El mundo es albiceleste, che. Gran parte de él, al menos. La otra parte reniega y hace hígado en un resentimiento que tardará cuatro años en digerirse. Pero la gran mayoría del planeta está feliz y complacida por el triunfo de un equipo por el que inicialmente nadie daba nadie, ni los propios argentinos, y cuyo retraído líder arrastraba una nube gris de fracasos certeros y triunfos con sabor a lo mediocre. El hombre común que perdía, perdía y perdía hasta que dejó de hacerlo de una vez por todas. La copa del mundo está hecha del material del que se forjan los sueños.
MIRA TAMBIÉN: Pedro Castillo y la estrategia del morir matando, por Jaime Bedoya
Pero esta copa la ha ganado no solo un equipo y ese enano barbado que es el mejor del mundo. La ha ganado una nacionalidad. La legendaria y auto estimulada capacidad argentina por creérsela, esa inclinación por sentirse llamados a prevalecer así la lógica indique lo contrario, ha dado frutos incontestables. Y está vez lo ha hecho en una versión modulada y simpática a través de la impronta rosarina que le ha dado Messi a lo argentino. Ha quedado reescrita la versión anterior de un prejuicio dominado por lo maradodiano, la fanfarronería del Che Copete de Condorito y una enciclopedia entera y quirúrgica de chistes sobre argentinos.
Esta nueva argentinidad se reflejó en la cancha en la sabia administración del talento grupal y el recambio generacional, con un Messi estratégicamente caminante como centro inmóvil a la espera de una oportunidad explosiva. Un liderazgo silencioso y menos hosco que el porteñismo de manual. Con aristas de vulgaridad sexual y falo céntrica, a lo Dubi Martínez, pero en un rango de chabacanería colegial que hubiera ruborizado a Diego Armando.
Pero también se reflejó, tanto dentro y fuera de la cancha, en sus palabras. En el principio fue el verbo: El quemirá y andapayá marcaron la instalación de un código argento renovado, campestre y dialéctico pero global y convocante a la vez, que celebra la compulsión argentina por hablar frontalmente y sin filtros, aunque con una singular dosis de inocencia rural. El origen del español argentino, el lunfardo, vio nacer su grosería arrabalera entre bulines. Messi ha lavado, talqueado y peinado al compadrito porteño.
COMPARTE: La cancha de la eterna juventud, por Jaime Bedoya
Tal vez toca aprender del triunfo ajeno. Una primera aproximación sería adentrarse en ese vocabulario porteño que estructura y sostiene una manera ganadora de ser. He aquí un breve vocabulario de argentinismos con su posible aplicación a nuestra realidad, habitualmente marcada por un tono que exacerba la tibieza de una limeña manera. Ni frío ni caliente, ni chicha ni limonada, que es como acostumbramos ser.
* Panqueque: dícese de aquella persona que rápidamente cambia de opinión o posición sin despeinarse, tal como la susodicha tortita al dar vuelta sobre la sartén. En argentina se está aplicando puntualmente contra aquellos periodistas que antes de Qatar lapidaban a Messi y a Scaloni, y que ahora se han subido sin asco al coche del triunfo. En el Perú le viene a pelo a ese sector de la izquierda que hace tres colaboradores eficaces defendían la pureza imaginaria del maestro del sombrero y hoy repudian, se asquean y deslindan del populista corrupto que no está a altura de sus estándares morales. Perfectos panqueques cojudignos.
*Ñoqui: término referido para nombrar al empleado público fantasma que usualmente recibía su sueldo el día 29 del mes, fecha en que tradicionalmente en Argentina se preparan ñoquis en casa. Aquí hemos tenido históricamente tremendos ollones de ñoquis en el congreso, ministerios y diversas entidades públicas.
*Macana, bardo, catrasca: Tres palabras distintas que circunnavegan en torno a lo mismo, un desastre en distintas graduaciones. Una macana es una contrariedad. Un bardo es una macana mayor y una catrasca es una sucesión continúa de cagadas, que es más o menos lo que vivimos desde hace 6 presidentes.
*Sorete: sustantivo para denominar a un excremento, pero que goza de la versatilidad suficiente como para aplicarse a seres humanos que reúnan las condiciones para ser considerados algún tipo de residuo. Sobran ejemplos locales, lo cual hace innecesario y poco elegante mencionarlos. Cuando los tiempos son extraordinariamente difíciles se utiliza en la expresión “caen soretes de punta”, que apunta al obvio riesgo traumatológico que dicho evento meteorológico implicaría.
*Escabiar: beber descontroladamente. Vocablo oportuno ahora que la extradición de Alejandro Toledo está en curso.
*Guitarrear, milonguear: Palabras vinculadas entre sí por la naturaleza de la acción a la que se refieren. El guitarreo es el habla improductiva y ornamental para simular una sustancia inexistente. Es lo que para nosotros viene a ser el floro. Milonguear es construir, con asistencia de harto guitarreo, una historia melodramática, exagerada y sin real sustento a fin de obtener un propósito conveniente. El adelanto de elecciones va a propiciar guitarreo y milongueo indiscriminados de parte de la clase política.
*Rajar: huir rápida e intempestivamente. Cómo en el caso de la ex primera dama Lilia Paredes diciéndole a un diplomático mexicano en el aeropuerto “rajemos de aquí que esto se pone como el orto”. Se sobrentiende que los peruanos estamos familiarizados con qué significa orto.
Feliz navidad.
VIDEO RECOMENDADO
TE PUEDE INTERESAR
- Loreto: cómo llegar a la reserva Pacaya Samiria y qué deportes extremos podemos practicar en ella
- Che chá: el restaurante que se hizo famoso en pandemia abre un segundo local
- Gamarra: consejos para hacer tus compras en el emporio comercial en esta campaña navideña
- Expertos revelan los secretos e ingredientes del panetón perfecto
Contenido Sugerido
Contenido GEC