Intipalka es la línea más premiada y variada de Queirolo. Tienen espumantes, varietales, reservas e incluso un Gran Reserva (el N.° 1) con uvas Malbec, Tannat, Cabernet Sauvignon y Petit Verdot. Todo se cosecha en los mismos suelos donde está ubicado el hotel. Fotos: Archivo Queirolo.
Intipalka es la línea más premiada y variada de Queirolo. Tienen espumantes, varietales, reservas e incluso un Gran Reserva (el N.° 1) con uvas Malbec, Tannat, Cabernet Sauvignon y Petit Verdot. Todo se cosecha en los mismos suelos donde está ubicado el hotel. Fotos: Archivo Queirolo.
Nora Sugobono

Hay algunos fenómenos que siempre consiguen emocionar como si fuese la primera vez que los vivimos. Es la mejor manera que tengo de describir lo que ocurre cuando se ve la puesta de sol desde el mirador situado a algunos metros del hotel , justo por encima de un lote de quebrantas que pintan de verde el horizonte más cercano.

A lo lejos, el sol encendido se va perdiendo de a pocos entre las dunas. Casi parece cronometrado para descorchar en aquel momento exacto un espumante extra brut (trasladado a la temperatura idónea) y disfrutarlo en silencio mientras el cielo se pinta de fucsias, naranjas, morados y azules. Las luces de la ciudad apenas están prendiéndose, pero aquí parecemos estar en otro mundo.

Es la experiencia por la que cientos de turistas esperan cada día cuando visitan este hotel, y quién podría culparlos: no hay nada que se le compare en el Perú, al menos no dentro de un viñedo.

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El enoturismo –turismo vinculado con el vino– aún es un nicho por explotar. La buena noticia es que ya nos hemos acostumbrado a apreciar los vinos producidos en nuestra tierra, y los últimos años han supuesto un avance gigantesco. “La gastronomía peruana es diversa, con distintos matices de insumos y sabores. Una fortaleza de nuestra bodega es la variedad de vinos que tenemos para acompañar estos platos”, explica Eduardo Morales, sommelier de Santiago Queirolo.

Más de 500 hectáreas de vid rodean el hotel Viñas Queirolo. La marca tiene otros terrenos de producción repartidos por la costa.
Más de 500 hectáreas de vid rodean el hotel Viñas Queirolo. La marca tiene otros terrenos de producción repartidos por la costa.

“Para un cebiche, por ejemplo, preferimos vinos frescos de buena acidez, como un sauvignon blanc. La ensalada de pallares –clásico iqueño– iría con un chardonnay. Una sopa seca o una carapulcra van más con vinos tintos con buena estructura, como un tannat o un reserva cabernet sauvignon-petit verdot”, indica el experto. La idea aquí, además de disfrutar de las vistas, las instalaciones y las horas de luz en las tres piscinas disponibles, es vivir una experiencia 360. La misma que comienza por los viñedos, pasa por la bodega (instalada dentro del hotel) y culmina con brindis y el deseo de volver pronto.

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Imposible no incluir en el menú de manera regular productos oriundos de la región: pallares, pecanas, olivas, paltas, corvina; incluso mandarinas y dátiles forman parte de los sabores de cocina y barras. Hay una carta principal en el restaurante del hotel y dos bares (con piqueos) en las piscinas.
Imposible no incluir en el menú de manera regular productos oriundos de la región: pallares, pecanas, olivas, paltas, corvina; incluso mandarinas y dátiles forman parte de los sabores de cocina y barras. Hay una carta principal en el restaurante del hotel y dos bares (con piqueos) en las piscinas.

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Fuente: AFP / El Comercio

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