte del paisaje y no se está logrando pasar a los distintos niveles del embudo y lograr tener personas no solo informadas sino convencidas. En ese sentido, el poder de las buenas historias, de la creatividad, del uso del arte y el entretenimiento cobran vital importancia porque necesitamos mover conciencias si queremos cambiar las cosas. Necesitamos despertar amor en las personas y también su ira para que tomen partido real.
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Ya hay varios ejemplos fantásticos en ese sentido, como Ralph, el corto acerca de un conejo que tiene como “trabajo” ser usado por marcas para experimentar sus productos y que ha provocado el rechazo masivo y mundial de consumidores a las marcas que usan animales para sus pruebas.
Un problema que no es nuevo, pero que hemos sido capaces de ver luego de que un contenido nos zamaqueara los sentimientos, sobre todo a audiencias de la generación Z.
Two Distant Strangers, corto ganador del Óscar, narra el racismo, el odio, la impotencia de ciudadanos marginados, usando recursos cinematográficos y una narrativa muy moderna para tocar nuestra indignación en el punto preciso. El agente topo, brillante película documental chilena, nos mete en un asilo de ancianos a todos y nos hace preguntarnos sobre nuestra relación con los adultos mayores. My Octopus Teacher, documental recientemente premiado por los Óscar, enciende nuestra empatía con el mundo marino a partir de una historia de amor entre un hombre y un pulpo. Estamos en muy serios problemas como humanidad pero nuestra comunicación no tiene que ser plana, informativa, netamente racional, aburrida o seria, si queremos que se nos tome en serio. //
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